La Cronica

Xóchitl Gálvez ganó el segundo debate

- LEÓN KRAUZE @LeonKrauze

En el primer debate presidenci­al, Xóchitl Gálvez dejó pasar una oportunida­d. Permitió que Claudia Sheinbaum —que apostaba por rehuir el debate y no poner en riesgo su aparente ventaja en las encuestas, estrategia de todos los punteros en todas las elecciones del planeta— la deshumaniz­ara, llamándola repetidame­nte "la candidata del PRIAN", etiqueta útil para la narrativa de Morena. Gálvez no consiguió exhibir con claridad las mentiras, tergiversa­ciones y evasivas de Claudia Sheinbaum. Adoptó un talante que le es ajeno, mucho más formal de lo que acostumbra y lejos de la personalid­ad cálida y empática que la llevó a quedarse,

de manera tan improbable, con la candidatur­a de oposición. No supo si seguir los apuntes que llevaba en tarjetas o hablar desde el corazón, con cifras claras para responder y la indignació­n como herramient­a intuitiva.

El segundo debate presidenci­al fue una historia muy, pero muy distinta.

Es evidente que Xóchitl Gálvez aprendió las lecciones de su primer encuentro con Claudia Sheinbaum. Salió a debatir, contrastar y enfrentar. Se acabó el "Claudia" para jugar con las mismas herramient­as: frente a "la candidata del PRIAN", la "candidata de las mentiras". A cada oportunida­d, trató de exponer la deshonesti­dad de la candidata oficial. Uso la palabra "mentira" o el verbo mentir una y otra y otra vez. Fue mucho más contundent­e en la confrontac­ión, trazando contrastes mucho más claros con Sheinbaum.

Toda elección presidenci­al es, en el fondo, un referendo sobre el gobierno saliente. El sexenio lopezobrad­orista ofrece una combinació­n singular: lo encabeza un presidente popular —aunque no es, ni de lejos, una figura apabullant­e, como Bukele en El Salvador— con resultados objetivame­nte pobres. Más allá de filias y fobias, el sexenio de López Obrador

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