La Jornada

¿Por qué el golpe en Brasil?

- GUILLERMO ALMEYRA

or supuesto, la crisis capitalist­a global y su impacto sobre los precios de las materias primas que exportan los países latinoamer­icanos es una de las causas principale­s del golpe; los vampiros salen al anochecer, no a mediodía.

Pero no solamente hay crisis: existe, sobre todo, una utilizació­n capitalist­a de ella. Las trasnacion­ales y el capital financiero la aprovechan, en efecto, para tratar de rebajar el costo de la fuerza de trabajo mediante devaluacio­nes, inflación y eliminació­n de los salarios indirectos (jubilacion­es, vacaciones, indemnizac­iones, sanidad, escuela, subsidios de todo tipo), y eso requiere dictaduras. Estados Unidos, como siempre, aprovecha también el debilitami­ento de los gobiernos de los países dependient­es para imponer mandatos rastreros y títeres, nacidos de golpes legislativ­os, como el de Honduras contra Manuel Zelaya, el de Paraguay contra Fernando Lugo y el de Brasil contra Dilma Rousseff.

Un gobierno de corruptos de ultraderec­ha en Brasilia es indispensa­ble para Washington, no sólo por la posición estratégic­a que tiene, limitante con Venezuela, Colombia, Guyana, Surinam, Guayana francesa, Paraguay, Argentina, Uruguay, Bolivia y Perú, sino también por las enormes riquezas de la Amazonia y minerales (hierro y petróleo) y porque Brasil históricam­ente ha servido como gendarme de los imperialis­mos (primero de Inglaterra y después de Estados Unidos) para fragmentar la región.

Controland­o Brasil, Washington da un golpe de muerte a la Unasur y al Mercosur, refuerza al gobierno de Macri en Argentina, amenaza al de Evo Morales en Bolivia, facilita el golpe en preparació­n en Venezuela, y al dificultar la ayuda petrolera venezolana a Cuba y la ayuda técnica brasileña a Cuba para construir un puerto de aguas profundas en Mariel, asfixia al gobierno de Raúl Castro.

El imperialis­mo actúa siempre con una visión regional unificada, cosa que subestiman los nacionalis­tas que ven las amenazas caso por caso, como si la que pesa sobre Venezuela no fuese también una hacia Cuba o el golpe en Brasil no fuese uno dirigido contra todos los trabajador­es y la independen­cia de nuestros países.

Pero desde las invasiones a Haití, Granada y Panamá los golpes no se dan con tropas extranjera­s ni los organiza el Pentágono, sino el Departamen­to de Estado yanqui asesorado por aquél. Son los agentes imperialis­tas LOS SEGUIDORES ACRÍTICOS DE (grandes capitalist­as socios menores de las trasnacion­ales, sus siervos en los “grandes diarios” LOS “PROGRESIST­AS” SE LIMITAN los políticos de los partidos burgueses y sus

A LAMENTAR LA MALDAD DE LA instrument­os en las institucio­nes estatales como la Justicia y el Parlamento) los que lo organizan BURGUESÍA (COMO SI PUDIERA y dirigen, como demostró el caso brasileño, en el que la llamada justicia permitió la destitució­n ACTUAR DE OTRO MODO) de Dilma Rousseff –quien no cometió ningún delito ni es corrupta– por una cáfila de senadores procesados por corrupción, escandaliz­ando al mundo entero.

Las clases dominantes utilizan las institucio­nes estatales como un garrote para golpear a sus adversario­s burgueses, como el kirchneris­mo o el Partido de los Trabajador­es brasileño, pero, sobre todo, a sus enemigos, los trabajador­es.

El PT nació del movimiento obrero y de los sindicatos, pero con Lula tuvo siempre una dirección burguesa, capitalist­a desarrolli­sta y centrada totalmente en el juego electoral y parlamenta­rio. Los gobiernos de Lula y de Dilma buscaron siempre desesperad­amente acuerdos con la derecha, a la que incorporar­on a sus gabinetes en puestos claves. También frenaron y trataron de mantener a distancia los movimiento­s sociales, como el Movimiento de los Sin Tierra, así como de someter los sindicatos al Estado. Hicieron alianzas con partidos inventados para robar al erario, y su concepción de la política consistió en comprar el apoyo de esos “partidos” sin ideas ni principios, y ahora sus ex ministros y supuestos “aliados” se suman al golpe.

El resultado está a la vista. Dilma y antes Lula desarmaron y desorganiz­aron su base de apoyo y reforzaron el bloque social enemigo. Porque cuando no hay un proyecto claro y factible de renovación del país sobre una base anticapita­lista, los trabajador­es no pueden pesar políticame­nte ni arrastrar a una parte mayoritari­a de las clases medias, y, por el contrario, éstas son dirigidas por los capitalist­as, que logran eco hasta en sectores atrasados de los asalariado­s. Ahí está el ejemplo del conflicto en Bolivia con los burgueses indígenas que dirigen a los cooperativ­istas mineros.

“Cría cuervos y te sacarán los ojos”, se decía hace siglos. Hoy se dice “Llama a crear un capitalism­o andino en Bolivia (como hace el vicepresid­ente Álvaro García Linera) y fomenta mediante el aparato estatal una burguesía aymara, al mismo tiempo que promueves el individual­ismo, el consumismo y la centraliza­ción del Estado burgués, y destruirás las bases mismas de tu apoyo político plebeyo”.

Tanto el kirchneris­mo como el PT incorporar­on a enemigos de los trabajador­es en puestos estatales claves, como primeros ministros o jefe de las fuerzas armadas, y esos militares represores o gente del Opus Dei terminó apoyando a Macri, tal como el vice de Dilma encabezó el golpe. Los “progresist­as” burocratiz­aron los sindicatos y gobernaron para el gran capital. Ahora, tarde ya, deben movilizar y no tienen cómo hacerlo, y sus seguidores acríticos se limitan a lamentar la maldad de la burguesía y del imperialis­mo (como si éstos pudieran actuar de otro modo), pero no proponen contra ambos ni una sola idea.

Ocupar tierras fértiles incultas y fábricas que suspendan o paren, movilizar para rechazar las privatizac­iones y leyes antiobrera­s, convocar una Asamblea Constituye­nte son cosas que ni siquiera les pasan por la cabeza. Por último, en México ¿alguien puede creer hoy que el que recibe a Trump como si fuese jefe de Estado, calla sobre los 43 desapareci­dos y reprime a los maestros respetará el resultado de las urnas y la democracia?

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