Desesperada
La abuelita Rufina necesita ayuda
Lo que empezó como una pequeña bolita en la cabeza, hoy es una herida abierta que supura y genera terribles malestares para la abuelita Rufina Ceped Shirum, de 82 años de edad, quien fue diagnosticada recientemente con cáncer de piel. Originaria del hermano país de Guatemala, pero con residencia en la localidad Libertad, alejada a más de 75 kilómetros de la ciudad capital. La octogenaria manifestó que lentamente fue creciendo en su cuero cabelludo una masa, hasta un punto tal que le daba “latidos”, según nos platicó. Viuda y con una hija, la abuelita no sabía qué hacer con tal afectación, hasta que sus vecinos la animaron para buscar ayuda en los centros médicos de Campeche. Fue así como, Bertha Alicia Galeana, le extendió una mano amiga, hospedándola y atendiéndola en el andador Chemblás, ubicado en la calle Castamay, entre Pich y Pocyaxun, de la Unidad Habitacional Solidaridad Urbana.
Con un panorama incierto, llena de temor, pero con fuertes dolores, Ceped Shirum acudió con su Seguro Popular en busca de atención médica, hasta que recibió la triste noticia que tenía cáncer.
Pero el problema a penas comenzaba para ella, pues tal cáncer de piel no es cubierto por el Seguro Popular.
Cabe mencionar que sin ningún tipo de interés, más que la mejoría de salud de doña Rufina, Bertha Galeana costeó los primeros gastos para procurar el tratamiento que estará recibiendo en el Centro Estatal de Oncología de Campeche, donde recibió una clasificación tipo II. Hasta el momento tiene programada seis radioterapias, hospitalización y todo lo que implique su tratamiento; pero no se cuenta con los recursos suficientes.
Por consiguiente, ambas solicitaron el apoyo de la ciudadanía, de las instituciones públicas y privadas, así como también de las autoridades de las tres órdenes de gobierno, para que su salud sea devuelta.
Aquellos interesados en ayudar, favor de contactarla a través del 981-1370917, al número de cuenta del banco Banorte 49156662-3314-4439.
“No me dejen sola, es muy difícil sentir el olor fétido de una herida tan grande en la cabeza de un ser humano, aún estando vivo. Es muy doloroso. Día a día, debo poner la mejor sonrisa donde ando, pero me duele mucho verla así, ella no me dice que sufre, pero su rostro dice otra cosa. Vale la pena ayudar”, terminó Bertha Galeana.