EL TIEMPO DE UNA SUPERMODELO
Pensar en supermodelos es pensar en Cindy Crawford, tan obvio como hablar de precisión relojera y tener en mente a Omega. Estos dos grandes nombres han sumado fuerzas para crear una de las relaciones más estables de la moda durante 20 años consecutivos. Tras realizar un magnífico recorrido por la gastronomía y paisajes de Lima, en Perú, asistimos a la apertura oficial de la boutique Omega en la capital peruana y nos sentamos con Crawford para platicar sobre sus años como embajadora, su notable carrera como modelo y su gran amistad con Omega. ¿Qué es lo primero que te viene a la mente sobre tus inicios en el modelaje? Nueva York. Comencé modelando en Chicago y crecí en una ciudad muy pequeña. Cambiarte a la gran ciudad, averiguar cómo moverte, cómo pedir un taxi... Era nuevo, muy emocionate, aterrador y grande. Es la capital de la moda mundial y ahí fue donde di el salto de catálogos a portadas de grandes revistas. ¿Qué diferencia encuentras entre el modelaje de los años ochenta y noventa, con el actual en el que Internet y la tecnología son fuertes pilares en la carrera de las modelos? El acto de modelar, que es estar frente a la cámara y entender lo que hace que una imagen se vea bien, no ha cambiado. Las redes son una herramienta grandiosa, pero vienen con una gran responsabilidad. ¿Hay algún momento durante estos 20 años, que tenga un significado especial dentro de tu historia con la marca? Dos. ¡La primera vez que monté un elefante! Fue durante un evento en la India, ahí todo es colorido, ¡es un espectáculo! El segundo, el que más me ha afectado, fue hace dos años. Fuimos con Orbis a Trujillo, Perú, para ver el trabajo que hacen juntos. Ahí presencié la cirugía ocular de una niña de cuatro años.