¡HOLA! México

VICKY MARTÍN BERROCAL EN SU ENTREVISTA MÁS ÍNTIMA Y REVELADORA, ANTE SU CINCUENTA CUMPLEAÑOS

La diseñadora recuerda su complicada infancia y su lucha contra la báscula. También nos habla de Manuel Díaz y Manuel Benítez

- Texto: ANTONIO DIÉGUEZ Fotos: VALERO RIOJA Producción: MARÍA PARRA Estilismo: BEATRIZ MORENO DE LA COVA Agradecimi­entos: COOLROOMS PALACIO DE ATOCHA HOTEL

HACE años, Vicky Martín Berrocal le pedía a su entrenador llegar a los cincuenta con el cuerpo de Jennifer Lopez. Ahora que cumplió medio siglo de vida el pasado sábado 11 de marzo, la diseñadora no puede estar mejor. «Eso se lo dije a mi entrenador, pero es imposible», confiesa a ¡HOLA!, tras soltar una carcajada. «Cada una tiene sus cartas y es como es. Somos irrepetibl­es. Ella tiene lo suyo y yo lo mío. Hay que sacar la mejor versión de cada una con lo que tenemos», dice antes de añadir: «Durante estos años siendo conocida, se ha visto mi “cara A”, la positiva, con personalid­ad, valiente, trabajador­a, que parece que no sufre. Pero hay una “cara B”, que muestro en el libro por primera vez, para que se entienda cómo he sacado la “cara A”».

La diseñadora se refiere a «La felicidad ni tiene talla ni edad», donde repasa su vida y sus insegurida­des. «El mensaje es que no quiero ser perfecta, quiero ser feliz. Es decir, sacar mi mejor versión». Además, Vicky habla con ¡HOLA! del acercamien­to entre su exmarido, Manuel Díaz «El Cordobés» —con quien tuvo a su hija, Alba— y su padre, Manuel Benítez.

—¿Cómo afrontas los cincuenta?

—Encantada de la vida. Desde la libertad, la seguridad y sin miedos. Llego a los cincuenta conociéndo­me muy bien, mucho más segura y en mi mejor versión. En mi versión de madre, estoy viviendo el momento más bonito con mi hija. Cada día disfrutamo­s más estando juntas: viajamos, hablamos mucho… Alba me ha enseñado a gestionar esa relación entre madre e hija.

—¿Cómo vas a celebrarlo?

—Cuando cumplí treinta años, invité a 200 personas y alquilé un palacete en Sevilla. Todo a lo bestia. Desde entonces, hacía grandes fiestas. Cuando empecé a escribir el libro, ya lo tenía todo para celebrar mis cincuenta: una cena para 200 personas y en una finca en Sevilla que ya había alquilado. Pero, con este libro, ha ido saliendo una Vicky con un perfil más íntimo y que no es protagonis­ta. Me he dado más cuenta de lo importante y ya no forman parte de mi vida esas cosas que creía que eran lo máximo. Por eso, he decidido hacer una cena para mis 50 personas favoritas del mundo.

—Con cincuenta, ¿qué ves al mirarte al espejo?

—Me gusto mucho más, soy feliz con mi cuerpo. Pero no porque tenga una talla 42 y antes una 46, porque también he llorado con una 40. No es cuestión de talla, sino de actitud y de cabeza. Me he aceptado. Hay que aceptarse y agradecer lo que tenemos, sin pensar en cosas que no tienen ningún sentido. No tenemos que ser perfectas, tenemos que ser felices. Ya está bien de que la mujer pueda con todo y ya está bien de juzgarnos a nosotras mismas. No voy a cambiar el mundo, pero, como tengo un altavoz, decidí aportar mi grano de arena

«La báscula ha sido un problema en mi vida, una lucha constante. He llorado mucho frente al espejo y al vestirme. Ha habido días que no he salido de casa por no verme bien, aunque todo el mundo me veía bien»

«Me gusto mucho más. Pero no por tener una talla 42 y antes una 46. También he llorado con una cuarenta. No es cuestión de talla, sino de actitud y cabeza»

«Ahora no tengo complejos. He llegado a los cincuenta feliz conmigo misma, aceptando lo que soy y sacando mi mejor versión»

y decir: «La edad no es importante. Ni los kilos y el peso». Tras 18 años con mi firma y desnudando a la mujer, no me he encontrado a ninguna sola que esté feliz con su cuerpo y no tenga complejos. Ni una, y eso que he vestido a muchas mujeres en la alfombra roja.

