Un siglo en DIAMANTES
Berger, un negocio familiar que comenzó en Europa, continuó en Cuba y desde hace más de 70 años, encontró en México su hogar definitivo.
Mi padre fue diamantista desde 1911 y nací rodeado de grandes diamantes”, recuerda Maurice Berger al momento de comenzar a relatarnos la huida de Europa que emprendió su familia, buscando un mejor futuro. “El 10 de mayo de 1940, los alemanes invadieron Bélgica; esa misma noche, a las 4:30 de la madrugada, nos fuimos en un camión de mudanzas. Apenas 50 kilómetros después de haber emprendido la escapada, la gasolina del vehículo se agotó y continuamos a pie por semanas hasta llegar a Francia”.
La Segunda Guerra Mundial provocó el éxodo de miles de familias que buscaban salir del Viejo Continente a como diera lugar. Los Berger, entre esas miles de familias, pasaron por España y Portugal, desde donde zarparon en el barco Ciudad de Sevilla con destino a Cuba. Durante los meses que duró su travesía por la Europa sumida en la guerra, Alex Elías Berger, padre de Maurice y Sylvain, intercambió varios diamantes que escondió al salir de Bélgica para cubrir las necesidades de sus seres amados. “Nací y he vivido entre diamantes, tengo fe en ellos. Nos salvaron la vida”, remata Maurice Berger.
Cuba fue el país que albergó a la gente de Maurice y muchas más que lograron salir de los estragos de la guerra. En la isla, Alex Elías comenzó a trabajar capacitando a miles de cubanos como talladores de diamantes para su uso a nivel industrial. Tres años y medio duró la estancia de la familia en esas paradisiacas tierras.
MÉXICO PARA SIEMPRE
Salieron de Cuba a bordo de un avión que aterrizó en Mérida, Yucatán, el 16 de abril de 1943. El objetivo desde que huyeron de Europa siempre fue llegar a Nueva York, pero cuando arribaron a México, el trabajo como tallador de diamantes era prácticamente nulo. El panorama lucía sombrío. La opción de retornar a la isla y continuar trabajando parecía lo más sensato hasta que, como si fuera obra del destino, un cargamento precioso que zarpó de España en el barco El Vita ancló en puertos mexicanos años antes de la llegada de Maurice y Sylvain. Fue liberado cuando todo indicaba el retorno a Cuba. Los diamantes que formaban parte del cargamento de El Vita significaron el primer trabajo de los Berger. Las piedras preciosas necesitaban ser retalladas para lucir modernas en aquella época.
Lograron establecer un pequeño taller de retallado detrás del Zócalo de la Ciudad de México; después, abrieron una oficina en la calle Madero del Centro, y para ese entonces, ya eran mayoristas, aprovechando el hecho de ser los únicos en el rubro dentro del país azteca.
A finales de la década de los 80, llegaría el turno de Ari y Sergio, hijos de Maurice y Sylvain Berger, respectivamente, para hacerse cargo del negocio familiar; “desde que tuvimos las oficinas en Madero, me llevaban junto con Ary; teníamos tres años”, recuerda Sergio con exactitud. “Nos sentaban en la alfombra para buscar piedritas que se caían; ese fue mi primer trabajo”. Los dos primos comenzaron a conocer cada aspecto del negocio establecido por su padres; la visión de ambos se enfocó en el crecimiento del taller, y para cuando llegó 1994, abrieron la boutique insignia en la zona de Masaryk. Las marcas de alta relojería como Cartier, Rolex y Audemars Piguet se integraron a la oferta de Berger Joyeros y desde entonces, el negocio familiar no ha hecho otra cosa más que expandir sus territorios.
“Nací y he vivido entre diamantes, tengo fe en ellos. Nos salvaron”. —M. Berger