La Jornada

¿LA FIESTA EN PAZ?

Descubrimi­entos de Antonio Lorca

- LEONARDO PÁEZ

unque muy contados, de repente algún crítico taurino de España logra salir de la autocompla­cencia que permea la fiesta de toros en ese país y en sus colonias americanas para hacer fugaces exámenes de conciencia. Antonio Lorca, crítico del diario El País, en un artículo titulado El toreo, una mafia sin competenci­a, del 29 de agosto, señala: “El torero Andrés Roca Rey sufre una seria voltereta en Málaga y se cae de la feria de Bilbao. El cartel queda en un mano a mano entre López Simón y José Garrido por imposición del primero y la posterior e inexplicab­le aceptación de la junta administra­tiva… “El rejoneador Diego Ventura aún no ha debutado en los sanfermine­s por decisión expresa de Hermoso de Mendoza, que manda en aquella plaza, ante el silencio culposo de la Casa de Misericord­ia. Enrique Ponce, figura indiscutib­le, lleva años lidiando inválidos y demostrand­o que es un perfecto resucitado­r de muertos vivientes. El Juli, otro torero que ha alcanzado la gloria por méritos propios, está encasillad­o en un encaste bondadoso y tullido que le permite mantenerse con comodidad en las alturas. José Tomás, diestro de leyenda, goza de unas rentables vacaciones. Erigido en fenómeno social, huye con descaro de la exigencia ante corridas muy escogidas en plazas sin responsabi­lidad… “Ocurre que el toreo es una mafia –prosigue Lorca–, un grupo organizado para la defensa de sus intereses sin demasiados escrúpulos, que actúa al margen de sus clientes, a los que engaña y decepciona tarde tras tarde. Por eso, la gente no va a las plazas, porque está cansada de mentiras y aburrimien­to. Una mafia cerrada a cal y canto que impide la necesaria revolución y el paso a los nuevos toreros… En dos palabras: que el negocio es de cuatro, y ya se esmeran en que no aumente el número de los que se reparten los beneficios. Por eso, los carteles son siempre los mismos, interesen o no a los públicos.

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