—¿Te ha costado cincuenta años asumir tu cuerpo?

—Me ha costado cincuenta años sacar mi mejor versión en todo: como madre, como hija, como amiga, como profesiona­l.

—En «La felicidad ni tiene talla ni edad», tu libro, hay una frase demoledora: «Me han llamado gorda toda la vida».

—Toda la vida. De pequeña, me llamaban gorda y tenía miedo a saltar a la comba, jugar, tirarme de cabeza a la piscina… Cosas que han limitado mi vida. Luego, me lo han llamado sin decirlo. Por ejemplo, he ido a un «showroom» a por ropa para una fiesta y sólo tenían tallas 36 y 38. No me han dicho gorda, pero no había nada para mí.

—¿Qué talla tienes ahora?

—Ahora, la cuarenta y dos. He tenido hasta la cuarenta y ocho.

—¿Has llorado mucho ante la báscula?

—Sí, claro. La báscula ha sido un problema en mi vida, una lucha constante. He llorado mucho frente al espejo y al vestirme. Ha habido días que no he salido de casa por no verme bien, aunque todo el mundo me veía bien. Pasa una cosa. Cuando alguien te dice que te ve guapa, te da el subidón. Pero cuando te dicen: «Te veo un poquito más gordita», te joroba el día. No debería pasar eso.

«Cuando vi a Manuel y al Benítez juntos, lloré y me acordé de mi padre, de esa lucha de tantos años. Todos hemos puesto de nuestra parte. Benítez no podía irse sin que sucediese esto»

«Al igual que Alba, me quité pecho hace años. Tenía muchísimo y era muy incómodo. No sé si tenía una 120… Era sobrehuman­o. Ahora tengo una 95»

«Benítez ha encontrado su media mitad, no se separan. No puede haber mayor regalo en la vida que encontrart­e con tu hijo con ochenta y pico años y conocer a ese ser» «Siempre le he dicho a mi hija: “Aprende a decir no. Gústate, que este es tu cuerpo. Defiéndelo y aprovéchat­e de él”»

Tú eres la primera que te tienes que mirar y sacar lo bueno. Hay referentes que no son grandes bellezas y que han conseguido darle la vuelta a la tortilla.

SU LUCHA: NO SER JUZGADA —¿Cómo te enfrentas ya a la báscula?

—No hay miedos, me da igual. Cuando alguien me dice que ahora es fácil hablar desde mi mejor versión, que si me cuido y hago tratamient­os… No es justo. En las redes siempre hay comentario­s… Ahora contesto desde las buenas maneras: «Qué triste que una mujer sea la que habla así a otra mujer, la juzgue y la machaque. Pero, si opinas así, no tengo más que hablar. Un beso». Lo que más me duele no es el comentario, sino que venga de una mujer. Mi lucha es que no me juzgue nadie.

—¿Te haces fuerte frente a los comentario­s?

—Pero porque he tenido ese armazón que me creé. Me ha ayudado eso genético de mi padre, que le daba igual ocho que ochenta. También mi madre, aunque hay veces que me rompía a llorar. La primera vez que me llamaron gorda fue en el colegio. Cuando me fui a estudiar a Suiza, tenía una talla cuarenta y cuatro. No rellenita, era una niña gorda. Pero nadie tiene que venir a decirme nada. Que yo me miro al espejo por las mañanas y sé quién soy.

—Ahora se habla de «gordofobia»…

—Lo he sufrido siempre. Por eso, cuando me dediqué a la moda, dije: «No va a haber una señora que entre por la puerta de mi tienda y no haya talla para ella».

—En últimas vacaciones con João hubo un punto de inflexión.

—Estábamos en República Dominicana en Fin de Año con mi familia y la suya. Me tumbé en la playa y, cuando quise darme un baño, necesité la mano de mi madre y la de João para levantarme de la hamaca. No era capaz ni de cruzar las piernas. Me di cuenta de que estaba con obesidad.

—¿Cuánto pesabas?

—Casi noventa y seis kilos. Ahora estoy en setenta y dos; he perdido casi veinticinc­o kilos. A finales de 2020 empiezo a entender que tengo que sacar tiempo para mí, que yo soy lo más importante que tengo. Con esa presión social, la mujer es muy de dejarse para el final: ser la mejor madre, ocuparse del niño, de la casa, del trabajo… Entonces te abandonas. Pero no, tú eres lo más importante. Si quieres ser feliz, lo tienes que conseguir sola.

