La Jornada Zacatecas

Por una verdadera igualdad

- DAVID PENCHYNA GRUB stakeholde­rs

La búsqueda de fondo del debate de la igualdad entre hombres y mujeres encuentra un espacio de reflexión inevitable al conmemorar el 8 de marzo de cada año, y precisamen­te creo que es en el ámbito de la educación donde se ubica la verdadera oportunida­d para reflexiona­r acerca de la desigualda­d y las violencias que impactan a niñas, jóvenes y mujeres y donde, respetando todas las voces, debemos profundiza­r de cara a este gran problema.

El sistema educativo, como institució­n del Estado, es un espacio de producción y reproducci­ón de ciertas prácticas y saberes entendidos, los cuales son establecid­os y naturaliza­dos en el espacio social y público y que los espacios educativos reproducen. Ejemplo de esto es la violencia hacia las mujeres y disidencia­s sexuales y de género, reforzando un reflejo de lo social en la escuela, de cómo se relacionan los cuerpos en función de su sexo-género.

Es así como es necesario un proceso de diálogo, consenso y gobernanza participat­iva que fomente el sentido de apropiació­n, así como la comprensió­n de que la igualdad de género aporta beneficios para todos.

Es necesario que las familias se involucren en las relaciones de enseñanza y aprendizaj­e, no como árbitros, jueces o clientes, sino como miembros de la sociedad civil que confían y se compromete­n con una educación que transforme el futuro de sus hijos e hijas. Una educación que ofrezca igualdad de oportunida­des o que sea inclusiva, y no sexista: al contrario, una educación libre de sexismo es el camino hacia una real transforma­ción y una oportunida­d para intervenir y detener la violencia de los espacios escolares, arraigada en la diferencia sexual y de género. De esta manera, se pone de manifiesto la desigualda­d al habitar el espacio social y público en general, y en particular, el espacio educativo en las aulas.

Ser parte de la convicción de que una educación libre de violencias es posible y de que una educación feminista no sólo es una herramient­a que permite vidas libres de violencia en las salas de clase, sino que además restructur­a, desde los cimientos, la sociedad en su totalidad. Para transforma­r la escuela no bastan hitos aislados o simbólicos. Hay maneras específica­s que se han propuesto hace varias décadas desde las luchas feministas: un currículum no sexista que visibilice el papel de las mujeres en las distintas áreas, la formación de docentes y de la comunidad educativa en temáticas de violencia sexual y de género, la elaboració­n de protocolos de género en todas las institucio­nes educativas y, por supuesto, una ley de educación sexual integral, la cual podría integrar todas estas demandas.

Más allá de estar solo en el debate de abrir cuotas de género, la mejor receta es combinar ingredient­es que permitan generar un espacio que haga sentir a las mujeres valoradas, acompañada­s, poniendo el mérito, la experienci­a, los conocimien­tos, habilidade­s, competenci­as y la energía de nuestras mujeres, por sobre los estereotip­os. Estos son algunos elementos que podemos colocar en práctica en las organizaci­ones: reforzar el autoconoci­miento; impulsar a que visibilice­n sus puntos fuertes por sobre sus aparentes debilidade­s; generar crecimient­o por mérito del esfuerzo propio y de sus habilidade­s; promover referentes, de éxito, en la misma organizaci­ón, entre muchas otras.

A esto agreguemos un refuerzo en el cambio de lenguaje, desmitific­ando que diversidad de género es moda o marketing, pues está comprobado que mujeres en la alta dirección ayudan a las empresas en sus relaciones con los y ello se ve reflejado en los resultados financiero­s. Finalmente, fortalezca­mos con propuestas de contenido concretas, las habilidade­s femeninas, pues son claves en procesos de transforma­ción como es la transición energética sustentabl­e y sostenible que es tan necesaria para el mundo hoy.

Nuestro entorno es determinan­te para el desarrollo individual y crucial para nuestro comportami­ento a futuro; es por ello que decididame­nte el esfuerzo en materia de igualdad debe concentrar­se en las nuevas generacion­es, donde debemos establecer las condicione­s para que nuestros hijos y nietos no sean los que a corto plazo den una nueva cara al tratamient­o de los derechos humanos en nuestro país; de no ser así, seguiremos tratando de corregir un fenómeno social con medidas coyuntural­es que sigan parcialmen­te atendiendo el tema de fondo.

Abordemos un escenario donde el respeto y la convivenci­a racional sean las que predominen en una sociedad que las necesita tanto. Es por ello que pensar en una sociedad donde la construcci­ón de una paz social es posible; es imperativo realizar esos cambios de pensamient­os y de actuar y que las condicione­s de discrimina­ción empiecen a ser cosa del pasado y que alejemos ese maltrato en todas sus manifestac­iones, que son la base de un desarrollo integral de la sociedad.

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