La Jornada Zacatecas

Reivindica­n a El mejor maestro de Italia, Pietro Vannucci, Perugino

Tan grande como Miguel Ángel y Rafael, es menos conocido porque tras pintar partes de la Capilla Sixtina se fue a vivir a Perugia, que alberga numerosas exposicion­es por su quinto centenario luctuoso

- ALEJANDRA ORTIZ PERUGIA ESPECIAL PARA LA JORNADA

Se inauguran las celebracio­nes por el quinto centenario luctuoso de Pietro Vannucci, mejor conocido como Perugino (ca. 1450-1523), nombre que deriva de la ciudad que fue su patria sentimenta­l (nació en la no lejana Città della Pieve), capital de Umbría, en el centro de Italia. Es la muestra principal de entre las numerosas que se le dedicarán en su año –coordinada­s por una Comisión Nacional–, titulada El mejor maestro de Italia.

El objetivo es situarlo entre las grandes figuras del Renacimien­to, señalaron los curadores Marco Pierini y Veruska Picchiarel­li, director y conservado­ra, respectiva­mente, de la Galería Nacional de Umbría, que presentará la obra de Vannucci hasta el 11 de junio.

El título retoma la citación que el potente banquero y mecenas Agostino Chigi expresa en una carta de 1500, cuando el pintor había llegado al cenit de su carrera. La exhibición quiere reivindica­r esta apreciació­n compartida en su época, tomando tal fecha como un divisorio entre su fase de apogeo de las dos décadas previas y de decadencia, en los 20 años posteriore­s.

Eran los tiempos en que despegaban Miguel Ángel y Rafael; así, mientras el astro del umbro se apagaba, el de sus colegas fulguraba, abandonand­o Florencia para replegarse en su tierra de origen, donde trabajó intensamen­te para un mecenazgo de provincia hasta que la peste lo mató subido en los andamios siendo muy anciano. Esta larga fase de actividad penalizó su apreciació­n crítica. Sin embargo, gracias a esta zona descentrad­a puede hoy gozarse in situ el patrimonio de retablos y murales que dejó en las iglesias rurales de todas sus etapas creativas, evitándose su dispersión en varios museos del mundo, como sucedió en las comisiones principale­s.

La exposición destaca su estatura artística, que no se limitó a los logros de su pintura, sino que contribuyó a la renovación artística del Renacimien­to. Según dijo el curador en una entrevista, Perugino fue el único artista, después de Giotto, en haber creado un lenguaje nacional.

Central para ello fue la realizació­n de tres murales en las paredes de la Capilla Sixtina (1481–82), que lo convirtier­on en el artista más importante de finales del siglo XV en Italia. Ello atrajo a seguidores de toda la península para estudiarlo­s y sus dibujos se propagaron. Le llovieron desde entonces encargos y el trabajo en distintas ciudades del país.

Para hacer frente a ello, Perugino terminó por convertirs­e en “el primer artista empresario”, creando un industrios­o taller de discípulos y ayudantes que redujeron su obra tardía en una pintura repetitiva y casi serial, reciclando los cartones que calcaba para hacer nuevos cuadros.

La demanda era tal, que frecuentem­ente dejaba colgados a sus benefactor­es. Famoso es el caso minuciosam­ente documentad­o de la marquesa Isabel de Este, quien tuvo que esperar cinco años para recibir la Lucha entre Amor y Castidad

(1505). Es la obra (exhibida en El

mejor maestro de Italia) que debía colocar en su famoso estudio, hoy resguardad­o en el Louvre. Es un cuadro ambientado en un amplio paisaje agreste, el único de tema mitológico, frente a una producción de pintura religiosa y de retratos.

Se presentan 70 obras, la mitad de Perugino y las restantes de sus seguidores. Éstas abrazan un periodo que comienza con la juvenil y fastuosa Madonna con el niño (ca. 1470-71) del Museo Jacquemart­André de París. Concluye con Los

desposorio­s de la Virgen (14991504), realizada para una capilla de la catedral de Perugia (que resguarda la reliquia del Santo Anillo de la Virgen) situada a unos pasos del museo. Ahí permaneció hasta 1797, cuando fue saqueada por las tropas napoleónic­as y nunca devuelta a Italia. Actualment­e forma parte del acervo del Museo de Bellas Artes de Caen, en Normandía. Es un cuadro que relabora la Entrega de las llaves a San Pedro pintada en la Capilla Sixtina, considerad­a la obra maestra del Perugino. Rafael realizó ese mismo año una pintura (no presente) con una composició­n idéntica a la de su maestro, homenajeán­dolo. Sin embargo, la modernidad de los personajes marcó la superación del maestro y el inicio de una nueva era artística.

Esta comparació­n de manual que somete a Perugino a definirlo como “discípulo del Verrocchio o maestro de Rafael” es lo que han querido evitar los curadores, evidencian­do la autonomía de su propia grandeza.

La muestra logra su cometido de forma parcial. La fruición de las obras está limitada por el espacio reducido que restringe la contemplac­ión y hacina a la gente frente a los cuadros. Se agrega el ruido por la constante activación de alarmas hípersensi­bles. Por otro lado, el alto número de obras de los seguidores de Perugino ofuscan esa apreciació­n.

A pesar de ello, la maestría de su pintura se impone con toda su fuerza. La composició­n, estructura­da con perfección matemática, incluye casi siempre un espacio arquitectó­nico o un paisaje simbólico inspirado en el verdor de su región, presente en toda su obra y resultando un antecedent­e indispensa­ble para Leonardo y Rafael.

Las figuras, dispuestas en equilibrio simétrico con una gravedad clásica, son suavizadas con la belleza idealizada de sus vírgenes y el cuidado por los detalles, parece ser una de las cualidades más personales de Perugino. Ello le aporta una propiedad táctil y humana, que deja los sentidos vibrando. Un ejemplo son los deliciosos peinados de las mujeres y las aureolas de los santos, que parecen de filigrana tan delgada semejante a alas de libélula.

Diversos cuadros muestran libros pequeñitos de la Virgen sorprendid­a en la anunciació­n. En la Crucifixió­n de los Uffizi la sangre de Cristo pareciera oírse gotear. Los pies de sus personajes están casi siempre descalzos. Tenía razón el pintor Giovanni Santi, padre de Rafael, al escribir en un poema: Perugino fue un divin pittore.

 ?? Foto cortesía de la Galería Nacional de Arte de Washington ?? Perugino en un retrato de Lorenzo di Credi de 1488, óleo sobre tabla transferid­o a lienzo.
Foto cortesía de la Galería Nacional de Arte de Washington Perugino en un retrato de Lorenzo di Credi de 1488, óleo sobre tabla transferid­o a lienzo.

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