—¿Ha sufrido tu hija por la talla?

—No. Siempre le he dicho: «Aprende a decir no. Gústate, que este es tu cuerpo. Defiéndelo y aprovéchat­e de él». Pero Alba no ha tenido una talla cuarenta y cuatro en su vida. De chica era muy delgada. Cuando desarrolla, es cuando se convierte en ese mujerón y empieza a tener ese pecho. Por eso se operó.

—Las chicas de su edad se están reduciendo el pecho, pero antes había obsesión por la talla grande.

—Alba tenía que quitarse, su pecho no era normal. Al tener una espalda estrecha, el médico le dijo que iba a ser un problema. Luego no dormía… Alba no se operó por estética. Le gustaba ese pecho, pero era imposible. Yo también me operé hace muchísimos años. Tenía muchísimo y era muy incómodo. No fue por estética. No me acuerdo cuánto me quité… No sé si tenía una 120… Era sobrehuman­o. Ahora tengo una 95, aunque no sé si con la última pérdida de peso…

—Pero si estás estupenda.

—Ah, no tengo complejo. Ninguno. Ni quiero tenerlos. He llegado a los cincuenta siendo feliz conmigo misma, aceptando lo que soy y sacando esa versión de mí. Ha habido trastornos, mucha ansiedad con la comida, momentos en los que estuve a punto de caer profesiona­lmente. Dirán que soy una exagerada, pero lo juro. Los primeros diez años de mi firma no tomé ni un euro. Estuve batallando con esos sueldos, esa presión… Creía en mí, pero sacrifiqué mucho y lloré mucho.

«FAMILIA DESESTRUCT­URADA» —Ahora que cumples cincuenta, ¿qué balance haces de tu vida?

—Dentro de todo lo que he vivido, la vida me ha tratado bien. Aunque lo haya pasado mal, no ha habido ni un segundo de mi vida que no haya estado agradecida. El aceptar y el agradecer son dos herramient­as vitales para ser feliz.

—Pero tu infancia no fue fácil, por la situación de tus padres.

—No la recuerdo difícil. No tengo un recuerdo de mi padre en un desayuno, de un domingo levantándo­me con él, viendo una película juntos o saliendo a un parque… Pero ni pregunté ni juzgué. Simplement­e, me tocó eso. Yo me enteré de que tenía hermanos con veinte. O lo sabía, pero no los conocía. Todo era tan raro… Mi padre estaba con dos mujeres a la vez. He nacido en una familia desestruct­urada.

—Lo dices con normalidad…

—Con diez años tuve a mi padre y recuperamo­s el tiempo. Es como le ha pasado a Manuel (Díaz «El Cordobés»), que ha tardado cincuenta y cuatro años. Pero mi padre exprimió el tiempo y todo lo que sé lo sé por él y por mi madre. A Manuel y a mí también nos une que los dos no nos hemos cuestionad­o nada ni nos hemos quejado. De pequeña entendí que esa era mi vida y no iba a juzgar a mi padre ni a mi madre.

—¿Tu madre llegó a tener relación con la otra mujer de tu padre?

—Aunque mi madre se enteró de que mi padre tenía otra mujer al tiempo, las dos terminaron llevándose bien. Mi padre se sentaba con las dos mujeres y los hijos.

—Es fuerte, la verdad.

—Dime si no lo es. Cuento todo esto y más para que cualquier mujer diga: «Yo me quejo de mi vida, pero Vicky también ha tenido lo suyo, en lo personal y en lo profesiona­l. Y si ella ha conseguido su mejor versión, yo también puedo».

—Pese a no disfrutar de tu padre hasta los diez, nunca tuviste rencor.

—Lo comparo mucho con el tema de Manuel (Díaz). ¿Qué le ha echado en cara en cincuenta y cuatro años a su padre, al Benítez? Nada. Yo también podía haberle dicho al mío: «¿Cuándo vienes? ¿Por qué solo me llevas a comprar juguetes y no duermes en casa?». Yo tenía esa sensación de abandono cuando era pequeña, porque yo vivía con mi madre. Cuando mi padre aparecía, mi madre desaparecí­a, porque no había buena relación. Mi padre se enteró de que tenía una hija cuando nací… La historia es «heavy».

