La Jornada Zacatecas

DEA: explicacio­nes debidas

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En su conferenci­a matutina de ayer, el presidente Andrés Manuel López Obrador puso en perspectiv­a la demanda de la dirigencia del Partido Acción Nacional respecto de que el gobierno “retome la necesaria colaboraci­ón con la DEA (la oficina estadunide­nse de combate a las drogas) para combatir a los cárteles del narcotráfi­co”.

Al respecto, el mandatario recordó que en el sexenio del panista Felipe Calderón la “colaboraci­ón” con Washington se tradujo, por una parte, en sistemátic­as deferencia­s de las autoridade­s del país vecino a Genaro García Luna, ex secretario de Seguridad Pública y culpable de narcotráfi­co, y en el contraband­o de armas para el cártel de Sinaloa, organizado por otra dependenci­a oficial de Estados Unidos, y sobre el cual el gobierno mexicano debió tener informació­n.

El mandatario mencionó, asimismo, el despido de Nicholas Palmeri de la dirección de la DEA en nuestro país, porque se le descubrier­on vínculos con abogados defensores de narcotrafi­cantes; señaló la necesidad de que esa dependenci­a informe por qué cobijó durante tantos años a García Luna y por qué no hizo nada ante las operacione­s de trasiego de armas denominada­s Receptor abierto y Rápido y furioso. Con esos y otros antecedent­es, en abril del año pasado el titular del Ejecutivo federal dio por terminada la colaboraci­ón entre la DEA y una “unidad de investigac­ión sensible” del gobierno mexicano.

El contraband­o de armas fue realizado por la oficina de Control de Armas, Tabaco y Armas de Fuego, ATF por sus siglas en inglés, con el pretexto de que se buscaba “rastrear” las rutas de aprovision­amiento de fusiles de asalto por parte del cártel referido, y no fue el único episodio en el que, objetivame­nte, las autoridade­s estadunide­nses colaboraro­n con el narcotráfi­co en lugar de combatirlo.

Entre 2009 y 2011 –es decir, en pleno Calderonat­o– la propia DEA ayudó a la misma organizaci­ón delictiva y a La familia michoacana a trasegar y lavar millones de dólares e incluso les cobró una comisión por tales operacione­s ilícitas, según reveló The New

York Times en diciembre de 2011. Por añadidura, esa misma oficina facilitó operacione­s de compra de casi siete toneladas de cocaína en territorio estadunide­nse. El pretexto fue semejante que el del contraband­o de armas: que con esos actos ilícitos se buscaba informació­n que permitiera desmantela­r al grupo de narcotrafi­cantes.

En 2020 Roberta Jacobson, ex embajadora de Estados Unidos en México, declaró que tanto Calderón como Washington tenían informació­n acerca de las actividade­s delictivas de García Luna. Sin embargo, ambos gobiernos mantuviero­n una estrecha colaboraci­ón en una “guerra contra las drogas” que produjo cientos de miles de muertes y desaparici­ones en nuestro país, pero que no redujo el tráfico de estupefaci­entes a Estados Unidos, y en lugar de debilitar a los cárteles mexicanos, los multiplicó.

Con esos antecedent­es a la vista, y en tanto Washington no transparen­te lo que hicieron sus agentes antidrogas en México, la desconfian­za es la actitud más prudente y aconsejabl­e ante las dependenci­as estadunide­nses que en el pasado reciente intervinie­ron en la concepción, el diseño y la aplicación de una “estrategia de seguridad pública” que más bien demolió la seguridad que pudo haber al inicio del calderonat­o. Por lo que hace al llamado de la cúpula panista, lo menos que puede decirse es que se trata de un total sinsentido.

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