¿Esperar?
Muchos de nosotros seguimos a la espera de que la pandemia acabe y el confinamiento sea cosa del pasado. Todos queremos nuestra vida normal. Esperamos con ansiedad, como si se tratara de una fecha fija, como cuando los niños quieren que sea Navidad.
Esperamos para volver a abrazar a nuestras familias y seres queridos
Esperamos para regresar a la escuela Esperamos para volver a nuestra oficina, despacho, taller, tienda o restaurante a trabajar Esperamos para negociar nuevas oportunidades con socios
Esperamos que sean los tiempos adecuados para viajar
Esperamos con cierta inocencia, con demasiada incertidumbre
Esperamos con ilusión y esperamos sin razón
Porque además ponemos la esperanza en millones de ciudadanos que actúan irresponsablemente: haciendo fiestas y reuniones, ignorando el uso de la mascarilla cubrebocas, desafiando todos los días al virus.
Porque además ponemos la esperanza en las falsas noticias, en los nuevos gurús de YouTube, en los teólogos de las conspiraciones del nuevo orden mundial, en los negociantes que anuncian la prevención y la cura del virus con gotitas milagrosas.
Porque además ponemos la esperanza en un gobierno pasivo, sin planes de acción, sin capacidad de aceptar errores y re encaminar la ruta, en un gobierno que simplemente ha dejado a la nación a la deriva… esperando que esta crisis se resuelva sola… Otra falacia de la esperanza.
El asunto es que la esperanza no da para reactivar nuestras empresas y la economía de un país. La esperanza es casi un acto de fe. Esperar es poner la veladora, anhelando que el milagro suceda.
Todos tenemos que reaccionar, pensar, analizar, echar en marcha nuevos proyectos ahora, actuemos ya sin estar a la expectativa de esa “nueva normalidad”.
Dejemos de esperar… nos haría bien.