GQ (México)

EL DESTRUCTOR

- AANDYYRUII­ZZJJR... TEXTO MARIO VILLAGRÁN FOTOS JOSÉ CARLOS MARTÍNEZ MODA gina ortega

ALGUNOS LO LLAMAN LA MAYOR SORPRESA DE TODO EL BOX. OTROS AÚN NO LO CREEN. LO CIERTO ES QUE DESPUÉS DEL 1 DE JUNIO DE 2019, GRACIAS A UN GANCHO EN LA SIEN (Y A DIOSITO), MÉXICO TIENE A SU PRIMER CAMPEÓN MUNDIAL DE PESOS COMPLETOS EN LA HISTORIA Y ÉL, AL QUE APODAN DESTROYER, QUIERE CONTARNOS, EN EXCLUSIVA, CÓMO LO LOGRÓ.

Andrés miraba con angustia a su hijo mientras en la esquina le limpiaban un par de golpes que comenzaban a enrojecer su rostro. Él buscaba encontrars­e en el camino con los ojos de Andrés Jr. (Andy) para poder hablarle. Para decirle lo que iba a pasar si no terminaba con la pelea ya. Era el momento de concluir. Desde lejos, podía sentir a su hijo y percibía que no había más. El clásico ahora o nunca para finalizar. Pero Andy Jr. no lo tenía así de claro. Cansado y con la respiració­n más que agitada, sólo aparentaba seguir las indicacion­es que su entrenador Manny Robles quería darle. “La derecha, es por la derecha”, “acorrala”, “ya estas ahí... termina, Andy, termina”. Pero Andy ya no escuchaba. Era pura inercia y su único pensamient­o era que en la esquina de enfrente, la historia no pintaba mejor. El campeón del mundo y su rival, el inglés Anthony Joshua, estaba lastimado, y su mirada, vacía y desconcert­ada, era la única garantía para seguir de pie y la razón para ir hacia adelante y salir de su esquina cuando la campana del Madison Square Garden (la misma que le puso ritmo, el 8 de marzo de 1971, a la llamada Pelea del Siglo entre Mohammed Ali y Joe Frazier) volviera a sonar.

Andrés lo vio y lo sintió: su hijo tenía que dar un esfuerzo más. Y se acercó. Lo más que pudo, y cuando ya no pudo más, gritó: “¡¡¡Andy, hazlo por tus hijooos!!!, ¡¡¡hazlooo ya!!!”. Y, sí, Andy lo escuchó. Tan cerca, que sintió que su padre le gritaba en el oído y eso lo sacudió. El grito le molestó tanto, que terminó por Tres segundos después, la campana sonó y sus cinco hijos apareciero­n en su mente, uno por uno, y Andy supo lo que tenía que hacer; simplement­e, fue por él. Fue por Joshua y lo acabó. Habían pasado sólo 26 segundos del séptimo round del combate y el final comenzó. Primero, un golpe volado al rostro y, después, 12 golpes seguidos en seis segundos, acorraland­o al inglés en una esquina de la que nunca debió salir. Derecha/izquierda y arriba/abajo. Derecha/ izquierda y arriba/abajo. Y Joshua cayó lastimado, pero regresó una vez más a la pelea. Y el conteo de sus últimos 30 segundos como campeón mundial arrancó. De nueva cuenta, su rodilla tocó la lona, tras dos ganchos que conectaron en su cabeza y todo acabó.

¡Walk to me!, ¡Walk to me!, le gritaba el réferi canadiense Mike Griffith a Anthony, pidiéndole que volviera a pelear, pero el boxeador británico no quería más. No podía más. Y Andy brincó y el público, en su contra, calló. México tenía su primer campeón mundial de pesos pesados en su historia y la noticia comenzó a circular. Sí, había un nuevo campeón. “Mi padre gritó que lo hiciera por mis hijos. Muy fuerte. Y me hizo enojar, pero su voz se me metió al fondo del cuerpo y salí a terminar. Era la madriza más dura de toda mi vida y la más importante, y no podía dejar que el miedo me paralizara. Había que acabar. Era el round más importante de mi vida y los tres minutos que cambiarían a mi familia. La gente me empezó a chiflar. Se sentía bien machín y trataban de tirarme emocionalm­ente. Ahí vi que tenía que terminar”, cuenta Andy mientras su padre Andrés sonríe y toma aire para reafirmar. “Sí, el round 151 en el historial como peleador profesiona­l de Andy, ese séptimo episodio, cambió la historia del box, pero sobre todo de nuestras vidas”. Y Andy lo confirma. Ahora sí mira a su padre a los ojos y lo confirma. “Sí, es el round más importante. Trabajamos tantos años para esos minutos y hoy necesito pellizcarm­e para darme cuenta de que ya estoy aquí... ya estoy aquí”.

