Mario Casas
Tras cargar durante demasiado tiempo tipo-duro, el histrión el estereotipo de español ha encadenado chico-guapo/ le confirman como una un actor lleno de serie de papeles promesas de lo matices. Liberado que que es posible llegar ya de prejuicios a ser (po
Mario Casas (La Coruña, 1986) sale raudo del auto que le ha traído hasta la puerta de Condé Nast (claro, nuestro encuentro fue antes de que la pandemia de Covid-19 golpeara al mundo entero). Lleva gorro, gafas de sol y unos auriculares que le cubren media cara. Viste una chaqueta con forro de borrego, jeans y botas negras. Si no fuese quien es, no llamaría especialmente la atención. Pero la realidad es otra: apenas ha recorrido unos metros y ya lo han reconocido las tres personas con las que se ha cruzado, las cuales giran la cabeza en su dirección y lo miran con muy poco disimulo. Da igual lo mucho que trate de esconderse en público, lo mucho que intente normalizarse: de algún modo, Mario es patrimonio público. Han pasado 14 años desde que debutara en el cine de la mano de Antonio Banderas, quien le dirigió en El camino de los ingleses. Desde entonces y hasta ahora, ha participado en algunos de los proyectos más rentables del cine español. Pero no nos engañemos con las cifras de taquilla ni con el griterío de los fans. Fuga de cerebros, Carne de neón y Tres metros sobre el cielo, por poner sólo tres ejemplos, son lo que son: comida rápida para matar el gusanito. Seguramente no le han cambiado la vida a nadie... salvo a Casas.
A él le sirvieron para establecerse como ídolo adolescente e imagen de portada de revistas juveniles. No lo decimos de una manera peyorativa ni mucho menos; entendemos este arranque como una buena manera de contextualizar a un histrión que ha llegado hasta este 2020 completamente despojado de prejuicios y dudas sobre su capacidad. Porque hace años, justo cuando estaba en la cúspide de la popularidad que dan los blockbusters, Mario Casas decidió demostrar que detrás de ese tipo-duro-pero-con-buen-fondo estereotípico, había un actor disciplinado, ambicioso, trabajador y con talento. Que aquellos primeros personajes formaban parte de un plan a largo plazo que cristaliza ahora en roles tan complejos como los de Adiós, El fotógrafo de Mauthausen o las inminentes Hogar y El practicante. “En realidad, siempre me he guiado por el instinto. Con 22, 23 y 24 años me ofrecían determinados papeles y yo los leía, los entendía y, si me gustaban, los hacía. Todo ha ido cobrando forma de este modo, por impulsos. Asimismo, es evidente que la edad te da la oportunidad de interpretar personajes diferentes: cuando empecé, tenía algo menos de 20 años y mi perfil se adaptaba mejor a determinados contextos; ahora tengo 33 y puedo ser, por ejemplo, un padre de familia. Las carreras también se basan en ir cumpliendo años y en que te den oportunidades para hacer algo diferente. Dicho esto, siempre afirmo que me encantaría rodar la tercera entrega de Tres metros sobre el cielo —Tres veces tú— para cerrar el círculo y agradecerle al público todo lo bueno que me ha dado”, nos cuenta Casas, con quien compartimos un café —solo, sin azúcar— minutos antes de arrancar la sesión que tienes entre las manos.
La lista de directores que han contratado sus servicios da buena cuenta de su nivel. Oriol Paulo, Álex de la Iglesia, Alberto Rodríguez y Fernando González Molina son cineastas de primera categoría que ven en él al aliado ideal, ya sea por su perfil perfeccionista durante el rodaje o por ser garantía de éxito una vez que el producto inicia su recorrido comercial. “Creo que se tiene de mí una imagen diferente de lo que soy en realidad. Cuando los directores me conocen, ven que me esfuerzo todo lo que puedo: estudio mucho mis papeles, estoy abierto a todo tipo de locuras, modulo mi acento o pierdo peso de un modo radical; también me voy tarde del set y machaco con preguntas al equipo hasta estar seguro de que comprendo lo que esperan de mí. Sin querer sonar presuntuoso, pienso que soy alguien que quiere hacer su trabajo de la mejor manera posible. En ocasiones, de hecho, la gente de mi entorno me dice que me calme, que no me sumerja tanto en la mentalidad de un rol porque me puede acabar pasando factura; pero es mi modo de ver la profesión. De hecho, creo que este proceso me está sirviendo también para conocerme mejor a mí mismo. Y he llegado a la conclusión de que soy alguien bastante intenso”, bromea el gallego.
ESTILISMO JESÚS CICERO PRODUCCIÓN ALICIA GARCÍA DIRECCIÓN DE ARTE FER VALLESPÍN