Quien no chilla, no mama...
La procedencia de esta expresión ‘Quien no chilla, no mama’ la encontramos en los niños pequeños que todavía no hablan y que reclaman su alimento (el mamar la leche del pecho materno o biberón) a través del llanto. Los bebés se comunican llorando y a través de los diferentes tonos del llanto los papás pueden identificar si lo que tiene es hambre, sueño o alguna molestia o dolor. Por lo tanto, si un bebé no llorara cuando tiene hambre, quizá no podría recibir su ración de alimento.
Este es el motivo que dio origen a esta famosa expresión y se utiliza comúnmente para indicar que, si se quiere lograr algo, hay que manifestarlo e, incluso, solicitarlo repetidas veces ya sea despertando la compasión o atrayendo la atención.
Este refrán y todos los parecidos que se rezan por todo el globo terráqueo, actualmente se ha vuelto más relevante que nunca. La polarización y exageración de temas y controversias alrededor de diversas posturas culturales, políticas, económicas y sociales que se confrontan en las redes sociales, aunado a la prevalente cultura de la cancelación y la viralización efímera de todo esto, nos tienen ocupados y preocupados de muchos asuntos que en otras épocas no serían relevantes o no merecerían nuestra atención. Sobresalir por encima de esta frenética actividad y búsqueda de atención, ha provocado que muchos actores amplifiquen desmedidamente sus posturas e incluso terminen agrediendo física o virtualmente a quienes no están de acuerdo o se oponen a ellos. Disentir
se ha vuelto peligroso.
Con esta situación, lo que estamos logrando es agotar las alternativas de diálogo, de entendimiento mutuo e incluso ante una equivocación, la posibilidad de aceptarlo y ofrecer una humilde disculpa.
Ante unas elecciones intermedias federales que coinciden con las locales en nuestro estado, tenemos meses viviendo esta frenética realidad; diversos actores sociales y políticos que buscan ser tomados en cuenta y considerados para una candidatura por los partidos políticos, literalmente chillan a los cuatro vientos buscando que su voz sea más ensordecedora que la de sus competidores o detractores. Entre estos chillidos, impunemente sueltan en redes sociales verdades a medias o mentiras completas sobre sus opositores o cualquier otra cosa, olvidándose del oficio y la decencia política que ameritan estos procesos ciudadanos. Está tan turbio el ambiente electoral, que estos actores terminan embarrándose en su mismo lodo.
Esta situación se agrava aún más, cuando quienes deberían inyectar cordura en el ánimo ciudadano y liderar a nuestro país para juntos salir de la crisis imperante, mejor le apuestan al encono, a la polarización y al ensanchamiento de la profunda grieta política y social que de antemano nos divide como sociedad.
Como ciudadanos, requerimos desengancharnos de estos conflictos; debemos intentar en la medida de lo posible ser racionales, buscar en nuestros círculos el diálogo, o simplemente, no repetir y replicar cualquier escándalo que nos encontremos en nuestras redes sociales.
Lo único que verdaderamente es relevante bajo estas circunstancias, es participar con nuestro voto, y convocar a que como sociedad lo hagamos copiosamente. Ojalá los resultados sean claros y contundentes, y con ello permitan transitar hacia un mejor futuro en el que no tengamos que chillar para que nos atiendan.