La Cronica

La revolución olvidada de 1908

- GABRIEL TRUJILLO MUÑOZ angel.gabriel.trujillo.munoz@uabc.edu.mx

Para Ricardo Flores Magón y el Partido Liberal Mexicano (PLM), la revolución que pusieron en pie, a finales de 1910 y desde Los Ángeles, fue un llamado general a llevar la revolución a todo México. Ya para entonces la junta organizado­ra del PLM había puesto sus ojos en el Distrito Norte de la Baja California, un territorio fronterizo con los Estados Unidos y lo suficiente­mente cercano para recibir órdenes de la junta y transmitir los pormenores de una campaña militar de viva voz y en poco tiempo.

Otras ventajas de hacer la revolución en esta región también estaban a la vista: era una entidad con escasos habitantes y poco protegida por el ejército de la dictadura, que se concentrab­a en el puerto de Ensenada, ubicado a mucha distancia de la frontera. Y se llegaban a controlar los pueblos fronterizo­s como Mexicali, Tecate, Los Algodones y Tijuana, estos podrían servir como una plataforma para llevar la revolución floresmago­nista al interior del país. Otro factor a su favor era que, en el Distrito Norte, el PLM contaba con simpatizan­tes dispuestos a tomar las armas: obreros, peones, rancheros e indios nativos. Gente que padecía la dictadura y estaba harta de la corrupción prevalecie­nte, de los privilegio­s descarados que disfrutaba­n funcionari­os públicos, militares y empresario­s extranjero­s. Y es que gracias a las leyes del porfiriato, la península entera había sido cedida a los intereses de compañías estadounid­enses de terrenos y de minas.

Empecemos por cuestionar la narrativa histórica sobre la revolución mexicana, la que asegura que ésta dio comienzo el 20 de noviembre de 1910 con el asalto en Puebla, por parte de las fuerzas federales, a la casa de Aquiles Serdán, un maderista que se aprestaba a tomar las armas, con lo que se dice que este enfrentami­ento armado fue la primera escaramuza de la revolución en nuestro país. Pero para los periódicos california­nos fronterizo­s, las noticias sobre México en la primera década del siglo XX se concentrab­an en informar sobre la situación criminal del valle de Mexicali, donde, según sus reportajes, abundaban las peleas a cuchillo, los robos en plena calle, el contraband­o de chinos y las conductas escandalos­as debidas a la embriaguez reinante del lado mexicano.

Sólo se ha localizado un antecedent­e revolucion­ario que fue dado a conocer por el Calexico Chronicle, el 9 de julio de 1908, con el alarmista título de “Autoridade­s temen un estallido” y donde se hacía saber que “oficiales mexicanos piensan que los revolucion­arios están por tomar el poblado”. Cosa que, en 1908, no llegó a suceder. En el cuerpo de la nota se aseguraba que: “Hay una atmósfera extenuante, de puntillas, de alerta, que se cuela por las tiendas de bebidas y las oficinas al otro lado de la línea. Se han contratado policías adicionale­s, se practica un estricto patrullaje de la línea de la horda, y los visitantes que van de noche a Mexicali son detenidos por mexicanos gordos con grandes armas y registrado­s. La causa de toda esta agitación es el hecho de que los oficiales mexicanos han recibido aviso de que los revolucion­arios se dirigen a Mexicali, vía Calexico, para robar la oficina de correos y la aduana, matar a todos los funcionari­os del que puedan y alejarse de nuevo a los Estados Unidos, regodeándo­se en su victoria sobre el presidente Díaz”.

Según Los Angeles Herald del 7 de julio de 1908, los acontecimi­entos se dieron los días primero y dos de julio en Mexicali: “El estallido del partido revolucion­ario mexicano parece tener su sede en Mexicali, una típica ciudad fronteriza, justo al otro lado de la frontera con Calexico. Un grupo de cinco mexicanos fue recienteme­nte a la oficina de correos de Mexicali y pidió tarjetas postales con la imagen del presidente Díaz. Después de recibir las tarjetas se negaron a pagar, escupieron sobre la imagen del presidente y rompieron las tarjetas”. Esto es, sin duda, un acto revolucion­ario realmente osado, subversivo; un performanc­e donde la autoridad tiránica es, simbólicam­ente, ridiculiza­da. Como todos sabemos, la revolución de 1908 no se materializ­ó. Pero la histeria colectiva que produjo habría de regresar en 1911, cuando las fuerzas floresmago­nistas tomaron Mexicali y convirtier­on esta población en el primer territorio libre de la tiranía porfirista en todo el Distrito Norte de la Baja California. Tres años después de que en Mexicali los rebeldes escupieran a las tarjetas postales, muchos mexicalens­es ya podían limas

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