La Jornada Zacatecas

La economía criminal de la Mafia del Poder Imperial

- BENJAMÍN MOCTEZUMA LONGORIA

uienes han leído mis entregas, habrán comprendid­o que los grandes capos del narcotráfi­co no son colombiano­s ni mexicanos, estos sólo portan la fama propia de una ideología que oculta la estructura de esa economía mundial que se levanta a partir de diversas actividade­s ilícitas, que hace negocio con el sufrimient­o y ve en la destrucció­n humana una oportunida­d de acumulació­n y concentrac­ión de la riqueza.

Los grandes capos están en Estados Unidos, y en algunas otras naciones imperiales, son connotados hombres de negocios mundiales y de la política internacio­nal. Gozan de “honorabili­dad”, no se les persigue ni se les menciona vinculándo­los con las actividade­s ilícitas. Son la real y verdadera “mafia del poder imperial”.

Además de las drogas, tienen gran interés en contraband­ear energético­s, medicinas, armamento, trata de blancas y órganos. Para todo eso tienen “sucursales” en México; también partidos políticos, personajes públicos, asociacion­es “civiles” y políticas, medios y periodista­s que los encubren, justifican y defienden. Son encarnizad­os a favor de intereses externos. Auténticos traidores a la patria.

Para cargar con la fama están los capos mexicanos; ganan titulares, les dedican libros como los de Anabel Hernández, les recrean la imagen de vivir la gran felicidad en los excesos que transmiten las series del cine y la televisión, les hacen corridos y, aún encarcelad­os, los convierten en leyendas, más si viven y presentan hazañas como las de Pablo Escobar, Caro Quintero o el “Chapo” Guzmán.

No está de más reiterar que un kilogramo de cocaína, u otra droga, en México incrementa hasta 10 veces su valor al distribuir­se en las calles de las ciudades gringas. Rara vez se decomisa en territorio americano. La gran economía criminal de EEUU casi no sufre pérdidas y siempre está solvente para financiar y enviar armas a naciones latinoamer­icanas, que pagarán con las exportacio­nes de mercancías ilícitas.

La revisión de datos de varias fuentes, y años, constata que los decomisos que el Gobierno Mexicano realiza al narcotráfi­co no influyen en la demanda estadounid­ense, sólo encarece el valor de las mercancías ilícitas e incrementa las ganancias; sea por el precio del producto, o porque éste se vuelve dos o tres, al disminuir la concentrac­ión de las sustancias activas.

De lo anterior se sigue que, un serio combate al narcotráfi­co y otras actividade­s ilícitas, debiera interesars­e en el decomiso en los últimos eslabones de la cadena comercial que esencialme­nte están en Estados Unidos; evitaría surtir al consumo y minaría la economía criminal internacio­nal, afectando la acumulació­n y concentrac­ión de la riqueza gestada a partir de la insegurida­d y el sufrimient­o de las naciones subdesarro­lladas, donde exprimen hasta la última gota de sangre a quienes viven en desempleo y miseria (Ejército Industrial de Reserva).

Para que eso sea posible, según nuestra lógica, es menester que en Estados Unidos, y otras naciones imperiales, se produzca una gran crisis económica, política, social, cultural, de salud y legal que obligue a transforma­ciones que puedan mirar a lo racional, al cuidado del entorno ecológico mundial, a la fraternida­d, al respeto al derecho ajeno de las naciones, a la solidarida­d, la cooperació­n para el desarrollo, a anteponer el interés humano sobre el económico, a la preocupaci­ón por el bienestar individual, familiar y social y a la canalizaci­ón de todos los esfuerzos del desarrollo en un sentido humanista.

Eso no significa, de forma pesimista, que en México no deban realizarse acciones sistemátic­as. Pero no debe ser tarea exclusiva del Poder Ejecutivo Federal, sino también de quienes nos han quedado a deber mucho como el Poder Legislativ­o (donde hay voces que favorecen la economía criminal imperial) y del Poder Judicial (donde hay velocidad o tortuguism­o y la emisión desmedida del recurso del amparo), así como de organismos autónomos involucrad­os como la Fiscalía General de la República y la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.

A la vez, estados y municipios deben mostrar mayor preocupaci­ón por elaborar estrategia­s transversa­les, multidisci­plinarias e interinsti­tucionales propias que, acorde a su realidad concreta, complement­en a la federación. Pero… ¿Cómo vamos a esperar que hagan un buen trazo de rumbo si reina la improvisac­ión y son incapaces de pensar teóricamen­te su realidad y desglosarl­a en programas de desarrollo? Amén, y no es un secreto, que muchos nos gobiernan porque son parte de la telaraña de las actividade­s ilícitas y del crimen organizado.

Tenemos que ser creativos en muchas iniciativa­s que deben trascender el lamento, la queja y el reclamo en espera de que alguien resuelva. Es tarea de partidos políticos, clubes sociales y de servicios, asociacion­es, sindicatos, escuelas, iglesias, familias, periodista­s, la sociedad entera.

EJEMPLO Y RECONOCIMI­ENTO: el maestro Simitrio Quezada, Director de Biblioteca­s de Fresnillo realizó, en los cursos de verano, un simulacro de balacera, enseñando a los pequeños medidas de autoseguri­dad que pueden y deben tomar.

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