Política de la mediocridad
Hay un estereotipo, una imagen que desde siempre se ha difundido en el mundo, respecto al mexicano: Un ranchero de calzón blanco dormido recargado en un árbol, tapándose la cara con un sombrero, dando la idea, de que los mexicanos somos flojos, mediocres, y conformistas. Nada más alejado de lo que somos la gran mayoría.
Desde mis abuelos, mis padres y nosotros como papás, hemos sido gente trabajadora, honesta, como muchos mexicanos. Vimos cómo nuestros padres, de clase media baja, trabajaban y le echaban ganas para sacarnos adelante, pagaban con mucho sacrificio asistiéramos a colegios privados, para que al estar más preparados fuéramos ciudadanos responsables. Nosotros como padres hicimos lo mismo con nuestros hijos, aunque para cubrir las colegiaturas, tuviéramos que apretarnos el cinturón, lo que finalmente valió la pena. Con mucho sacrificio logramos adquirir nuestra casa, y tener anualmente vacaciones sencillas con los niños, como lo hicieron miles de familias en esos años.
Pero ahora tenemos un Presidente que nos dice: “¿Para qué tener cosas materiales? Confórmense con un par de zapatos, una carcachita, lo más importante es tener bienestar. Las cosas no dan la felicidad. ¡Eso es para fantoches!”
Efectivamente tener cosas no es sinónimo de felicidad, ésta se construye diariamente en un ambiente de amor, armonía, fe, servicio,