AL GRITO DE GUERRA. Andy recibió una invitación del actual Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, para visitar el país y ser homenajead­o como nuestro primer Campeón Pesado. La máxima distinción deportiva y un orgullo para toda su familia, pero el día del viaje, Andy olvidó el pasaporte. “No tiene cabeza para esto”, comenta David García, su actual apoderado, cuando aparece su equipo de trabajo en el salón privado del JG Grill del Hotel St. Regis de México, obligando a detener la producción de GQ mientras solucionan cómo lo traerán al país. Andrés aprovecha para narrar los inicios de su hijo en el boxeo. Para dejar en claro que la disciplina no es su fuerte. Y para mostrar que este es el tipo de historia deportiva donde todos salen sorprendid­os. Donde automática­mente aparecen amigos y hay que cuidarse de todos. Y de unos más que de otros. Anécdotas que van y vienen hasta que, cuatro horas después, Andy aterriza. Un vuelo privado a Toluca fue la solución.

“Es la primera vez que siento esta atención y este cariño infinito, y no quiero dejarlo ir. Sí tenemos miedo de la industria, pero tengo a mi gente atrás, cubriéndom­e la espalda. Somos mi familia y yo, nada más”, sentencia Andy al llegar, mientras presenta al equipo que lo acompaña. De todos ellos, sólo Andrés ha estado siempre. Y es a quien le debe la vida en el box. “Yo me escondía en las casas de mis amigos, en Imperial (California), donde crecí. Trataba de engañar a mi papá todo el tiempo para no ir a entrenar, pero él siempre sabía dónde estaba. Iba por mí y me sacaba de las casas de los compas y me llevaba al gimnasio. Me obligaba a entrenar. La verdad, no era un niño fácil. La gente me apodada El Chucky porque andaba desmadrand­o todo y luego me pusieron Destroyer porque acababa con todo lo que me ponían enfrente. Sí, el box me salvó”, continúa el apodado Destroyer, quien sigue viviendo en sus terrenos de infancia (“pero me mudaré en julio a San Diego”), aquellos donde George Lucas decidió filmar las escenas de las dunas de El retorno del Jedi.

Andy fue grande desde pequeño. Robusto, gordito y alto, tuvo que ser encaminado para no terminar donde muchos de sus compañeros de calle acadespert­ar.

baron. El box fue su redención, aunque también lo fue la religión y, particular­mente, su educación a la mexicana, misma que le permitió romper cualquier lazo con las pandillas de su zona, una de las más peligrosas de la región debido a su tasa de desempleo, superior al 25%. Hijo de inmigrante­s de Mexicali, Andy jamás se planteó qué bandera debía defender y de qué lado de la frontera estaban sus puños. “México para mí lo es todo. Mi principio y mi final. Mis padres son de Mexicali y siempre entendí qué sangre tenía y a qué raíces estaba pegado. Me siento mexicano y me meto al ring con una bandera mexicana. No hay muchas vueltas que darle”, narra Ruiz Jr., abriendo la reflexión sobre uno de los conceptos más peculiares del mundo del boxeo. Una idea que pocos logran definir y demostrar también como el boxeador: el famoso estilo a la mexicana.

“El estilo a la mexicana tiene un solo argumento: morir en la raya. Los mexicanos sabemos que no hay otra manera más que pelear hasta que no puedas más. Hay momentos que crees que no das más, pero todavía te falta caer otra vez. Los otros no se pararían, pero un mexicano sí. Hasta morir en la raya”, continúa el nuevo Campeón Mundial de los pesos pesados de la World Boxing Associatio­n (WBA), The Internatio­nal Boxing Federation (IBF), World Boxing Organizati­on (WBO) e Internatio­nal Boxing Organizati­on (IBO). “Si quieres tener todos los cinturones, debes tirar puros putazos hasta que uno caiga y aceptar que te van a caer también varios madrazos en el camino. Eso se lo aprendes a gente como Julio César Chávez, Erick Morales o Marco Barrera… La verdad, quiero ser como un Canelo Álvarez, pero peso completo. Esa es mi meta: ser un ídolo mexicano como lo es él”.

Andy hoy lo tiene claro. Lo que quiere ser y lo que tiene que hacer. Tras una carrera amateur de 105 victorias y cinco derrotas (en la que ganó varios títulos de la categoría, quedándose cerca de calificar a los Juegos Olímpicos de Beijing 2008), Destroyer ha pasado por varios de los mejores entrenador­es de la industria: Fernando Ferrer, Freddie Roach y ahora Manny Robles, convirtién­dose en una esponja que hoy sorprende al mundo y que sólo pide un reconocimi­ento sin ninguna concesión: “Soy mexicano y se acabó”.

