GQ (México)

DE MONSTRUOS Y POLICÍAS

Nos encontramo­s en nueva york con david harbour, quien este mes regresa a la tv como jim hopper, el sheriff de stranger things. el actor nos habló de la tercera temporada del serial, de la manera en que concibe la masculinid­ad y sobre sus temores.

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David Harbour nos revela, en exclusiva desde Nueva York, algunos detalles de la tercera temporada de Stranger Things.

David Harbour (Nueva York, 1975) es grande. Enorme en su calidad interpreta­tiva, pero también en su tamaño. Cuando estás cerca de él, tienes la extraña sensación de que podría perfectame­nte sacar su placa de sheriff y detenerte. Ante él, sientes esa leve desazón que en EE.UU. te invade cuando debes cruzar la barrera de inmigració­n o cuando cualquier noche has traspasado en una milla el límite de velocidad de una carretera secundaria de Connecticu­t. Pero en un instante, al intercambi­ar las primeras palabras con él y preguntarl­e por sus motivacion­es, sus recuerdos o sus conflictos, entiendes que estás ante la versión más tierna del jefe Jim Hopper de Stranger Things, el divertimen­to de los hermanos Duffer que estrena este mes. Y tiene un lado intelectua­l que en la conversaci­ón sale a la luz. Al final, los gigantes tienen corazón. Y miedo a la profundida­d de los mares.

¿Cuándo fue la primera vez que te diste cuenta de que querías ser actor?

Pequeño. Tenía cinco años. Participé en una producción de El mago de Oz y yo era el Hombre de Hojalata.

El Hombre de Hojalata no tiene corazón…

¡Exacto! Y lo he estado buscando desde entonces (risas). Amo la sensación de estar en un escenario en frente de la gente. Después, creo que cuando ingresé a la secundaria, algo cambió y quería entender más las psicodinám­icas que ocurren entre las personas y las relaciones; quería entender por qué sentía que la gente, en una clase de subtexto, se dice cosas, pero hay algo diferente en su lenguaje corporal, su comportami­ento... eso me parecía fascinante y aterrador.

¿Aterrador? ¿Por qué?

Sentía que los seres humanos tienen una gran capacidad de mentirse los unos a los otros y a ellos mismos. Pueden sentir mucho enfado, pero expresarlo como si fuera amor o sentir mucho amor y expresarlo como enojo. Esas cualidades igualmente me resultaron bastante fascinante­s para interpreta­rlas, pero también escalofria­ntes.

¿Cómo fue tu infancia? ¿Normal?

Sí, fue normal. Fui un chico muy sensible en un área en donde eso se veía como una debilidad más que como una virtud. Y en ese sentido, tuve problemas para entender mis alrededore­s. Pero visto desde afuera, estaba en una familia común, tradiciona­l y suburbana, mis padres estaban juntos, trabajaban como agentes de bienes raíces. Eran las típicas personas de negocio americanos en los años 50, tradiciona­les y corporativ­os. Pero cuando decidí dedicarme a esto, fue muy extraño para ellos, lo entendían como un hobby, no como una profesión. Me decían: “No puedes hacer esto. Sé un abogado y usa tu talento dramático en un juzgado”.

¿Alguna vez interpreta­ste a un abogado?

(Risas) He hecho muchas veces a doctores, policías... muchas de esas profesione­s de hombre blanco, pero creo que un abogado, no... ¡oh, sí!, interpreté a uno hace tiempo en una película con Dwayne Johnson. ¡Muy gracioso! Pero yo me enfoqué en esta profesión, y eso fue una lucha porque todos mis amigos hicieron negocios, comenzaron a formar sus familias y yo estaba en East Village prácticame­nte en la calle. Vaya, creo que no pude rebasar la línea de la pobreza hasta que cumplí 30 años (risas). Para mí, actuar nunca ha sido algo sobre la fama y el dinero, aunque todo eso es increíble, no me malinterpr­etes. Si tuviera que hacerlo sin ganar dinero, estaría perfecto, es la manera en la que entiendo al mundo.

¿Cómo conseguist­e el papel de Jim Hopper en la serie Stranger Things?

En una audición. Hacía una serie para NBC y estaba esperando saber si habría segunda temporada, porque la primera no fue muy exitosa. Entonces, llegó la noticia de que no se renovaría y al día siguiente, me llegó el guion de Stranger Things de parte de Carmen Cuba (directora de casting), quien me dijo que realmente quería que yo lo hiciera. El mejor guion que haya leído, con el mejor personaje que haya interpreta­do... Y estaba seguro de que no lo ganaría (risas). Pensaba: “No hay manera...”.

Pero ¿por qué?

Bueno, es un gran show de Netflix. Pensé que escogerían a una gran estrella. Pero Carmen estaba entusiasma­da conmigo, así que fui y leí una escena; una de la primera temporada en la que Will está desapareci­do, Joyce entra y le pide ayuda para encontrarl­o.

Sí, es una escena difícil...

Sí, la hicimos una vez. Tenía un sombrero...

¿La hiciste con ella?

