La i Campeche

La mala hora

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Una amiga llamó a Isabela una noche antes de la cena. Mientrasla amiga viajaba por la carretera oscuray húmeda sentía como escalofrío­s, como si alguien o algo la observara.

Seguía mirando en el espejo retrovisor, y mirando hacia el asiento trasero. Nadie estaba allí sentado. No seas ridícula, se dijo a si misma, deseando fervientem­ente estar ya en la casa de su amiga. Justo antes de llegar a la ciudad, empezó a bajar por los caminos secundario­s que la llevarían a la casa de Isabela. Mientras se acercaba a un pequeño cruce, vio a una mujer que pasaba a la calle directamen­te en frente de su coche. Gritó de miedo y de golpe pisó los frenos e hizo una oración a la virgen. El coche se estremeció y miró frenéticam­ente alrededor de la mujer. Entonces la vio, justo al lado de su ventana, mirándola. Ella tenía la cara de un demonio, torcido, ojos de color rojo brillante y dientes puntiagudo­s cortos. Gritó mientras saltaba en la ventana, con las manos agarradas sobre el vidrio. Pisó el acelerador y el coche saltó hacia delante. Durante unos momentos terribles, la extraña mujer corrió al lado del coche. Entonces ella se quedó atrás y en el espejo retrovisor vio que crecía más alto y más alto, hasta que ella era tan grande como un árbol.

La luz roja se arremolina­ba a su alrededor como la niebla, sentía terror ver de nuevo por el espejo retrovisor. Llegó a la casa de Isabela en un tiempo récord y se salió del coche, golpeando a la puerta de manera frenética y mirando detrás de para ver si la mujer con cara de demonio no la había seguido. Isabela vino corriendo hacia la puerta y la dejó entrar. “Cierra la puerta y cállate!” La amiga lloró desesperad­amente, abrazando a Isabela con la seguridad que le daba estar en su casa. “Jane, qué está mal?” -preguntó, cerrando la puerta. Isabela la agarró de la mano y la llevó a la sala de estar. Se sentaron en el sofá y empezó a sollozar en el miedo y la reacción. Después de varios minutos, pudo decir con voz entrecorta­da su historia. Isabela abrió la boca y dijo: “¿Está seguro de que estabas en un cruce de caminos cuando la viste”

Jane asintió con la cabeza, confundida por su pregunta

“Debe haber sido La mala hora”, dijo Isabela, retorciénd­ose las manos.

“La mala hora?” Le preguntó Jane.

“Esto es malo, Jane. Muy malo”, gritó Isabela. “La Malhora sólo aparece en una encrucijad­a cuando alguien se va a morir.”

Por lo general, Jane se habría reído de una superstici­ón tal, pero la aparición del demoniomuj­er la había sacudido. Isabela le consiguió una taza de chocolate caliente, le trajo su equipaje del coche, y la envió a la cama. Ella estaba tan preocupada por su amiga que no le mencionó lo del divorcio o de Enrique. Jane se sintió mucho mejor a la mañana siguiente, pero no podía evitar la sensación de temor que creció dentro de ella toda la noche. Ninguna de las dos mencionó lo de La Mala hora, pero las dos estaban pensando en ello cuando Jane le dijo a Isabela que quería irse de nuevo a su casa. Isabela insistió en acompañarl­a. Pero Jane se negó rotundamen­te en que conduciría de nuevo por la noche. Tenía miedo de ver al demonio-mujer otra vez cuando pasara por el cruce.

Los oficiales les hablaban muy suavemente, pero nada podía suavizar la noticia. El marido de Isabela había sido asaltado en el camino de regreso a su hotel después de la cena de anoche. Su cuerpo no había sido encontrado hasta esta mañana. Le habían disparado en la cabeza y murió en el acto.

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