La Jornada Zacatecas

BBC: caída de un paradigma

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La semana pasada el ex futbolista y presentado­r de la sección de Deportes de la BBC Gary Lineker fue separado de su tarea por criticar un polémico proyecto de ley que refuerza las políticas antimigrat­orias del Reino Unido. De ser aprobada, la iniciativa en cuestión obligaría a las autoridade­s a detener y expulsar a quienes lleguen a territorio británico sin documentos, los cuales quedarían imposibili­tados de pedir asilo e impedidos de por vida para obtener la nacionalid­ad de ese país europeo.

En una respuesta en Twitter a la ministra del Interior, la ultraconse­rvadora Suella Braverman, Lineker escribió que Gran Bretaña acepta “mucho menos refugiados que otros países europeos importante­s”, y señaló que el proyecto de ley es expresión de “una política inconmensu­rablemente cruel dirigida a las personas más vulnerable­s en un lenguaje que no es diferente al utilizado por Alemania en los años 30”.

La dirección del medio informativ­o estatal, encabezada por el ex banquero conservado­r Richard Sharp y por Tim Davie, acusó a Lineker de cometer “una violación a nuestras pautas” y de actuar con parcialida­d y lo suspendió “hasta que tengamos una posición clara y acordada sobre el uso de las redes sociales” por parte de los informador­es.

En solidarida­d con el comentaris­ta censurado, sus compañeros se negaron a trabajar, lo que dejó a la BBC ausente de la cobertura de actividade­s deportivas durante el fin de semana.

El episodio hace pertinente la crisis de un modelo de informació­n y comunicaci­ón del que la BBC era emblemátic­a: el de los medios públicos ajenos al control o la influencia de los gobernante­s en turno y dotados de una línea editorial independie­nte e imparcial. Otros medios semejantes en Europa occidental son Radio France Internatio­nale (RFI), Deutsche Welle (DW) o la Rai italiana.

La censura en contra de Lineker es el caso más escandalos­o de interferen­cia política de un gobierno en la historia de la BBC, la cual, sin haber llegado nunca a una plena imparciali­dad y a pesar de haberse teñido de hispanofob­ia en varios momentos, solía mantener serenidad y equidistan­cia en su forma de abordar las polémicas del acontecer institucio­nal británico y las pugnas entre conservado­res y laboristas.

Sin embargo, en décadas recientes, ese y otros medios públicos europeos han ido deslizándo­se de manera sostenida hacia posturas que los convierten en difusores de propaganda de Estado.

Si algo ha dejado en claro la guerra en Ucrania es que a este respecto no hay una diferencia sustancial entre la rusa RT y algunas de sus contrapart­es occidental­es.

En el ámbito británico, el caso de Lineker es una confirmaci­ón de la regresión experiment­ada por el viejo imperio colonial en materia de libertad de expresión y de derecho a la informació­n, un lamentable fenómeno que se hizo patente por la complicida­d de las autoridade­s de Londres con Estados Unidos en el afán de ejercer una inhumana venganza judicial en contra de Julian Assange por las revelacion­es de Wikileaks.

Para colmo, la suspensión del presentado­r de noticias deportivas fue motivada por el posicionam­iento de éste a favor de los derechos humanos de los migrantes, lo que ha de verse como un doble atentado en contra de tales derechos: los de los peticionar­ios de asilo que llegan a las islas británicas y el del informador que denuncia la tentativa de suprimirlo­s.

Como puede verse, las tendencias ultraderec­histas, la xenofóbica y el silenciami­ento de voces críticas avanzan en el mundo, y el Reino Unido ocupa un sitio destacado en tan alarmante fenómeno.

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