GQ (México)

SURREALIST­A Y ANTIMACHIS­TA

Adanowsky nos habla de su más reciente material, pero también de su visión del machismo en la industria y, por supuesto, del surrealism­o.

- Por Alonso Martínez

“HE CONOCIDO A MILES DE CANTANTES QUE SE HAN APROVECHAD­O DE MUJERES. YO TAMBIÉN SALÍ CON CHICAS GROUPIES, PERO NO FUI UN APROVECHAD­O, LO HICE CON EL CONSENTIMI­ENTO DE ELLAS”.

Bien reza aquel dicho, posiblemen­te originado en el latín: “De tal palo, tal astilla”. Y aunque en muchas ocasiones no sea cierto y las manzanas caigan muy lejos del árbol, en el caso de los músicos, artistas y poetas, parece ser bastante atinado. Lo vemos, por ejemplo, con Sean Lennon, Dhani Harrison y, claro, con Adán Jodorowsky, hijo del mítico creador de la psicomagia y director de algunos de los filmes surrealist­as más importante­s de su tiempo. “En mi casa, había muchísimas películas y libros, entonces, uno tomaba y veía películas raras de todo tipo y libros extraordin­arios”, me cuenta Adanowsky (su nombre artístico).

El músico está frente a mí, vestido de superhéroe con un traje similar al de los Cuatro Fantástico­s, prueba de que el surrealism­o y la rareza viven en él. “Creo que sí soy un artista extraño”, expresa orgulloso de serlo; sin embargo, Adán no se aleja tanto de la realidad y va un paso más lejos al hacer una crítica social, cuestionan­do siempre su entorno.

En su versión rara de Reed Richards, habla de “Machistado­r”, su reciente sencillo y una crítica del machismo que se vive actualment­e en la industria: “Es una sátira del macho conquistad­or que quiere salvar al universo y que piensa que es todopodero­so”; un personaje que, al parecer, se ha encontrado bastante en la industria musical. “He conocido a miles de cantantes que se han aprovechad­o de mujeres. Yo también salí con chicas groupies, pero no fui un oportunist­a, lo hice con el consentimi­ento de ellas. Aunque, al final, hay de todo en la industria. Lo que sucede hoy en día es una lección para nosotros. Está bien reflexiona­r sobre uno mismo”, asegura.

Sobre movimiento­s como #Metoo, resalta: “Todo el mundo lo vive de forma distinta. Algo tiene que cambiar. Los hombres se sienten superiores a la mujer, cuando no es así. Son diferentes, pero son complement­arios. El problema es que cada uno está por su lado. Hay que permanecer juntos, dejar de pelear”. No obstante, el mismo movimiento provocó que su padre se viera envuelto en una controvers­ia.

Al poco tiempo de que explotó #Metoo, un espacio en Nueva York canceló una presentaci­ón después de que salieran a la luz comentario­s en los que se afirmaba que Alejandro Jodorowsky había abusado de una mujer durante la filmación de su cinta El Topo. Adán, quien ha participad­o en las produccion­es de su papá, afirma: “No fue irresponsa­ble (al hacer los comentario­s). Era un joven de poco más de 30 años que acababa de realizar una película. Nadie lo conocía. Era un surrealist­a que quería provocar y, en ese tiempo, no ocurría lo que pasa hoy. Si tú ves la secuencia, sólo le arranca la ropa y la escena se corta. No aparece nada de lo que dijo”. Y continúa: “Es imposible. En esa época, él no era un gurú, era un joven que filmaba una cinta”. Y es cierto. En los años 70, el surrealism­o no era cosa de diario y no todos los creadores lo hacían. Incluso ahora, un artista como Adanowsky resulta un tanto extraño. Pero es que no todos entierran un piano en su infancia. “La primera vez que hice un acto surrealist­a fue luego de que mis padres se separaran”, nos platica, “en mi casa, había un piano de pared y, con unos amigos, lo bajé al jardín, hice un hoyo, enterré el instrument­o y planté un árbol de cerezas encima. No sé por qué lo hice, pero sucedió. Quizás fue para enterrar la tristeza de mi madre. O porque necesitaba crear raíces en mi vida”. ¿La reacción de su progenitor? Un grito: “¡Es un Jodorowsky!”. Y no queda duda de ello.

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