—¿Cuál es el secreto para que se lleven bien hermanos de madres distintas, como es tu caso?

—Yo soy de llevarme bien… Hay momentos en los que no entiendo que las mujeres se lleven mal…

—Pero compartir un hombre no es fácil… —¿Serías capaz de compartirl­o?

—¡Ni muerta! ¡Cómo voy a compartir un hombre! Yo me hubiese ido nada más enterarme de que mi padre tenía otra mujer. Yo he gestionado tan mal el amor… Para mí, el amor era sufrimient­o, ansiedad, angustia… Creo que por lo que viví…. Mi madre ha tenido que pasar miedos y yo nací con eso. Por eso, he tenido que hacer mucha terapia.

—Hablemos del acercamien­to de Manuel Benítez y Manuel Díaz.

—El destino manda. Todo pasa cuando tiene que pasar. Ahora quieren recuperar el tiempo y tienen todo el del mundo. No se separan. Creo que el Benítez ha encontrado su media mitad. No puede haber mayor regalo en la vida que, con ochenta y pico años, te encuentres con tu hijo y conozcas a ese ser. Maravilla de regalo de la vida.

—¿Cómo te enteraste tú?

—Manuel (Díaz) me llamó. Cuando me encontré con él, me lo enseñó todo. Cuando los vi juntos, lloré y me acordé de mi padre, de esa lucha de tantos años. Pero esto no viene de ahora, es de hace un año. Todos hemos puesto de nuestra parte. Benítez no podía irse de este mundo sin que sucediese esto.

—¿Y por qué ahora y no antes?

—La vida. Cada uno ha dado pasos y han ido encajando las piezas.

—Dijiste que Alba no conocería a su abuelo hasta que él no conociera a su padre...

—Hace años, con el miedo a que Manuel Benítez fuese mayor, le dije a Alba que me encantaría que ella conociera a su abuelo. Al final, mi padre y él eran muy amigos. Intenté acercarla, pero ahí Alba me contestó: «Si mi padre no conoce a mi abuelo, yo tampoco».

«Mi infancia no la recuerdo difícil. Pero no tengo un recuerdo de mi padre en un desayuno, de un domingo levantándo­me con él o saliendo a un parque»

—¿Tu hija ya conoce a su abuelo?

—Ella está feliz. Ha encontrado un abuelo de carne y hueso, que es el único que tiene.

—Te llevas especialme­nte bien con Manuel.

—Con todos (mis «ex»), pero sí. No es por la hija. El secreto es recordar lo bueno. Por supuesto, cosas malas hubo para que se terminara lo nuestro. Sería estúpido decir que todo fue maravillos­o. Pero siempre hay que quedarse con lo bueno y no acordarte ni un segundo de lo malo.

—¿Y llevarte bien con su mujer, Virginia Troconis?

—Eso es ser muy generosa y querer mucho a esa persona. Cuando tú quieres a alguien de verdad, como yo a Manuel, lo único que deseas es que sea feliz. Ahora que es un hombre completo —por el encuentro—, estoy más que agradecida.

SUS DOS GRANDES AMORES —¿Te apetece tener pareja?

—Me apetece que la vida me sorprenda. Sé vivir sola y no necesito un hombre para sentirme completa. Ninguna mujer lo necesita. Pero, si llega… A todas nos gusta sentirnos enamoradas.

—¿Con qué relación te has sentido más feliz?

—El amor es muy diferente a los veinte que ahora. Por un lado, está el gran amor de mi vida que es Manuel. En el programa de Julia Otero, dije que conocí el amor el día en que conocí a João. Con Manuel, claro que lo conocí, que me casé con él y

tuve a Alba. El problema es que éramos dos niños. Luego, he sido tremendame­nte feliz con João y me enseñó otro tipo de amor. También aprendí a gestionarl­o y dejé los miedos.

«Lo comparo mucho con Manuel (Díaz). ¿Qué ha echado en cara en cincuenta y cuatro años a su padre? Yo también tuve esa sensación de abandono» «Estos meses «Estos últimos meses han últimos sido han muy sido de terapia muy de terapia para mí, para de mí, necesitar de necesitar estar estar sola. sola. Pero Pero tengo tengo una una sensación sensación de de que que alguien alguien me me va va a sorprender» sorprender»

—Hace un año no descartaba­s reconcilia­ción.

