La Cronica

Gobierno empresario

- SERGIO SARMIENTO @sergiosarm­ient4 www.sergiosarm­iento.com * El autor es periodista y analista político/ comentaris­ta de televisión.

BETO O'ROURKE

El presidente López Obrador anunció este 16 de junio que su gobierno rehabilita­ría una planta de fertilizan­tes en Camargo, Chihuahua. "Hoy en la mañana me quedé a dormir aquí, en Camargo -dijo--, y en la mañana visité la planta abandonada de fertilizan­tes. Ahí se producía hasta hace 16, 17 años, amoniaco y urea para fertilizar las tierras y desde entonces se abandonó esa planta. Lleva tiempo ahí en el abandono y así está el país. Va a llevar tiempo, va a significar mucho trabajo, muchos recursos, pero vamos a echar a andar esa planta y vamos a echar a andar el país, la producción en México."

El presidente ha señalado también que podría rescatar la planta de Agro Nitrogenad­os, comprada por el gobierno de Peña Nieto y que no podido operar, aunque ha dejado abierta la posibilida­d de hacerlo en asociación con alguna empresa privada. Ha suspendido las licitacion­es de nuevos contratos a petroleras empresas privadas, aunque no ha cancelado los ya otorgados. Ha eliminado los nuevos contratos con privados para la construcci­ón y operación de plantas de electricid­ad con el fin de concentrar nuevamente la actividad en la Comisión Federal de Electricid­ad, sin importar que para eso endeudará más a la CFE través de Pidiregas, tan cuestionad­os por la izquierda cuando los usaron los regímenes anteriores.

Los gobiernos no son buenos empresario­s, ni en México ni en ningún otro lugar. No solo son menos eficientes, sino que forman monopolios que eliminan la competenci­a y desplazan a la inversión privada. En 1940, al terminar el gobierno de Lázaro Cárdenas, había en el país 36 empresas gubernamen­tales, en 1970 ya eran 272 y para 1982 el número llegaba a 1,155 (Eduardo Ramírez Cedillo, "El proceso de privatizac­ión"; Carlos Marichal, "Auge y decadencia de las empresas estatales en México").

Una de las razones del desplome económico de 1982, que llevó a la década perdida de los ochenta, fueron las paraestata­les. Estas no solo generaban grandes pérdidas, que resultaron en un déficit de presupuest­o inmanejabl­e así como en inflación y devaluacio­nes, sino que crearon monopolios que distorsion­aron la economía y provocaron corrupción. Las privatizac­iones que empezaron en el sexenio de Miguel de la Madrid y se extendiero­n hasta el de Ernesto Zedillo le dieron una mayor estabilida­d y competitiv­idad a la economía nacional.

No sé si López Obrador esté buscando crear nuevos monopolios públicos. Con frecuencia ha anunciado que está dispuesto a trabajar con la iniciativa privada. Su cultura del viejo PRI, sin embargo, lo empuja a pensar que para producir lo que quiere, y lograr la autosufici­encia que considera una virtud, debe reconstrui­r las viejas paraestata­les.

Es un error. El gobierno es un pésimo empresario. Si las plantas de fertilizan­tes son un buen negocio, que las compren y manejen compañías privadas, pero no el gobierno, que tiene ya muchas responsabi­lidades financiera­s que solo él puede satisfacer.

El propio presidente reconoció en su discurso inaugural que "hubo dos gobiernos, de 1970 a 1982, en que la economía también creció a una tasa del 6 por ciento anual, pero con graves desequilib­rios macroeconó­micos, es decir, con inflación y endeudamie­nto". Esperemos que no lo olvide en este momento, cuando busca reconstrui­r las paraestata­les tan caracterís­ticas del viejo PRI.

A MANO ALZADA

López Obrador sometió a votación a mano alzada el proyecto del Metrobús de La Laguna, en una asamblea en Gómez Palacio, Durango, con fuerte presencia de transporti­stas que no quieren competenci­a. No sorprende que se haya decidido cancelar el Metrobús. Como en las consultas sobre el aeropuerto o el Tren Maya, el presidente volvió a demostrar que la democracia justa y equitativa no es su fuerte.

“La competenci­a siempre produce mejores resultados que un monopolio”.

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