“Tengo que confesar que casi no peleo con Joshua. El día de la contienda, iba a cancelar. No iba a pelear porque no iban a poner nuestro himno nacional. Tenían claro que pondrían el británico y el estadounid­ense, aunque no el nuestro. Pero lo logré, aunque lo que quería era que alguien lo cantara, sobre todo, por mi papá y por nuestro orgullo mexicano. Me hubiera gustado que Vicente Fernández lo cantara, ante todo, por mi papá”, cuenta el boxeador ante la mirada de Miguel Torruco, el presidente de la Comisión Nacional de Boxeo, encargado de todos los pormenores del viaje de Andy para conocer al Presidente de México. “Eres el campeón del pueblo; estamos muy orgullosos de que seas mexicano”, le comenta Torruco al escuchar la oda al nacionalis­mo que Ruiz Jr. quiere transmitir­le a todo aquel que tenga duda de la bandera que elige a la hora de hablar de sus raíces.

“No’mbre, Miguel. Yo soy el que estoy orgulloso. Era algo que soñábamos en mi familia y que no podemos creer: que un presidente mexicano nos recibiera”, le responde el boxeador, y los ojos de su padre lo vuelven a buscar. Parece que don Andrés va a llorar.

EL GANCHO Y DIOSITO. Andy miraba a Anthony desde el piso. Con los guantes recargados en la lona, sus ojos parecían más confundido­s que el resto de su cuerpo, que sí parecía reaccionar bien al golpe. Sí, Joshua lo sorprendió. Destroyer quiso entrar al intercam

“MORIR EN LA RAYA Y PELEAR HASTA QUE DE VERDAD NO PUEDAS MÁS, ESE ES EL GRAN ESTILO MEXICANO. AUNQUE SANGRES Y NO PUEDAS RESPIRAR... TIENES QUE LEVANTARTE UNA VEZ MÁS”.

bio de golpes con el peleador inglés y pagó cara la iniciativa de ir a la mexicana. El puño del entonces campeón entró de lleno en su rostro; 42 segundos después de iniciar el tercer episodio y, por primera vez en su carrera profesiona­l, Ruiz Jr. miraba a un rival desde el piso. Estaba lastimado y desconcert­ado. Pero su cuerpo quería más. “Estaba un poco asustado. Era la primera vez que me tumbaban y estaba consciente de ello. Me levanté despacio para evitar marearme y lo que se me ocurrió fue pedirle a Diosito que me ayudara. Se me fue rápido el conteo, y cuando me di cuenta, estaba de pie y vi a Joshua hambriento. Venía por mí y me quería terminar”, recuerda Andy sobre el momento más complicado de su carrera. Una escena que transformó su vida y la pelea por completo, ya que la caída animó a Joshua a salir a buscar el triunfo, y para ello, el campeón tomó una muy mala decisión: también ir a la mexicana.

En el cuadriláte­ro, comenzaron 10 segundos de intercambi­os de golpes. Uno daba y el otro recibía, y, luego, la danza cambiaba de roles. Hasta que, 20 segundos después de su caída, Andy se encontró con su Diosito, quien, en forma de gancho, se impactó en la sien de Anthony Joshua provocando, cinco segundos más tarde, su caída por falta de coordinaci­ón y por una contusión causada por el golpe. El campeón estaba en el piso. El Gordito lo miraba sereno desde su esquina y el Madison Square Garden gritaba de incredulid­ad. La mirada de Joshua cambió. Sus ojos se perdieron y ahí, en ese momento, comenzó su final. Un minuto y

45 segundos después, en el mismo tercer episodio, Andy volvió a ir a la mexicana y Joshua lo entendió. Cayó al piso y lo comprendió: no sería más campeón mundial. El réferi Mike Griffith

(uno de los más peculiares del mundo del box, al ser dueño de un bar en Montreal y al tener ‘relaciones familiares’ con la mafia de Montreal) le realizó el conteo y la campana lo salvó.

“Le metí un gancho que no esperaba en la cabeza, en la sien, y cambió la pelea. Lo noté al instante. Lo había lastimado, poco después de que él me había herido y estaba de regreso.

Yo noté su fuerza ahí, cuando me tiró, y entendí que tenía el poder para seguir y tirar golpes.

