El divino femenino
Crecer con papás divorciados significó una gran lección de independencia desde pequeña. Mi mamá, una workaholic en toda la expresión de la palabra, me enseñó que el trabajo era la prioridad desde que su oficina se convirtió en mi playground a los seis meses. Convertirme en toda una girlboss no era una opción, sino un mandamiento; una historia que Sofía
Alva conoce bien: “Crecí viendo a mi mamá depender económicamente de mi papá, y a las creencias en casa, o te suscribes o las polarizas. Nunca juzgué esa dinámica, pero sin duda la polaricé. Jamás quise depender de nadie, pero a medida que fui creciendo y teniendo relaciones afectivas, me di cuenta del miedo que tenía de recibir”. A esta energía de recibir se le conoce como el “sagrado femenino”, un estado de consciencia que no tiene nada que ver con el género, sino en estar en contacto con tu energía creadora. Esto se suprime en muchas de nosotras por la necesidad de aprender a sobrevivir en un mundo de hombres, que nos ha orillado a masculinizarnos para estar “a la altura” en el trabajo: “Vivimos en una necesidad de estar constantemente activas, porque el éxito se mide en qué tan ocupada estás. Pero no nos damos cuenta que necesitamos tiempo para contraernos, para mirar adentro y honrar nuestro propio ciclo”. Y entonces llegan los desbalances hormonales, resulta que el estrés es uno de los factores que más afectan el ciclo, aumenta los problemas cardiacos y la infertilidad. Una de las principales razones que lo provocan es la desigualdad salarial, donde las mujeres tienen que trabajar más del doble para poder generar el mismo ingreso que un hombre. “Me diagnosticaron SOP (Síndrome del Ovario Poliquístico) después de cinco meses sin tener mi periodo. Se dice que un ciclo menstrual sano es el sexto signo vital para las mujeres. ¿Cuántas de nosotras somos irregulares y no le damos importancia?”. Este síndrome, afecta 13% de las mujeres (de las que se sabe, porque 70% no llega a ser diagnisticada en toda su vida). Tenemos entonces por sentado que 1/10 mujeres tienen ya como parte de su fisionomía un síndrome que las afectará el resto de sus vidas. Sumando el factor estrés, el esfuerzo por sintonizar nuestra energía masculina para lograr alcanzar todas esas metas que nos imponen, resulta que, podría estarnos matando. Pero para empezar, ¿cómo podemos volver a nuestro divino femenino si siempre nos han hecho sentir vergüenza de nuestra propia anatomía ? “El útero es un portal que puede crear vida, literalmente. ¿Qué tan conectadas estamos con esta parte de nuestro cuerpo? Nos enseñan que es un objeto de placer para el otro. Que no nos toquemos hasta que estemos casadas con otro. Nadie nos dice que literalmente tenemos un órgano sólo para sentir placer. Te hacen sentir culpable al tener relaciones y cuando creces te das cuenta que no te conoces. La sociedad nos enseña que tenemos que cubrir partes de nuestro cuerpo, a no autoexplorarnos, a no amarnos completas”. Para volver a sintonizar esta energía hay dos sencillos pasos: hacer las pases con nuestro placer y volver nuestra vida un ritual. “Hoy entiendo que también puedo parar y descansar, de hecho tengo que hacerlo para que mi cuerpo funcione de la manera correcta. Pero también sé que puedo apagar ese switch de perseguir constantemente y recibir de los otros”.
“Nos enseñan a crecer con culpa y vergüenza de nuestro cuerpo, por lo que ni siquiera conectamos con nuestra propia anatomía. ¿Por qué nuestro valor y placer tendría que depender siempre del de enfrente?”