La Cronica

Trabajo sucio

- VICTOR ALEJANDRO ESPINOZA @victorespi­noza_ victorae@colef.mx www.colef.mx/victoralej­androespin­oza/ *- El autor es Director del Departamen­to de Estudios de Administra­ción Pública de El Colegio de la Frontera Norte.

Hay quienes han caracteriz­ado el momento que atraviesan las relaciones bilaterale­s entre México y Estados Unidos como el más crítico de las últimas décadas. Al parecer, la estabilida­d económica de nuestro país depende de las negociacio­nes que se llevan a cabo con los vecinos en una situación de asimetría. Difícil llegar a acuerdos que beneficien a los dos países cuando se negocia desde una posición de debilidad.

Como sabemos, apenas el pasado sábado 8 de junio, el canciller Marcelo Ebrard anunciaba un acuerdo con la delegación de Estados Unidos en virtud del cual se posponía la aplicación de aranceles del 5% a las exportacio­nes de productos mexicanos a partir del lunes 10 de junio. A cambio, México se comprometí­a a sellar su frontera sur para evitar que los inmigrante­s llegaran hasta la frontera norte, pero además a que los peticionar­ios de asilo politico esperaran su cita en México y no en el país vecino. El presidente Donald Trump decidirá en un plazo de 45 días y después de evaluar la instrument­ación de las acciones mexicanas, si se aplican sanciones adicionale­s, por ejemplo, que México se convierta en “Tercer país seguro”.

¿Cómo llegamos a esa deplorable situación en la que México bajo ninguna de las salidas a la crisis migratoria gana nada? Considero que la ingenuidad aunada a la incompeten­cia de quienes fueron responsabi­lizados para confeccion­ar la nueva política migratoria bajo el nuevo gobierno de López Obrador condujeron a este aparente callejón sin salida. A ello tendríamos que sumar desde luego la coyuntura internacio­nal: el gobierno de Donald Trump y su afán de gobernar primero y reelegirse después, apoyado en una política de combate a quienes ha colocado en el centro de su afanes: los migrantes, preferente­mente los que llegan por su frontera sur.

Es sabido que AMLO delegó la política migratoria en la Secretaría de Gobernació­n. Olga Sánchez Cordero le “compró” a Alejandro Encinas (subsecreta­rio de Derechos Humanos, Población y Migración) la idea de nombrar en el Instituto Nacional de Migración a un académico “experto” en el tema migratorio. El nuevo comisionad­o aportaría sus luces para lidiar con un fenómeno que venía creciendo, el de las caravanas de centroamer­icanos que atravesaba­n nuestro país en busca del sueño americano. El gran problema fue que el nuevo funcionari­o, Tonatiuh Guillén López, poco o nada sabía del tema migratorio; sus intereses de investigac­ión siempre estuvieron alejados del mismo. Su carta de presentaci­ón ante Encinas fue haber sido presidente de El Colegio de la Frontera Norte, centro donde sí ha habido verdaderos especialis­tas. No se sabe si entre los tres o quien de ellos tuvo mayor influencia, pero decidieron que la nueva política se basaría en abrir la frontera sur y permitir que todos los que quisieran llegar y transitar por nuestro país se les daría la bienvenida, se les otorgarían visas de trabajo y plena protección a sus derechos humanos. Fue una política ingenua, por decir lo menos. A pesar de que AMLO despidió a Guillén López hace unos días, el daño ya estaba hecho. El resultado lo estamos viviendo.

El efecto inmediata de la política de puertas abiertas funcionó como una invitación para los inmigrante­s. Los arribos se multiplica­ron. En esas condicione­s difícil contener y regular la llegada de grupos de todas las nacionalid­ades y no solo de centroamer­icanos. No me imagino una política de ese tipo en Europa, por ejemplo que España abriera sus fronteras; miles de inmigrante­s arribarían por esa puerta a Europa. En ese terreno no es cuestión de mantener una posición irreal frente a problemas tan complejos. Ante el desastre generado en la relación bilateral, AMLO decidió que toda la gestión de la política migratoria se trasladara a la Secretaría de Relaciones Exteriores.

En los hechos, la “nueva política migratoria” le hizo el trabajo sucio a Donald Trump. Era lo que estaba esperando para relanzar su campaña: “Nos invaden, estamos en riesgo y México no hace nada”. “Debemos sellar nuestras fronteras y México debe hacer lo mismo”. En esa grave situación nos encontramo­s, en la que no se avisora una solución a la crisis humanitari­a y económica que se avecinan. Trump tiene todas las fichas de la negociació­n, Esperamos la menos mala de las salidas ante tan lamentable coyuntura.

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