Para llevar la pelea a otro lugar”, cuenta Ruiz Jr. sobre el golpe que lo cambió todo. El puño que siempre soñó y le dio la fuerza para rogar por todos los medios posibles y ser el candidato para pelear esa contienda que ya tenía en sus manos.

“Antes de la pelea, ya tenía a Joshua en la mente. Pedí la oportunida­d, y al pedirla, me di cuenta de que tenía confianza. Que creía lo que decía. Que podía ganar. Vi una chance para hacer historia. No pensaba en el dinero, sino en la oportunida­d que estaba enfrente de mí.

Quería lograr mis sueños: ser el primer mexicano campeón del mundo en peso completo”, narra Andy, quien se acercó al promotor inglés Eddie Hearn para pedirle la oportunida­d de pelear por el título, luego de que el rival original de Joshua, Jarrel Miller, no pasara las pruebas de dopaje y su sustituto, Luis Ortiz, rechazara la ocasión. Sus cartas y argumentos eran sencillos: Andy Ruiz Jr. venía de vencer, el pasado 20 de abril de 2019, al excampeón alemán Alexander Dimitrenko y estaba en su mejor forma.

Habían pasado 10 años desde su debut como profesiona­l, un 22 de marzo de 2009, en la Plaza de Toros de Tijuana, y Destroyer estaba listo para ir por un cinturón, otra vez. Y tras entrenar en el Legendz Boxing Gym de Norwalk (California) con su nuevo protector, el coach Manny Robles, Ruiz Jr. consiguió su oportunida­d. “El entrenamie­nto para pelear contra Dimitrenko es la base de mi combate con Joshua. No quería bajar de peso porque quería fuerza. Me esforcé para hacerme chiquito y pegar en el estómago. La preparació­n de la pelea tenía un objetivo: morir en la raya. Era mi oportunida­d y no se repetiría. Había que dejar todo sin miedo. No quería que me pasara lo mismo que con Parker”, cuenta Andy, recordando la pelea que casi le cuesta el retiro y la depresión: su combate del 10 de diciembre de 2016 contra Joshua Parker por el título mundial de la WBO.

“Muchos no saben del entrenamie­nto que tuve con Parker. Lo hice solo; ahora tengo todo un equipo. Con Parker fui a su tierra (Nueva Zelanda) y me ganó, aunque yo creo que vencí. Él me ganó uno de los cinturones que ahora le quité a Joshua. Creo que la lección es que todo tiene su tiempo. Ese cinturón regresó a mí. Había una razón y esperé. Casi me retiro, pero esperé y mira dónde estoy”.

PAYBACK.

Los especialis­tas dicen que se trata de un momento histórico. Único e irrepetibl­e. Al nivel del día que Buster Douglas venció a Mike Tyson. Algunas leyendas mexicanas, como el multicampe­ón Juan Manuel Márquez, lo llaman el máximo orgullo del boxeo mexicano (“trabajó tan bien la distancia, que su velocidad sorprendió a todos. Todas sus combinacio­nes fueron certeras y todos estamos muy orgullosos”, declaró), y Andy, al escucharlo­s, se vuelve a pellizcar. Ahora, él impondrá las condicione­s para darle una revancha a Anthony Joshua y, de dichas negociacio­nes, depende su futuro familiar.

50 millones de dólares pide don Andrés mientras Andy sueña con pelear en el estadio Azteca... pero es hora de negociar. “claro que sé lo que queremos. Y lo que merecemos. Yo soy el campeón. No tenemos que sufrir más con los miles de dólares que debemos en mi familia. No tenemos que sufrir más”, dice, dejando en claro que, como un Gollum moderno, su tesoro no tiene por qué partir. “Los cinturones son míos y los quiero. Tengo hambre para no perderlos. Quiero estar mejor físicament­e e ir más inteligent­e... pero quiero morir en la raya”, finaliza Andy, el nuevo campeón.

Morir a la mexicana.

“NO QUIERO QUE MIS HIJOS SE DEDIQUEN AL BOXEO. NO QUIERO MIRAR QUE LES PEGUEN Y LOS LASTIMEN. YO PELEO PARA QUE ELLOS NO TENGAN QUE HACERLO Y PUEDAN SOÑAR”.

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Andy Ruiz Jr. tiene un récord de 33 victorias y una derrota en 34 contiendas como profesiona­l. Su estatura es de 1.88 metros y su peso actual es de 125 kilogramos.
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Total look, Welton & Sons
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Camisa, Scappino Traje, Welton & Sons
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inglés Anthony Joshua.
El Destroyer ha peleado 151 rounds como profesiona­l y sólo fue derribado una vez, en la pelea del 1 de junio de 2019 contra el excampeón inglés Anthony Joshua.
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