1952: La primera historia de Mexicali
“Las bodas de oro de Mexicali”, publicada por José Castanedo en su revista Minerva, en su número de noviembre 1952-enero 1953, es un texto que responde a la historia de la fundación y desarrollo de Mexicali con un relato que, aunque la mayor parte se mantiene en lo cronológico, también gusta de ofrecer comentarios personales sobre sucesos de actualidad, de perderse en remembranzas. A veces lo histórico prevalece. A veces lo periodístico gana la partida. En algunos momentos, nuestro autor puntualiza sobre historiadores y cronistas de los que ha tomado ideas y conocimientos, como Herbert Eugene Bolton (1870-1953), quien escribió sobre la etapa colonial de la Antigua o Baja California, o como Pablo Herrera Carrillo (1885-1957), que en los años veinte del siglo XX entrevistó a los pioneros del valle de Mexicali para los periódicos mexicalenses, escribiendo una historia de esta ciudad que quedó inédita a su muerte. La contribución de José Castanedo es la ambición de contar, en una sola publicación periódica, lo que sabe o le han contado del Mexicali pionero. Como no vivió en la región en aquellos tiempos, entre fines del siglo XIX y principios del siglo XX, su método es esencialmente periodístico: se pone a contactar y preguntar a los pioneros del valle acerca de lo que recuerdan del origen de Mexicali. esto implica, por supuesto, que muchas de sus fuentes de información ya son ancianos y apenas se acuerdan de los acontecimientos en que habían participado. Es curioso que sus entrevistados sean predominantemente mexicanos mestizos, olvidando entrevistar a los otros pioneros mexicalenses: los residentes chinos, estadounidenses, japoneses, hindúes y cuacapá, que pudieron proporcionarle información distinta sobre lo que fue ser los fundadores de esta población.
Desde el principio del texto, don José reconoce que su historia ni es difusa ni es detallada, que en realidad es apenas la columna vertebral de una historia mayor que espera escribir en el futuro: “Ahora me limito a presentar ante los lectores una síntesis, escueta y llana, de los orígenes históricos de estas comarcas californianas en las que habría de fundarse Mexicali y de la fundación de esta ciudad, que celebra sus bodas de oro con tan grande regocijo, y aportar mi humilde contingente de periodista y aficionado a los estudios históricos de Baja California, donde he vivido más de un cuarto de siglo”. Y añade que: “He agregado algunos datos cronológicos, episodios y comentarios por estimarlos oportunos y convenientes para conocimiento de los que deseen saber más de Mexicali”.
La crónica-reportaje de don José empieza con los conquistadores españoles del siglo XVI, sigue con los nativos americanos: los yumas y cucapás, continúa con los exploradores y misioneros franciscanos del siglo XVIII, como el capitán Juan Bautista de Anza y el misionero Pedro Font, prosigue con la fiebre del oro ya cuando esta parte de México se ha convertido en frontera hacia mediados del siglo XIX, se avoca a contar cómo se funda el pueblo de Los Algodones, la colonia Lerdo y luego Mexicali, donde la figura de Daniel Sández destaca; el bautizo de Calexico y Mexicali como ciudades gemelas, los primeros pobladores y las primeras casas y edificios. Aquí, Castanedo, con toda generosidad, decide cederle la palabra al profesor Benjamín Pizarro, quien llegara a Mexicali en 1904 y que en 1926 publicara una crónica de Mexicali en la revista Nuevos horizontes, crónica titulada “Mexicali desde 1904 a 1920”, que apuntala lo dicho en el texto principal del propio director de Minerva, que refuerza la idea de que las familias pioneras mexicanas son todo Mexicali.
Después del breve interludio periodístico de Pizarro, Castanedo vuelve a la carga con capítulos donde habla de las fiestas del centenario de Mexicali (“Ah qué tiempos aquellos ,señor Dictador”), el reinado del coronel Esteban Cantú, el estirón de la ciudad y su crecimiento poblacional, exponiendo de qué partes del país provenían las familias prominentes de la ciudad, dando prioridad a los políticos, empresarios y profesionistas, aunque también menciona oradores, músicos, periodistas, escritores, poetas, profesores y profesoras, banqueros, ingenieros, doctores, farmacéuticos y muchos otros que pusieron su grano de arena en estos arenales. A este largo capítulo sigue el de la Colorado River Land Company, donde la lucha de los agraristas se circunscribe a mencionar al general Cárdenas, y termina con los festejos por el cincuentenario de Mexicali, incluyendo la Feria Agrícola, Comercial e Industrial y sus juegos florales. Recuento sin crítica sobre nuestro pasado en común. Historia celebratoria para consumo local.
La última oleada de iniciativas y acciones del presidente López Obrador comparten un factor común: todas buscan concentrar el poder en la Presidencia. El mandatario sabe que ya no estará en Palacio Nacional a partir del próximo 1 de octubre, pero quiere dejar la herencia de un sistema que concentre todo el poder en una sola persona, como en la vieja presidencia imperial.
Es el caso de la iniciativa para enmendar la Ley de Amnistía. Esta le permitiría al presidente perdonar, en cualquier momento de un proceso o incluso después de la sentencia, a un criminal que hubiera cometido cualquier delito, si aporta "elementos comprobables que resulten útiles para conocer la verdad de los hechos en casos que sean relevantes para el Estado". Esto no solo le da al presidente un poder por arriba de cualquier tribunal, sino que lleva la perversión de los testigos comprados a un extremo inaudito. Ningún criminal se abstendrá de declarar lo que pida la fiscalía si a cambio se le promete una amnistía total por cualquier crimen.
Si la facultad absoluta de amnistía convertiría al presidente en juez supremo de la república, la limitación a los efectos generales de las suspensiones a normas generales le permitiría anular en términos prácticos el juicio de amparo. En efecto, la modificación a la Ley de Amparo haría que, aun cuando las normas generales sean declaradas inconstitucionales, el presidente podría seguir aplicándolas, excepto en los pocos casos de quienes obtuvieran suspensiones. López Obrador, por ejemplo, podría haber seguido aplicando la Ley de la Industria Eléctrica o las reformas electorales del plan B a pesar de que fueron declaradas inconstitucionales por los tribunales federales y por la Suprema Corte.
Preocupante también resulta la destitución del auditor especial de desempeño, Agustín Caso, de la Auditoría Superior de la Federación. Este despido es ilegal porque los artículos 93 y 94 de la Ley de Fiscalización y Rendición de Cuentas de la Federación establecen que
Lord Acton
A las investigaciones sobre varios de sus excolaboradores, Arturo Zaldívar ha respondido promoviendo un juicio político contra su sucesora como presidenta de la Suprema Corte, Norma Piña. Reitero mi posición: Zaldívar y su gente merecen la presunción de inocencia, pero no quedar exentos de una investigación sobre probables actos ilegales. Eso se llamaría impunidad.