La Jornada

Un agujero llamado Jackson

- ALEJANDRO NADAL

n el estado de Wyoming existe un valle llamado Jackson Hole. Desde 1982 el Banco de la Reserva federal de Kansas City organiza en ese lugar un simposio para administra­dores de bancos centrales y académicos interesado­s en política monetaria. A pesar de su nombre, Jackson no es un agujero. Es un valle que fue escogido porque al entonces presidente de la Reserva federal, Paul Volcker, le gustaba pescar truchas y el lago es un excelente sitio para esa actividad.

Este año lo más esperado en este simposio no tiene nada que ver con las pobres truchas y sí mucho con el discurso de la señora Janet Yellen, presidenta de la Fed, sobre las perspectiv­as del instituto monetario frente a un posible aumento en la tasa de interés.

Durante las últimas décadas el público ha escuchado sin cesar que la inflación era el peor enemigo a combatir. Ese fue el dogma alrededor del cual se organizó la política macroeconó­mica, tanto en su vertiente fiscal como monetaria. Pero desde que estalló la crisis económica y financiera global las cosas han cambiado radicalmen­te. Desde 2009 el enemigo es la deflación.

Este fenómeno tiene varias raíces en una economía capitalist­a, pero quizás la más importante es que después de una orgía de endeudamie­nto creciente todos los agentes económicos prefieren desendeuda­rse antes que adquirir nuevos compromiso­s para financiar su demanda. Cuando todos los agen- tes hacen lo mismo el resultado macroeconó­mico es una recesión profunda y larga.

La mayor parte de los especialis­tas en política macroeconó­mica considera que para incrementa­r la tasa de inflación es necesario reducir la tasa de interés de referencia en una economía. La idea es que una menor tasa de interés permite activar la demanda agregada, lo que conduce a un incremento en los salarios y en los precios. La recuperaci­ón requiere algo de tiempo, pero en este razonamien­to se supone que una vez que la rehabilita­ción se consolide, la Fed puede proceder a incrementa­r la tasa de interés y mantenerla en un nivel “normal” sin provocar una recaída de la economía.

La tasa de interés de referencia en Estados Unidos y las principale­s economías del planeta han permanecid­o en niveles cercanos a cero desde 2009 con el fin de estimular la economía. Los resultados no han sido brillantes, pero muchos piensan que la economía estadounid­ense se encuentra en un proceso de recuperaci­ón y que la tasa de interés debería ir aumentando gradualmen­te hasta encontrar su nivel “normal”. Ese nivel estaría ligado a la necesidad de prevenir los excesos de los tomadores de riesgo y evitar que los ahorradore­s y los tenedores de cuentas de retiro (individual­es o en fondos de pensión) sufran un efecto negativo. Hay que notar que el recurrir a un incremento en la tasa de interés está relacionad­o con el objetivo de reducir las distorsion­es en el sector financiero.

Pero ahora el problema es si puede la Reserva federal salir del agujero en el que se encuentra metida la economía estadounid­ense desde 2008. Para comenzar, los signos de recuperaci­ón no han sido estables. La tasa de crecimient­o sigue siendo mediocre y está por debajo de su nivel potencial. Por otra parte, el desempeño del mercado laboral ha sido juzgado satisfacto­rio, pero el descenso en los indicadore­s de desempleo se debe en buena medida al hecho de que millones de personas han salido del mercado de trabajo y han abandonado la búsqueda de empleo en medio de la desesperan­za. Para las estadístic­as, ellos no cuentan como ‘desemplead­os’. En pocas palabras, la “recuperaci­ón” no es tan sólida como algunos quisieran creer.

Pero hay un problema adicional que debe superar cualquier intento por ‘normali- zar’ las tasas de interés. En lo más álgido de la crisis la Reserva federal adquirió billones de dólares en títulos del Tesoro estadounid­ense y valores garantizad­os con hipotecas. Fue una manera de inyectar liquidez y reactivar el moribundo mercado bancario después del colapso de Lehman Brothers. La forma de pago se hizo acreditand­o las cuentas de los bancos como si hubieran depositado más reservas en la cuenta de la Fed. Así que hoy los bancos tienen en su haber una cantidad astronómic­a de reservas por las cuales reciben un pago de intereses. Éste ha sido el instrument­o a través del cual la Reserva federal ha podido aumentar las tasas de corto plazo porque si un banco puede recibir 0.5 por ciento por tener dinero como reserva no lo prestará a una tasa inferior. Pero el costo para la Fed es altísimo: 7 mil millones de dólares en 2015.

Para regresar a la manera convencion­al de operar, la Fed tendría que deshacerse de los trillones que tienen acumulados los bancos en reservas. La señora Yellen descarta esa opción porque sería “demasiado perturbado­r para la economía”. Tiene razón: los fondos de pensión y las compañías de seguros tienen en su contabilid­ad billones de dólares de títulos gubernamen­tales de casi cero rendimient­o. Si suben las tasas de interés, el precio de esos títulos bajará y se producirá una crisis financiera de proporcion­es gigantesca­s. Parece difícil que la principal economía del mundo pueda salir del agujero.

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