EL HOMBRE DEL BIS
Ha pisado las casas de ópera más importantes a nivel internacional. Su voz es considerada una de las mejores del momento. Así, Javier Camarena regresó al Palacio de Bellas Artes para recibir la ovación del público mexicano.
Esta no es una función de ópera tradicional. En primer lugar, porque se trata de la celebración por el 15 aniversario del debut de Javier Camarena en el Palacio de Bellas Artes, en la Ciudad de México; en segundo, porque no es una puesta en escena como tal, sino un concierto operístico de La hija del regimiento: no hay escenografía, y tanto la orquesta, como el coro están instalados sobre el escenario. Y podríamos añadir un tercer elemento: entre el reparto, además, se encuentra la actriz y también cantante Florinda Meza, quien, con 20 años de estudios enfocados en la música, dará vida a la Duquesa de Crakentorp. El público está expectante y no es para menos. El tenor veracruzano regresa después de un recorrido que lo ha llevado a bisar en recintos de gran tradición, como el Met de Nueva York y el Teatro Real de Madrid, con arias de La Cenicienta, Don Pasquale y la creación de Gaetano Donizetti que estamos por presenciar.
La función da inicio. El libreto corre como todos conocemos y, de pronto, Camarena entra en escena como Tonio. Los espectadores lo ovacionan (otro detalle que no ocurre generalmente en una función). La gente se encuentra particularmente animada y eso se nota en las risas y los aplausos que sueltan a la menor provocación. El primer acto está por terminar cuando llega el momento de la esperada aria “Ah! Mes amis…”. Javier inunda todo el espacio con su voz, la cual ha sido catalogada por muchos expertos como una de las mejores a nivel global. La melodía finaliza y, entonces, como era de esperarse, el público lo vitorea. Bis. El primer Bis que tengo oportunidad de contemplar en Bellas Artes, el escenario que vio nacer al veracruzano.
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Camarena entra a la suite presidencial del Hotel Hilton Mexico City Reforma. Su amplio ventanal nos regala una panorámica fastuosa del Centro Histórico. Estamos a unos días de que el tenor ofrezca la primera de las dos funciones —“no pude tener más fechas por cuestión de agenda”, me dice ante el reproche que le hago— para las cuales, los boletos se agotaron en apenas cinco horas. “Creo ciegamente que si la ópera no está de moda es porque no tiene la suficiente divulgación por parte de todas las instancias que puedan ser partícipes de la difusión cultural”, comenta. El veracruzano se planta frente a la ventana, con el Palacio de Bellas Artes a sus pies —como si se tratara de una premonición— y suspira. “Para la próxima, voy a hacer todo lo posible por hospedarme en esta habitación”, bromea. Con el escenario donde se presentará tan cerca de nosotros, nuestra charla pronto decanta en los espacios de ópera y los públicos de todo el mundo. “Hay diferentes tipos de espectadores. Depende mucho de la cultura de cada nación. La de Nueva York, por ejemplo, es una audiencia sumamente efusiva y temperamental; todavía no termina la orquesta y ya están aplaudiendo. Por el contrario, en Zúrich, son reservados. Casi no he cantado en Italia, pero los espectadores de La Scala son muy entregados y severos, les gusta demandar calidad”. ¿Y los mexicanos? “Yo los amo (ríe). Son entregados, les gusta sentirse impresionados, y cuando lo consigues, se desviven en aplausos. Volver a mi país siempre me hace muy feliz”, continúa.
Con todo y la severidad de algunos escenarios, el xalapeño ha conseguido bisar varias ocasiones en los recientes meses. “Los aplausos pueden durar tres o cuatro minutos y, en ese momento, en mí sólo se proyecta una sensación de gratitud con Dios, el público y la vida. Recuerdo mucho mi primer Bis. Fue en el Met con La Cenerentola y, en ese instante, me remití a cuando hice mi debut en Zúrich y también a mi debut aquí en Bellas Artes… Sí, a veces he contenido el llanto; sin embargo, en otras ocasiones, no he podido”, confiesa entre risas.
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La ovación dura más de tres minutos. Y, antes de cantar nuevamente el aria, Camarena hace una reverencia y, con la mano, se limpia las lágrimas que corren por sus mejillas. Este gesto hace que los aplausos se prolonguen. “Cuando se ha dado un Bis, me acuerdo del camino y el trabajo que he hecho para llegar hasta ese momento. Me motiva a valorar también a mi familia, amigos y maestros. Soy muy feliz por todo lo que está pasando en mi vida. Cantar un rol nuevo y hacerlo bien me alegra mucho. Regresar a Xalapa también me da felicidad”. ¿Qué es lo que más extraña de Veracruz?, le pregunto. “La comida, mano. Tú me entiendes. Uno que es veracruzano, es lo que más echas de menos fuera de nuestra tierra”, remata.