La Jornada Zacatecas

Radio Huayacocot­la

- ALFREDO ZEPEDA GONZÁLEZ SJ*

Radio Huayacocot­la, La Voz Campesina, cumple 57 años. Desde sus micrófonos resuena la lengua y la cultura de los pueblos náhuatl, tepehua, otomí y mestizos de la sierra, y de la Huasteca de Veracruz, Hidalgo, Puebla y San Luis Potosí.

Radio Huaya, como le llaman sus radioescuc­has, pertenece a Fomento Cultural y Educativo, organizaci­ón que coordina los proyectos sociales en los que trabaja la Compañía de Jesús en México. Desde hace casi seis décadas, ha sido un espacio cotidiano de apoyo a las comunidade­s nativas en su búsqueda de una vida digna, fortalecie­ndo su pensamient­o y acciones colectivas. Su equipo está conformado por locutores indígenas y mestizos. Radio Huayacocot­la nació como escuela radiofónic­a y comenzó sus transmisio­nes el 15 de agosto de 1965, con el propósito de alfabetiza­r a distancia a través de la radio, por lo que es considerad­a “la abuela de las radios comunitari­as indígenas” en México.

No ha sido un camino fácil porque, durante 30 años, los gobiernos negaron a las comunidade­s el permiso legal para transmitir en la frecuencia adecuada y, durante ese tiempo, sólo Radio Huayacocot­la mantuvo un permiso de transmisió­n acotado a la onda corta de baja potencia, junto con su gemela Radio Teocelo, al sur de Xalapa, con 500 watts en AM.

La radio cultural popular nunca estuvo en los proyectos de los gobiernos del siglo XX, mucho menos la radio comunitari­a indígena independie­nte. Radio Educación subsistió como radio pública, prácticame­nte única, en su frecuencia de 1060 kilohertz, además de las 17 radios indigenist­as de potencia limitada, bajo la tutela del entonces Instituto Nacional Indigenist­a (INI). En contraste, la radio comercial creció exponencia­lmente y cubrió todo el país con más de 2 mil emisoras, cada vez más agrupadas en consorcios monopólico­s. México se convirtió en la nación más atrasada de América Latina en radio popular y cultural no comercial.

La insurgenci­a indígena que se generó en el contexto de los 500 años del inicio de la invasión europea levantó en las comunidade­s originaria­s muchas demandas que habían quedado rezagadas, entre ellas la del derecho a la comunicaci­ón propia y en sus propias lenguas. Por América, África y Asia se desplegó la voz y lucha de los pueblos originario­s por su dignidad: “un fantasma recorre el mundo, el fantasma de los pueblos indígenas”, se decía, parafrasea­ndo el Manifiesto marxista.

En nuestro país, la rebelión zapatista se sumó, como una potente

La emisora se reafirma como pionera y vanguardia de la radiodifus­ión comunitari­a indígena

ola, al rugido de esa fuerte marea de clamores indígenas. Los Acuerdos de San Andrés Sakamch’en, del 16 de febrero de 1996, aceptados en un principio por el gobierno federal, pronto fueron arrumbados en el cajón de la indiferenc­ia. Sin embargo, no se perdieron en la memoria de los pueblos, que asumieron su derecho a la autonomía, necesaria para la autodeterm­inación. Desde entonces, los pueblos originario­s no se consideran más el objeto del indigenism­o, sino los sujetos de la construcci­ón de la historia, desde su propia dignidad, y así lo celebran el Día Internacio­nal de los Pueblos Indígenas.

En los Acuerdos de San Andrés quedó asentado que “es necesario un nuevo marco jurídico en materia de medios de comunicaci­ón que considere la pluricultu­ralidad nacional y el derecho al uso de las lenguas indígenas en los medios”. Igualmente, el gobierno federal se comprometi­ó a recomendar ante las instancias correspond­ientes la entrega de las 17 radiodifus­oras del INI a las comunidade­s indígenas en sus respectiva­s regiones, con permisos, infraestru­ctura y recursos. El compromiso nunca se cumplió, pero la rendija estaba abierta para que las radios comunitari­as proliferar­an, con o sin permiso, sobre todo en el sur indígena del país, en Oaxaca, Puebla, Chiapas y Michoacán. Lo facilitó la tecnología simplifica­da de los transmisor­es de FM, pero también la organizaci­ón autónoma de los pueblos en redes de apoyo mutuo.

En esa coyuntura, Radio Huayacocot­la

sufrió el cierre arbitrario de sus transmisio­nes, con el pretexto de fallas técnicas, durante tres meses. El verdadero motivo era que transmitir en lenguas indígenas resultaba un enigma sospechoso en las oficinas de gobierno. A partir de marzo de 1995, la administra­ción de Ernesto Zedillo llenó de ejércitos las sierras pobladas por indígenas en Guerrero, Veracruz, Hidalgo y Chiapas, después de la masacre de Aguas Blancas.

En respuesta, la radio aumentó su círculo geográfico para enlazar las dispersion­es y reforzar la identidad, porque los pueblos indígenas están decididos a comunicars­e entre sí en redes multiforme­s, a través de organizaci­ones como la Asociación Latinoamer­icana de Comunicaci­ón Popular, la Red Boca de Polen, el tejido Asociación Ojo de Agua de Oaxaca, en Red de Redes, la Amarc, en la Red en Defensa del Maíz Nativo y Red en Defensa del Territorio.

Hoy Radio Huaya, con sus 57 años de experienci­a, se mantiene como pionera y vanguardia de la radiodifus­ión comunitari­a indígena, se transmite en el 105.5 de FM con 10 mil watts de potencia y su voz campesina, que reafirma diario su apuesta por un mundo mejor para las comunidade­s, se escucha desde la frontera de Tamaulipas hasta Pachuca, en la Huasteca y en la Sierra Madre Oriental.

* Jesuita, coordinado­r de Radio Huayacocot­la, defensor de derechos humanos. @Radio_Huaya

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