Adoptar y adaptarse al futuro
Nuestras esperanzas y expectativas de que esto (la pandemia) termine, parecen cíclicas; el asunto es que es muy difícil aceptar que el mundo no será igual, pero nos aferramos a la idea. Por supuesto que ya vemos una luz al final del túnel, ciertamente los contagios van a la baja (o la menos se mantiene la meseta) y el número de vacunados crece día a día.
Cosas que no cambiarán o no deberían modificarse: la nueva higiene extensiva, el lavado continuo de manos, la distancia social en espacios públicos o laborales, el uso de la mascarilla cubrebocas, los arcos o aduanas sanitarias a la entrada de plazas o edificios y la conciencia que somos una especia vulnerable.
Los gobiernos deberían poner sus esfuerzos y presupuestos en la ciencia, la educación y los sistemas de salud pública. El trabajo remoto ha demostrado un valor notable: descongestiona el tránsito de las ciudades, la gente está menos estresada y puede ser altamente productiva desde su hogar. Las compañías ahorran considerablemente en rentas y gastos de operación. Aquellas compañías que no requieran de operación de líneas de producción o distribución, de máquinas herramientas o de espacios especializados, tendrían que subirse al tren de la nueva modernidad y adoptar una nueva cultura laboral.
Como dice la canción, se aproximan vientos de cambio. Individuos, comunidades, sociedades, empresas, corporaciones, entes culturales, organismos científicos, naciones, gobiernos.. todos tendremos que adaptarnos y entender que el futuro no es como pensábamos, pero que puede ser mejor.