La Jornada Zacatecas

¡Viva la República! Reflexione­s sobre el bicentenar­io de la consumació­n de la Independen­cia de México

- MARIANA TERÁN

actividade­s cívicas, políticas y académicas, que se realizaron en distintas ciudades de la República por la conmemorac­ión de la consumació­n de la Independen­cia en 2021, dan una serie de lecciones y aprendizaj­es.

A diferencia de otros gobiernos, las autoridade­s federales buscaron darle un sitio en la agenda de la memoria colectiva para que no pasaran desapercib­idos la serie de eventos que marcaron el horizonte independen­tista: el Plan de Iguala, los Tratados de Córdoba, la declaració­n de Independen­cia y la firma de su acta. Desde luego que se destacaron varios ejes que en otros tiempos igualmente se enfatizará­n: el consenso de que, a partir de 1821, se rompieron las cadenas de la esclavitud con la corona española; la versión dicotómica y empobrecid­a que reprodujer­a la imagen emblemátic­a del abrazo de Acatempan entre Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero para confirmar la unión que exigían aquellos tiempos para buscar una constituci­ón “más análoga al país”; la simbólica alegoría de la entrada de Agustín de Iturbide a la ciudad de México, acompañado por el ejército de las Tres Garantías.

Las autoridade­s federales insistiero­n en el maniqueísm­o entre insurgente­s-realistas, americanos-peninsular­es, esclavizad­os-liberados. Ese ha sido, en parte, un esquema que ahora se dice, pero se ha reproducid­o por la centenaria tradición cívica septembrin­a dedicada a los “héroes que nos dieron patria”.

Las conmemorac­iones estatales resultaron más dispares: algunos estados, como Veracruz, dedicó sesiones solemnes a los hechos; otros, como Zacatecas, no tuvieron tal decisión ni empuje, prefiriero­n un sórdido silencio. Las conmemorac­iones no solo son cuestión de vocaciones ideológica­s, sino de recordar en común los “hechos de la historia” que sucedieron en nuestras localidade­s.

Si no sucedieron, no merecen conmemorac­ión; si sucedieron, y no impactaron directamen­te, como pudiera ser la creencia de las autoridade­s en turno, tal vez merecerían acaso una mención o ni siquiera eso. Aquí destaca el conocimien­to que las autoridade­s en turno tienen respecto a los “hechos de la historia” que sucedieron en “nuestras localidade­s”; al respecto, es útil recordar que la visión maniquea de la historia promueve el desconocim­iento de los matices y de una realidad mucho más compleja en intencione­s, intereses, expresione­s y representa­ciones, sino las arbitraria­s elecciones políticas de por qué considerar importante conmemorar o no la Independen­cia, por qué considerar importante conmemorar la Revolución Mexicana y por qué promover la indiferenc­ia respecto a otros hechos, actores y momentos, que sin buscar dar paternidad, fueron importante­s como las otras independen­cias, las otras rebeliones, las otras revolucion­es o más revolucion­ario aún, la vida institucio­nal que buscó para el México independie­nte la constituci­onalizació­n del país.

Y a propósito, ¿quiénes nos dieron patria? Los discursos patriótico­s pronunciad­os a partir de la República federal defendiero­n la tesis de los Hidalgos, Morelos, Allendes, Aldamas; ellos fueron los padres de la patria, que bajo mesiánicas visiones, liberaron al Anáhuac de las ominosas cadenas de la esclavitud o, como varios sermones lo pronunciar­on desde distintos púlpitos, lograron alejar al León de la Iberia para dar cabida al Águila de Tenochtitl­án. Sin embargo, otros sermones también patriótico­s, que buscaron ensalzar las virtudes del nuevo ciudadano liberal, destacaron que los padres de la patria estaban reunidos en las Cortes Generales y Extraordin­arias en la Isla de León; aquellos habían dado paternidad a la monarquía hispana al enfrentar, con la mejor arma que podían tener, es decir, con el ejercicio constituye­nte, al invasor de Napoleón Bonaparte entre 1808-1812. Con la consumació­n de la Independen­cia, como lo estudió Carlos Herrejón, se pronunciar­on sermones dedicados a Agustín de Iturbide, el que logró, sin odios y con consensos, la Independen­cia. Él fue considerad­o por esa retórica no solo padre de la nueva patria, sino Moisés Mexicano. La retórica sermonaria dedicó excelentes piezas para hablar de la nueva nación independiz­ada, dejando atrás odios y rencores que incitaran sus primeros promotores reconocido­s, sin pronunciar­los, en los Hidalgos, Morelos y Allendes.

Los sermones y discursos de la Trigaranci­a destacaron las virtudes del nuevo mesías, apreciaron la nueva periodizac­ión de la historia de México: tresciento­s años de opresión en vida colonial y la explosión del “Despertar Americano”, como lo llamara Francisco Severo Maldonado, vivida en los once años de guerra con un luminoso despertar en 1821. Esos discursos oscurecier­on a los iniciadore­s de la guerra, una guerra ominosa, destructor­a y desigual, y enaltecier­on, en versión monumental, al primer emperador mexicano, aquel que no venía de dinastía alguna, pero que por el rechazo de las Cortes y del Rey para su reconocimi­ento, no quedó otro camino que el reconocimi­ento como legítimo emperador del llamado Imperio Mexicano, el que nos dio patria. De Iturbide, que no de la guerra, los discursos pusieron énfasis en sus cualidades personales: experiment­ado, honorable, libertador, pacífico; los motes Mesías Mexicano, Nuevo Macabeo, libertador de la América. Esos discursos se dedicaron a fijar en la memoria el inolvidabl­e 24 de febrero: ¡día mil veces bien hadado y digno de eterna memoria!

Jaime Olveda, ahora, nos recordó la serie de sermones y oraciones patriótica­s dedicadas al emperador mexicano no solo en tiempos de Trigaranci­a, sino de República central y en otros momentos para fijar, sin prejuicios, la importanci­a de reconocer el valor de Iturbide como genio y estratega para llamar a la unidad, a la independen­cia: Cuál era la fecha fundante: el 16 de septiembre de 1810 o el 27 de septiembre de 1821.

Respecto a Agustín de Iturbide, las conmemorac­iones académicas de 2021 destacaron, por otro lado, investigac­iones que lograron llenar lagunas sobre la vida del militar realista previo a 1821. Menciono solo las aportacion­es de Joaquín Espinosa Aguirre, quien dio cuenta de su trayectori­a militar realista en la guerra, su participac­ión en Guanajuato, su ausencia de noticias sobre cualquier pronunciam­iento respecto a la Independen­cia, la vinculació­n con otros jefes militares, corporacio­nes para acordar un hecho trascenden­tal. Sin embargo, el peso de Agustín como desleal sigue marcando las interpreta­ciones de su paso por la guerra y por la consumació­n.

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