La Cronica

Humor dominical

- CATÓN

"Te invito a una orgia" -le dijo un tipo otro. Y pronunció así la palabra: orgia. El otro lo corrigió: "Querrás decir 'orgía'". "No -opuso el primero-. Orgía es con mujeres". El doctor Duerf, analista de la escuela austriaca, le informó a la esposa de su paciente: "Su marido tiene doble personalid­ad". "No puede ser -adujo ella-. Si la tuviera lo haría dos veces, y casi siempre no completa ni una". Nalgarina, vedette de carpa, visitó en su departamen­to a su compañera Volupté. Observó que su amiga había cambiado su cama individual por una king size. Le dijo: "Veo que has ampliado el negocio". Don Cucoldo llegó a su casa cuando no se le esperaba, y encontró a su mujer en el lecho conyugal entreperna­da con el vecino del 14. "¡Maldito! -le gritó al aleve tipo en paroxismo de furor-. ¡Canalla! ¡Infame! ¡Miserable! ¡Ruin!". "No seas injusto, esposo -intervino la señora-. El otro día él te prestó su martillo y su desarmador". Una veintena de hombres de la Edad de Piedra perseguían a dos mamuts con sus hachas y sus lanzas. Uno le dijo al otro al tiempo que corrían a toda velocidad para escapar: "¡Joder! ¿Dónde está la Sociedad Protectora de Animales cuando más se le necesita?". Dulcilí, recién casada, le comentó a su mami: "Leovigildo me quiere mucho. Dice que podría vivir sólo de mis besos". Sonrió la señora y preguntó: "Y ¿no lo cansa ese alimento?". Respondió Dulcilí: "No. Lo que lo tiene agotado es el postre". Empédocles Etílez, Astatrasio Garrajarra y tres amigos más se corrieron una farra de órdago. En el curso del espirituos­o convivio se pusieron a cantar. Entonaron con desafinada y tartajosa voz, pero con mucho sentimient­o, canciones de nostalgia como "Hoja seca", "Nochecita", "Sentencia" y "Conozco a los dos". Cantaron luego cosas de Lara, Curiel y Gabriel Ruiz. Para el final dejaron "Tú, sólo tú" y "Amor perdido". Al término de la parranda iban a subir al automóvil, y Empédocles le dijo a Garrajarra al tiempo que le entregaba las llaves del vehículo: "Maneja tú. Estás demasiado borracho para cantar". El ordenador le propuso a la computador­a: "¿Nos enchufamos?". "Hoy no -declinó ella-. Tengo un virus". "Lástima -se entristeci­ó el ordenador-. Ahora que traigo el disco duro". Casó el experto en computació­n. La noche de las bodas su flamante mujercita exclamó con acento desolado: "¡Vaya! ¡Micro y soft!". Un sultán le pidió a otro: "Voy a ir a ir a Bagdad la próxima semana. Acompáñame". "No puedo -se disculpó el otro sultán-. Me caso el lunes, el miércoles y el viernes". María Candelaria, la flor más bella del ejido, le contó a Crucita, su amiga y confidente: "Lorenzo Rafail me besó en el camino cuando fui por agua".

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