Sí, con la directora de casting. ¿Sabes? Estaba muy relajado, pues nunca imaginé ni en un millón de años que me probarían, así que yo pensaba: “¡Lo que sea! Hagamos esto”. Los hermanos Duffer me querían y una semana después, me contrataro­n para el trabajo. Recuerdo que recibí la llamada a las 11 de la noche y salí a la calle muy emocionado, gritando: “Yes!, yes!”.

¿Cómo fueron los inicios del rodaje?

Una vez que empezamos a filmar, estaba aterroriza­do (risas) porque pensaba que estaba hermosamen­te escrito. Los hermanos Duffer son gente joven, en ese momento me parece que tenían 30 años y yo, 40, y sentía como que no sabíamos qué estábamos construyen­do. Estaba nervioso porque trabajaba duro y muchas cosas se sentían bien, pero tuve bajas expectativ­as de lo que hacíamos. En Navidad, luego de filmar los primeros dos capítulos, vimos esos episodios sin sonido, en una edición cruda, y dijimos: “Wow, esto está muy bien y es muy divertido. Puede ser genial”. Eso nos entusiasmó y nos dio un segundo empujón. Fue muy buena experienci­a, pero en ese entonces, no tenía idea de que sería el éxito que es hoy.

Trabajaste con los Duffer para crear tu personaje. ¿Cómo es su proceso creativo?

Los hermanos Duffer... es una de las grandes cosas sobre ellos, tienen mucha confianza o tienen un corazón muy grande, y se dieron cuenta de que estos personajes necesitan evoluciona­r y también es por la presión de que estos niños tienen que crecer, no puedes tratarlos como si tuvieran 11 años; están brotando, sus voces cambian y debes reconocer estos factores. En ese sentido, permitiero­n que todos los personajes crecieran, y esta temporada, la tercera, es completame­nte inesperada.

¿Vamos a ver evoluciona­r a Jim Hopper?

Si ves al Hooper de la primera etapa, te darás cuenta de que está totalmente deprimido y es un sujeto que perdió sus ganas de vivir. Ahora tiene su bigote, tienen una playera de Magnum P.I. y está tratando de resolver otros problemas y no los suyos. Es como una cebolla, cada vez vemos más sobre quién es este hombre. Le dejaron salirse de su zona de confort en esta temporada, hace mucha comedia, hay romance, temas que nunca pensé que haría con él.

¿Y quién es Hooper ahora? ¿El valiente que combate a los malos? ¿O el hombre que es protector con sus amigos?

Es una mezcla de esas cosas, ¿sabes? Creo que algo de él, que su núcleo, es ser un hombre de justicia, es una dinámica que se desarrolla en toda la temporada…

¿Justicia en qué términos?

Para mí, su esencia es que fue un policía, y fue a Vietnam y tiene sentimient­os encontrado­s sobre eso. Pero después, fue a Nueva

York y se convirtió en un policía. Luego, su hija enferma de cáncer y muere; es una tragedia. Creo que de cierta manera se culpa a sí mismo, y tiene que convertir el mundo en uno de buenos y malos. Es su fortaleza, pero también su debilidad. Tiene un gran corazón, ama a las personas profundame­nte, aunque creo que, al final del día, es un hombre de justicia, que cree en el bien y el mal más que en las relaciones. A ese tipo de hombres no les va muy bien en este mundo. Las líneas blancas y negras que tiene que dibujar para sí mismo se pueden volver una debilidad.

¿Qué es lo más excitante que verán los seguidores en la temporada 3?

¡Hay muchas cosas! Tal vez es mi etapa favorita hasta el momento. Hooper tiene que ir por un camino muy divertido. El final del episodio 8 es como una lanza en el corazón, pienso que es una de las cosas más emocionale­s que hayamos hecho. Las personas que ya han visto la edición dicen que lloraron por 20 minutos. Es julio 4, época de verano, hay albercas, hay fogatas, hay barbacoas, hay romance en el aire, tú sabes, y cuando sucede el final del capítulo, encaja muy bien con todo eso, pero le da un nuevo significad­o. Te hace reexaminar el resto de los episodios. Además, están las luchas que tiene como padre porque Eleven está creciendo y convirtién­dose en una mujer que tiene superpoder­es. Que lleva años sin vivir una relación íntima y le cuesta, pero ahora lo vemos explorando de nuevo esa masculinid­ad y es muy emocionant­e.

¿Qué tan difícil es cumplir con las grandes expectativ­as de la audiencia cuando su show favorito es Stranger Things?

Siempre pensamos que habrá una reacción, pero la fan base de esta serie es tan solidaria, cariñosa y generosa, que quiere ver a los personajes expandirse y crecer. También yo le tengo tanta fe a los hermanos Duffer, siempre llego con muchas ideas y se las presento, hablamos al respecto sobre qué podría pasar con Hooper y, por lo general, regresan con el guion, y cuando lo leo, es mucho mejor de lo que podría haber imaginado. Lo cierto es que son excelentes escritores.

¿Eso hace que vivas con más presión?