—No quiero sonar a que quiero volver con João, no. Pero no descarto nada. Si la vida hace para que nos juntemos…

—Siempre hablas muy bien de él.

—Y seguiré siempre. Hay una frase que lo resume todo: «Si está para ti, ni aunque te quites. Si no está para ti, ni aunque te pongas». Tú puedes querer en tu vida lo que quieras, pero como no esté para ti… Y tú puedes no quererlo y, como esté para ti, va a ser para ti.

—¿En este tiempo no has conocido a nadie?

—No —pausa— , he estado muy tranquila…

—No suena muy convincent­e…

—Creo que no he estado preparada —ríe.

—Aun así, ¿no has conocido a otra persona?

—No he estado preparada. Estoy siendo sincera. Los primeros meses volví a España —vivía en Portugal con João—, aterricé y mi mundo me abrazó Después, en verano, necesitaba vivir mi vida. Luego, estos meses últimos han sido muy de terapia para mí, de necesitar estar sola.

—Pero se te habrán acercado hombres, ¿no?

—Dicen que las mujeres que más pueden gustar o ser más admiradas duermen solas, aunque muchos hombres sueñan con ellas —ríe.

—¿Que no ligas? Eso no te lo crees ni tú.

—Creo que no doy pie. Estoy muy en mí. Pero creo que algo va a llegar a mi vida… Tengo una sensación de que alguien me va a sorprender.

—¿Qué valoras en un hombre ahora?

—Yo siempre he dicho que necesito un hombre de verdad, que me dé la mano de verdad, que sea legal, que sea leal, que me haga reír, que no venga a nada más que hacerte feliz… Yo ya soy feliz, y eso es lo importante. Lo primero que tenemos que conseguir es ser felices nosotras mismas. Luego, ya si viene alguien que te hace más feliz, bien. Pero, primero, nosotras.

—Alba sí tiene pareja. ¿Qué te parece?

—Como él está en Murcia, no le conozco mucho, la verdad.

EN los últimos años, es más habitual ver a Angelina Jolie en cualquier rincón del planeta donde pueda poner su granito de arena para ayudar a los demás que en las alfombras rojas con la flor y nata de la Meca del Cine. Y, ahora, la «gladiadora» de Hollywood, abanderada en primera línea de numerosas causas sociales, vuelve a alzar la voz en favor de las mujeres y del medioambie­nte. La actriz, embajadora de Guerlain y madrina de «Women For Bees», el programa de formación de apicultora­s puesto en marcha por la «maison» en colaboraci­ón con la Unesco, ha inaugurado una nueva fase del mismo en México. Guerlain y Angelina viajaron a la península de Yucatán en febrero para poner en marcha una nueva iniciativa plurianual de formación y conservaci­ón con la Fundación Selva Maya (FSM), una organizaci­ón sin ánimo de lucro comprometi­da con la protección de las

melipona beecheii, las abejas sagradas de la antigua civilizaci­ón maya. «Me reuní con las inspirador­as mujeres mayas de esta región que están ayudando a preservar la abeja más pequeña y antigua del mundo. Esta abeja, uno de los principale­s polinizado­res del ecosistema de la selva maya, es muy importante para mantener el equilibrio de la biodiversi­dad en esta región, pero lamentable­mente corre el riesgo de extinguirs­e. La iniciativa de Guerlain «Women For Bees» es un pequeño paso hacia la búsqueda de soluciones. Nuestra reciente visita de campo en colaboraci­ón con la Fundación Selva Maya ha sido una oportunida­d para aprender más», dice la actriz y directora. Ahora que se celebra el Día Internacio­nal de la Mujer, Guerlain cumple tres años de actividade­s y acciones concretas para apoyar a las mujeres a través de la educación y la formación sobre las abejas —su bienestar, conservaci­ón y repoblació­n— y la actividad profesiona­l sostenible impulsada por expertos. A partir de este año, también con ONG locales de referencia.

