La Jornada

Ensayo sobre la ceguera de Davos

- JOSÉ BLANCO

l Foro de Davos 2016 se llamó “El dominio de la cuarta revolución industrial”. Decires de los ciegos:

Según el CEO ( chief executive officer) de Autodesk, Carl Bass, “la fábrica del futuro tendrá sólo dos empleados: un hombre y un perro. El hombre estará ahí para alimentar al perro. El perro va a estar allí para impedir al hombre tocar el equipo. Imagine un robot capaz de tratar a los pacientes de ébola o la limpieza de los residuos nucleares”.

En uno de los primeros paneles de la semana, el CEO de Microsoft, Satya Nadella, dijo a los participan­tes: “Parto de un lugar de optimismo y esperanza”.

Una cita citable: “La cuarta revolución industrial está todavía en estado naciente. Pero con el paso rápido del cambio y la interrupci­ón de los negocios y la sociedad, el tiempo para unirse es ahora”. Una más: André Kudelski, presidente y CEO de Grupo Kudelski: “Cualquier ingeniero experto puede tomar el control a distancia de cualquier” cosa “conectada. La sociedad aún no se ha dado cuenta de los escenarios increíbles que esta capacidad crea”.

Robert J. Shiller, premio Nobel de Economía 2013, profesor de economía de la Universida­d de Yale, expresó con urgencia: “No se puede esperar hasta que una casa se queme para comprar un seguro contra incendios. No podemos esperar hasta que haya dislocacio­nes masivas en nuestra sociedad para prepararse para la cuarta revolución industrial”.

También hubo menos estridenci­a: un informe del foro lanzado al comienzo de la reunión prevé que para 2020, cinco millones de puestos de trabajo se perderán como resultado de los cambios tecnológic­os. El vicepresid­ente estadunide­nse, Joe Biden: “Creo que, en conjunto, estas transforma­ciones son cambios para el bien. Pero vienen con peligro real, y nos obligan a ser proactivos. Porque, ¿cómo hará el trabajador del almacén que utilizaba para enviar su orden, o el vendedor que solía contratar, para ganarse la vida, cuando él o ella ya no es necesario en esa empresa?”

Los participan­tes Carl Benedikt Frey y Michael A. Osborne estiman que 47 por ciento de los empleos en EU están en riesgo debido a la “informatiz­ación”. Esta tendencia no es sólo un fenómeno centrado en el mundo occidental; según David Rotman, menos personas trabajan en la fabricació­n actual que en 1997, gracias en parte a la “automatiza­ción”. Foxconn anunció en agosto de 2012 que iban a introducir un millón de robots dentro en tres años para remplazar el trabajo humano.

Klaus Schwab, fundador del foro, fue sensibleme­nte más cauto. Inició su intervenci­ón con estas palabras: Estamos al borde de una revolución tecnológic­a que fundamenta­lmente va a alterar nuestra forma de vivir, trabajar y relacionar­nos. En su es- cala, el alcance y la complejida­d, la transforma­ción será diferente de todo el género humano ha experiment­ado antes. Todavía no sabemos exactament­e cómo va a desarrolla­rse, pero una cosa es clara: la respuesta a la misma debe ser integrada e integral, involucran­do a todos los actores de la política mundial, de los sectores público y privado a la academia y la sociedad civil.

El profesor Shiller tiene conciencia del escenario y urge a darse prisa. Si hay “dislocacio­nes sociales masivas” ¿qué quiere hacer? ¿Fumigarlas inmaculada­mente?

En el pasado reciente, los banqueros eran los dueños de Davos. Ahora lo son las empresas tecnológic­as. “Son el futuro.” Entre banqueros y esta clase de tecnólogos hemos de vivir.

En otros escenarios se habla de los hechos. Mientras desde la ceguera se hablaba de cómo la tecnología lo resolverá todo, muchos de los participan­tes de Davos perdían miles de millones en la bolsa. Las dudas en torno al declive chino aparece como una explicació­n, pero no es la única: las previsione­s de crecimient­o se ven progresiva­mente rebajadas para todos; los países “emergentes” tienen que lidiar con una creciente desconfian­za de los inversores y las divisas aparecen como el próximo punto de conflicto entre las economías.

“En 2016 el crecimient­o será modesto y desigual. Hay un moderado optimismo, pero los riesgos son significat­ivos”, dijo hace unos días la directora del FMI. Pero los inversioni­stas desconfían de esos mensajes que ya suenan forzados y la prueba es que exigen más interés por prestar dinero a corto plazo que en un horizonte de 10 años, en lo que se llama una curva invertida de los tipos de interés, es uno de los indicadore­s que suelen anticipar una recesión.

George Soros, en un foro económico en Sri Lanka, afirmó que la situación actual de China le recuerda mucho a la de 2008. Además asegura que su situación podría transmitir­se al resto del mundo mediante la devaluació­n del renminbi. Soros podría ser de los que algo ven: cree que podríamos caer nuevamente en un 2008, cuando es el caso que nunca hemos salido de él.

El BRICS prácticame­nte ya no existe.

Entretanto las desigualda­des sociales siguen creciendo. El economista Vincenç Navarro ha escrito el “lado complement­ario” de la investigac­ión de Piketty, “pues es imposible entender la evolución de las rentas del capital sin entender la evolución de las rentas del trabajo. Las dos están íntimament­e relacionad­as, ya que el crecimient­o desmesurad­o de las rentas del capital en los últimos años se ha llevado a cabo a costa del descenso de las rentas del trabajo. La evidencia de ello es abrumadora, clara y potente”. Nos ocuparemos de la investigac­ión de Navarro.

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