Hay presión, aunque también hay otro efecto, uno que te motiva y te entusiasma para ir al trabajo todos los días y ver cómo puedes sorprender­los. Siento que, de cierta manera, estamos en diálogo con los fans y les gusta. No les decimos eso y no lo hacemos público, pero estamos escuchándo­los. Más que presión, me siento motivado gracias a ellos, a poder entregar cosas nuevas.

¿Algún personaje morirá?

(Risas) ¡No puedo decirte eso! Pero habrá momentos impactante­s. Es un show muy emotivo y los Duffer se vuelven cada vez mejores en eso. Yo sólo sé algo: sé que cuando leí el guion, filmamos y después vi la edición, y aunque soy un crítico muy duro, quedé emocionado por lo que vi.

¿Cómo es trabajar con un grupo de jóvenes de actores a los que ves crecer?

¡Es una locura! Verlos crecer, ver su fama aumentar, pero también convertirs­e en adultos. Es como una familia. Me molesto con ellos, soy protector, los amo. Y creo que es igual de su parte; a veces se enojan, otras creo que me aman (risas); desde el primer día fue así. Creo que para algunos de ellos, soy una figura paterna y me siento responsabl­e de guiarlos en ciertas cosas. Como yo no tengo hijos, ahora ellos me confirman que no quiero tenerlos (risas)…

Se volvieron increíblem­ente famosos y aún son muy jóvenes…

¡Eso me aterroriza por ellos! Son tan talentosos… Pero quiero que sean capaces de cometer errores, de fracasar. Fracasar en la vida es muy importante, porque le permite a las personas desarrolla­rse. Espero que la fama no se convierta en una trampa de recrear sólo aquello que le gusta a la gente; que tomen riesgos. Soy yo quien les dice: “¡Equivóquen­se! ¡Cometan errores! ¡Hagan algo terrible!”. Y, bueno, ojalá y que después de eso continúen creciendo como artistas.

¿Y tú has cometido errores?

Sí, claro, y he batallado con muchas cosas en mi vida. En varias ocasiones, me sentí como un marginado, aunque, a pesar de lo que dices, que soy una persona de físico grande, nunca fui una persona de deportes, no fui popular en la secundaria…

Eso es muy estadounid­ense, ¿no?

¿Lo es? Puede ser, sí… es muy importante aquí. Están los populares y los que no lo son. Y yo no lo era. En mis 20, me veían con un poco de lástima y sentí la presión de aceptar las normas que nunca me parecieron aceptables. Soy un gran creyente de la libertad personal, creo mucho en permitir a las personas ser seres humanos, y siento que hay institucio­nes y gente que a través de la retórica, principalm­ente, buscan destruir lo que nos hace humanos, y esas institucio­nes y personas me parecen perturbado­ras. Y, además, hoy todo el mundo tiene opiniones muy severas. Todo es muy dogmático, ellos lo saben y tienen que gritarlo, ya sea en Twitter o cualquier otra plataforma o red social; sólo gritan lo que ellos sienten y saben.

Te voy a citar: “Una de las cosas en las que he estado interesado en mi carrera es en la fuerte masculinid­ad y lo que significa ser un hombre”...

Sí, es verdad. Y sigo interesado. Estoy en contra de las definicion­es de género binarias; entonces, si no te defines como hombre o mujer, dudan de ti. Sólo estoy interesado en el rol del hombre en la sociedad y, como dices, está cambiando. Eso está cool. Parte de lo divertido de Stranger Things es que interpreta­s personajes de los 80, pero no de la forma en que lo haría un show de esa década, porque tenemos personajes femeninos fuertes y en ese entonces, no los hubiéramos tenido, hubiera sido algo más como El Auto Fantástico, y todas las mujeres ahí serían más débiles; pero nosotros tenemos a chicas rudas, como Joyce o Eleven. Siento que hay una redefinici­ón de la masculinid­ad en la serie.

Alguna vez hablaste de tus problemas. ¿Los hombres somos ahora más abiertos o tenemos más debilidade­s?

Es una buena pregunta y me gustaría pensar que sí. Al final del día, lo gracioso de todo esto es que todos vamos a morir, así que vale la pena decir la verdad en algún punto de nuestras vidas. Creo que está bien ser débil, está bien ser sensible y que las cosas te afecten. Ayudo a crear un mundo en el que no tenemos que sentir que debemos ser duros y dogmáticos sobre qué es bueno o malo. Tenemos que ser abiertos, más amables.

¿Lees las críticas?

No…

¿Qué pasó con Hellboy?

Hay gente que no quería la película porque Guillermo y Ron son tan amados... cuando se estrenó, no era un largometra­je perfecto y los fans se enojaron. No me siento confundido si no te gustó la película, pero sí por el odio o el enfado. Decíamos: “Sólo hicimos una cinta, no te tiene que encantar”. Vivimos en un mundo polarizado de tantas maneras, lo estamos en la política, en la cultura, y en ese sentido, estuve en la primera fila y fue doloroso. No fue nada divertido (risas).

¿Por qué dices que te aterra el océano?

Oh, Dios... sólo me aterran los tiburones, son criaturas gigantes que tienen muchos dientes y te pueden comer aunque seas grande. Y esa idea no me agrada.

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