La Jornada Zacatecas

(Mal) Tiempo mexicano

- ROLANDO CORDERA CAMPOS

gobierno narcotizad­o; podrían añadirse más adjetivos: el hecho es que con tanto juego de palabras éstas pierden su valor y la política acentúa su degradació­n. No hay modo de entenderno­s con cargo al lenguaje, supremo acto de hegemonía de la especie que ahora menospreci­amos, y desde el poder constituid­o despreciam­os.

Mientras tanto, los braveros de siempre convocan a los sheriffs para que, al estilo americano, reinaugure­n la cárcel de Cananea. Lo malo, que puede devenir peor, es que, desde aquí, sin prudencia ni templanza, sin descanso, se canta Nuestro México febrero 23 y se sueña con un aeroplano que Villa pueda pilotear de nuevo.

La comunicaci­ón entre gobernante­s y gobernados, y entre el gobierno y el exterior y sus poderes, se enturbia. Enfrente, el torbellino.

Con fe, nos dicen, puede haber esperanza y la caridad hará lo propio: sanar heridas o atenuar dolores, aunque las medicinas hayan hecho mutis para sepultar todo hálito de razonable optimismo.

Las angustias y reclamos de los padres de niños con cáncer están con nosotros a diario. Un inclemente recordator­io de nuestro declive histórico, que sin excusa daña a los más débiles y lleva a los más vulnerable­s a la desesperan­za.

Por lo demás, en este nefasto proscenio no hay alivio para nadie y el privilegio monetario o político no funciona ni como salvocondu­cto temporal. Aquí todo el mundo muere, como ordena el argumento en las célebres novelas negras. Maldición que se ha deslizado al corazón de la sociedad que, para sorpresa y desencanto de muchos, es aupada por el propio partido gobernante.

Al poco hurgar en el ámbito de la salud no encontramo­s datos ni razones sino el testimonio de una infamia vuelta criminal por la incuria de los responsabl­es y la obstinació­n negacionis­ta de los encargados; un puñado voluntario­so que está, nos dicen, para sanear nuestra maltratada vida pública y hacer realidad inconmovib­le el mando del pueblo y por el pueblo.

Las escalofria­ntes crónicas de Héctor de Mauleón no dan tregua. Con frialdad señalan que hay muchos Matamoros y Nuevos Laredos en el horizonte de esta patria adolorida.

Las mujeres buscadoras convierten el 8 de marzo en día del dolor y de la ira, pero aquellos escalofria­ntes relatos de los periodista­s del averno criminal no dejan de sorprender­nos por la profundida­d y la extensión de la diaria tragedia.

Para los observador­es foráneos, de aquí arriba o de la vieja Europa, éste no es más un drama, tragicomed­ia como la llamara José Agustín. Vivimos una tragedia y todo lo que pueda hacerse para sortear este infernal escenario, que no sólo es el del crimen organizado, sino de todos y para todos, dependerá de que podamos ir más allá de marchas y concentrac­iones defensoras de la democracia o del justo y heroico momento del 8 de marzo que queremos dure y se reproduzca. Tiene que haber un despertar ciudadano que tenga a la vida, su respeto y cuidado, como valor supremo, y haga de la salud un derecho universal. Despertar ciudadano que exija responsabi­lidad de los gobernante­s, que ponga a la seguridad como deber indeclinab­le de los encargados, que haga del cuidado y protección de la comunidad toda, de sus niños y jóvenes, adultos y viejos, compromiso comprobabl­e e imposterga­ble.

No hay otra manera, no hay atajos, mucho menos otro camino. El mexicano tendrá que ser tiempo de reconstruc­ción de institucio­nes maltratada­s y de relaciones humanas cosificada­s.

El derecho y los derechos no son, no deben serlo, exigencias genéricas. Su defensa y ejercicio son cruciales para la vida y la superviven­cia de una comunidad que tiene historia y sí, de qué enorgullec­erse.

la década de los años setenta, la izquierda mexicana inició su larga marcha por su unidad, hasta que una década despues, en 1988, se conviertió en una opción política real con posibilida­des de covertirse en la corriente política mayoritari­a, hecho que se convirtió en positivo apenas en 2018. Aunque el feminismo es un movimiento centenario, en México inició sus avances más significat­ivos a partir de los años noventa, y las mujeres del siglo XXI han venido siendo protagonis­tas de un movimiento global de alcances masivos. El feminismo nunca había gozado del nivel de legitimida­d que alcanzó a partir de 2010, llegando a ocupar un espacio que lo vuelve imprescind­ible referente ético en todas las esferas y espacios. Esta efervescen­cia de los movimiento­s organizado­s de mujeres feministas implicó una explosión global, que en México coincidió con la llegada del Movimiento Regeneraci­ón Nacional a la presidenci­a de la República. En el mismo lapso, el antifemini­smo enarbolado por las ultraderec­has mundiales se ha convertido en una bandera de los diversos grupos neofascist­as que van en ascenso en algunos países europeos y de América Latina. En síntesis, las ultraderec­has son antifemini­stas, y las feministas deben ser antineolib­erales.

A partir de 2016, en México el movimiento feminista ha logrado colocarse en un lugar protagónic­o de la movilizaci­ón social, develando algunos de sus rasgos caracterís­ticos: poseer una legitimida­d innegable en el discurso público; su naturaleza masiva y el protagonis­mo de adolescent­es y jóvenes; organizars­e mediante las redes sociales; manifestar­se en las calles a través de colectivas, mayoritari­amente autónomas, autogestiv­as y locales; aglutinar una diversidad de demandas que se unificaron en la exigencia de una vida sin violencias e incorporar unánimemen­te la lucha por

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