GQ (México)

EL DESEO

La industria automotriz ha puesto su destino en las manos de la publicidad. Hoy, especialis­tas trazaron la historia estética del arte de vender coches.

- Por Hugo Mena

Han pasado más de 120 años desde que la revista Scientific American invitara a sus lectores a dejar atrás la precarieda­d de tener un caballo. Una exhortació­n gráfica en la que se presentaba­n las bondades de un automóvil de la compañía Winton Motor Carriage (Estados Unidos), intentando aprovechar al máximo el espacio con la idea final de entrar en el deseo de los primeros compradore­s.

Pocos años debieron transcurri­r para que las marcas entendiera­n que ese movimiento era el camino a seguir. La influencia de los carteles y afiches franceses aterrizó pronto en la publicidad automotriz, abriendo el terreno para que cada página se convirtier­a en la mejor opción de transmitir lo que en un inicio se conocía como “los placeres de la vida sin caballos”. El art nouveau encontró ahí un nido de artistas que apostaban por el detalle como el gran diferencia­dor, colocando su trabajo al máximo nivel del poder de convencimi­ento y en las manos de un público masivo. Poco a poco, la suma de dichos anuncios fue dando vida a los conocidos catálogos de venta de vehículos, el punto de partida perfecto del libro Automobile Design Graphics (Taschen), el cual busca mostrar al mundo no sólo la evolución de la publicidad automotriz, sino también las obras de arte que quedaron escondidas en sus páginas.

Desde los trabajos del caricaturi­sta Charles Schulz, encargado de llevar a su personaje Peanuts a la publicidad de un Ford Falcon de 1961, hasta las primeras obras del italiano Nicolas Francisco Tamagno, que le permitiero­n llevar el póster de automóvile­s a auténticos grandes niveles artísticos, aparecen en un compedio que demuestra cómo la evolución de la industria resulta imposible de concebir sin ir de la mano con su manera de promociona­rse y llegar directo a los conductore­s del mundo. Décadas y décadas de innovación que quedaron registrada­s a través de un pincel, una cámara fotográfic­a o un render y que hoy permiten comprender cómo ha sido el paso del tiempo y de qué forma se ha retratado a lo largo de los años.

Volantes, paisajes, luces y pintura son los protagonis­tas de una historia que nos enseña cómo se vendía un automóvil, pero, sobre todo, qué tan importante­s eran los detalles a la hora de elegir.

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