(Mal) Tiempo mexicano
gobierno narcotizado; podrían añadirse más adjetivos: el hecho es que con tanto juego de palabras éstas pierden su valor y la política acentúa su degradación. No hay modo de entendernos con cargo al lenguaje, supremo acto de hegemonía de la especie que ahora menospreciamos, y desde el poder constituido despreciamos.
Mientras tanto, los braveros de siempre convocan a los sheriffs para que, al estilo americano, reinauguren la cárcel de Cananea. Lo malo, que puede devenir peor, es que, desde aquí, sin prudencia ni templanza, sin descanso, se canta Nuestro México febrero 23 y se sueña con un aeroplano que Villa pueda pilotear de nuevo.
La comunicación entre gobernantes y gobernados, y entre el gobierno y el exterior y sus poderes, se enturbia. Enfrente, el torbellino.
Con fe, nos dicen, puede haber esperanza y la caridad hará lo propio: sanar heridas o atenuar dolores, aunque las medicinas hayan hecho mutis para sepultar todo hálito de razonable optimismo.
Las angustias y reclamos de los padres de niños con cáncer están con nosotros a diario. Un inclemente recordatorio de nuestro declive histórico, que sin excusa daña a los más débiles y lleva a los más vulnerables a la desesperanza.
Por lo demás, en este nefasto proscenio no hay alivio para nadie y el privilegio monetario o político no funciona ni como salvoconducto temporal. Aquí todo el mundo muere, como ordena el argumento en las célebres novelas negras. Maldición que se ha deslizado al corazón de la sociedad que, para sorpresa y desencanto de muchos, es aupada por el propio partido gobernante.
Al poco hurgar en el ámbito de la salud no encontramos datos ni razones sino el testimonio de una infamia vuelta criminal por la incuria de los responsables y la obstinación negacionista de los encargados; un puñado voluntarioso que está, nos dicen, para sanear nuestra maltratada vida pública y hacer realidad inconmovible el mando del pueblo y por el pueblo.
Las escalofriantes crónicas de Héctor de Mauleón no dan tregua. Con frialdad señalan que hay muchos Matamoros y Nuevos Laredos en el horizonte de esta patria adolorida.
Las mujeres buscadoras convierten el 8 de marzo en día del dolor y de la ira, pero aquellos escalofriantes relatos de los periodistas del averno criminal no dejan de sorprendernos por la profundidad y la extensión de la diaria tragedia.
Para los observadores foráneos, de aquí arriba o de la vieja Europa, éste no es más un drama, tragicomedia como la llamara José Agustín. Vivimos una tragedia y todo lo que pueda hacerse para sortear este infernal escenario, que no sólo es el del crimen organizado, sino de todos y para todos, dependerá de que podamos ir más allá de marchas y concentraciones defensoras de la democracia o del justo y heroico momento del 8 de marzo que queremos dure y se reproduzca. Tiene que haber un despertar ciudadano que tenga a la vida, su respeto y cuidado, como valor supremo, y haga de la salud un derecho universal. Despertar ciudadano que exija responsabilidad de los gobernantes, que ponga a la seguridad como deber indeclinable de los encargados, que haga del cuidado y protección de la comunidad toda, de sus niños y jóvenes, adultos y viejos, compromiso comprobable e impostergable.
No hay otra manera, no hay atajos, mucho menos otro camino. El mexicano tendrá que ser tiempo de reconstrucción de instituciones maltratadas y de relaciones humanas cosificadas.
El derecho y los derechos no son, no deben serlo, exigencias genéricas. Su defensa y ejercicio son cruciales para la vida y la supervivencia de una comunidad que tiene historia y sí, de qué enorgullecerse.
la década de los años setenta, la izquierda mexicana inició su larga marcha por su unidad, hasta que una década despues, en 1988, se conviertió en una opción política real con posibilidades de covertirse en la corriente política mayoritaria, hecho que se convirtió en positivo apenas en 2018. Aunque el feminismo es un movimiento centenario, en México inició sus avances más significativos a partir de los años noventa, y las mujeres del siglo XXI han venido siendo protagonistas de un movimiento global de alcances masivos. El feminismo nunca había gozado del nivel de legitimidad que alcanzó a partir de 2010, llegando a ocupar un espacio que lo vuelve imprescindible referente ético en todas las esferas y espacios. Esta efervescencia de los movimientos organizados de mujeres feministas implicó una explosión global, que en México coincidió con la llegada del Movimiento Regeneración Nacional a la presidencia de la República. En el mismo lapso, el antifeminismo enarbolado por las ultraderechas mundiales se ha convertido en una bandera de los diversos grupos neofascistas que van en ascenso en algunos países europeos y de América Latina. En síntesis, las ultraderechas son antifeministas, y las feministas deben ser antineoliberales.
A partir de 2016, en México el movimiento feminista ha logrado colocarse en un lugar protagónico de la movilización social, develando algunos de sus rasgos característicos: poseer una legitimidad innegable en el discurso público; su naturaleza masiva y el protagonismo de adolescentes y jóvenes; organizarse mediante las redes sociales; manifestarse en las calles a través de colectivas, mayoritariamente autónomas, autogestivas y locales; aglutinar una diversidad de demandas que se unificaron en la exigencia de una vida sin violencias e incorporar unánimemente la lucha por