Ha inaugurado, en México, una nueva fase de «Women for Bees», el programa de formación de apicultora­s puesto en marcha por GUERLAIN y la UNESCO

 ?? ?? A lo largo de su vida, Vicky se ha enfrentado a muchos obstáculos que le han generado miedos e insegurida­des. Afortunada­mente, los ha logrado vencer con ayuda psicológic­a. «Yo hago mi terapia todas las semanas. Siempre lo he reivindica­do. Cuando he tenido miedo a cosas, he acudido al psicólogo o al psiquiatra. No
tengo ningún problema en contarlo», dice a ¡HOLA!
A lo largo de su vida, Vicky se ha enfrentado a muchos obstáculos que le han generado miedos e insegurida­des. Afortunada­mente, los ha logrado vencer con ayuda psicológic­a. «Yo hago mi terapia todas las semanas. Siempre lo he reivindica­do. Cuando he tenido miedo a cosas, he acudido al psicólogo o al psiquiatra. No tengo ningún problema en contarlo», dice a ¡HOLA!
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estudiara francés»
La vida de la diseñadora tiene unos capítulos muy llamativos, como cuando estudió en Suiza. «Estuve en Lugano, en TASIS», nos cuenta. «Estudié con el hijo de Robert de Niro, Raphael. Aunque yo tenía catorce, me hice como muy madre de él y le cuidé muchísimo. No le volví a ver», recuerda antes de añadir: «Luego, estuve en Montreux, porque mi padre quería que estudiara francés»
 ?? ?? Vicky posa para ¡HOLA!, antes de recordar los momentos más difíciles de su vida. Pese a todo, como dice su nombre, ha logrado vivir victoriosa. «En la vida te dan unas cartas», nos explica la diseñadora. «No sé si la gente entiende que nos han dado unas cartas y las mías no son las mismas que las tuyas. Con las que yo tengo me tengo que defender y tengo que vivir. A partir de ahí, entendí que se
le puede dar la vuelta», afirma
Vicky posa para ¡HOLA!, antes de recordar los momentos más difíciles de su vida. Pese a todo, como dice su nombre, ha logrado vivir victoriosa. «En la vida te dan unas cartas», nos explica la diseñadora. «No sé si la gente entiende que nos han dado unas cartas y las mías no son las mismas que las tuyas. Con las que yo tengo me tengo que defender y tengo que vivir. A partir de ahí, entendí que se le puede dar la vuelta», afirma
 ?? ?? A la derecha, Vicky, con a Manuel Díaz «El Cordobés» —con el que estuvo casada entre 1997 y 2001– y la hija que tuvieron juntos, Alba, que tiene veintitrés años y es «influencer». Pese a su separación, Vicky siempre ha apoyado a Manuel en todo momento y ha auspiciado el acercamien­to con su padre. «Siempre he estado por ahí», asegura ella
A la derecha, Vicky, con a Manuel Díaz «El Cordobés» —con el que estuvo casada entre 1997 y 2001– y la hija que tuvieron juntos, Alba, que tiene veintitrés años y es «influencer». Pese a su separación, Vicky siempre ha apoyado a Manuel en todo momento y ha auspiciado el acercamien­to con su padre. «Siempre he estado por ahí», asegura ella
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«La gente dice que quiere mucha sinceridad y verdad, pero no todos están preparados para escucharla­s. Yo no tengo miedo», nos asegura. «Sí es cierto que, cuando era adolescent­e, decía la verdad de una forma muy tremenda y podía hacer pupa. Después, aprendí a decirla de otra manera. Pero no te quedes nada para ti», apostilla
 ?? ?? «Hace poco viajé a la península de Yucatán, en México, y me reuní con las inspirador­as mujeres mayas de esta región que están ayudando a preservar la abeja más pequeña y antigua del mundo, la melipona beecheii maya. Esta abeja, uno de los principale­s polinizado­res del ecosistema de la selva maya, es muy importante para mantener el equilibrio de la biodiversi­dad en esta región, pero lamentable­mente corre el riesgo de extinguirs­e», dice la actriz y directora. El programa «Women For
Bees», puesto en marcha por Guerlain, cumple tres años
«Hace poco viajé a la península de Yucatán, en México, y me reuní con las inspirador­as mujeres mayas de esta región que están ayudando a preservar la abeja más pequeña y antigua del mundo, la melipona beecheii maya. Esta abeja, uno de los principale­s polinizado­res del ecosistema de la selva maya, es muy importante para mantener el equilibrio de la biodiversi­dad en esta región, pero lamentable­mente corre el riesgo de extinguirs­e», dice la actriz y directora. El programa «Women For Bees», puesto en marcha por Guerlain, cumple tres años
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