La Jornada

En materia de sentimient­os no existen verdades absolutas: Carlos Franz

- ÁNGEL VARGAS

El escritor chileno Carlos Franz sale airoso de la difícil disyuntiva que él mismo se plantea: ¿qué vale más la pena, vivir una rutina amorosa constante, pero que tiende al aburrimien­to, o una pasión fugaz, pero que es un tesoro para el resto de la vida?

“En materia de sentimient­os no hay verdad absoluta”, responde el autor, a quien en nada abochorna definirse un romántico de cepa. De esa misma estirpe a la que perteneció el entrañable y desapareci­do Julio Cortázar, que no tenía empacho en confesar que lloraba en el cine incluso con las peores películas de amor.

“Soy muy sentimenta­l y, ¡claro!, me gustan las novelas que son capaces, mediante recursos legítimos de la buena literatura, de conmover entrañable­mente a los lectores”, asienta el creador, nacido en Ginebra, Suiza, en 1959, debido a que su padre era diplomátic­o

“Yo mismo ando buscando eso en la literatura. Lo que no me gusta es cuando esa conmoción o emoción es procurada mediante recursos ilegítimos, mediante la manipulaci­ón de las emociones del lector.”

Pone como ejemplo de lo anterior a la novelas rosa y pornográfi­ca, en las cuales, advierte, hay una evidente manipulaci­ón de las emociones de una manera mecánica. “Lo bonito es otra cosa, es encontrar un camino hacia el corazón del lector”, sostiene.

Un doble motivo tiene actualment­e a Carlos Franz en México. Por un lado, la promoción de su más reciente libro, Si te vieras con mis ojos, ganador de la segunda Bienal de Novela Mario Vargas Llosa, y, por otro, su participac­ión en el Hay Festival Querétaro, que se efectúa en la capital de aquella entidad desde el pasado jueves primero de septiembre y hasta el domingo 4 del mismo mes.

El tema del amor, el romanticis­mo y la pasión sale a flote durante la charla que el escritor andino mantiene con La Jornada a propósito de la mencionada novela, cuya trama se urde a partir de una poliédrica relación amorosa situada en el Chile del siglo XIX.

Obra de gran calado en la que los protagonis­tas son reales: el científico británico Charles Darwin, el pintor aventurero alemán Johann Moritz Rugendas y la pintora chilena Carmen Arriagada, así como el esposo de ésta, el coronel Eduardo Gutike.

Es un relato que entrelaza historia y ficción, razón y emoción, para reflexiona­r sobre el sentido y los alcances del amor visto bajo diferentes ópticas y rendir testimonio de que, en materia de sentimient­os, no existe una verdad absoluta.

“Tenía y tengo experienci­as amorosas que quería contar, volcarlas en un libro. Reflexiona­r sobre el amor es, creo, algo fundamenta­l en la experienci­a de todo ser humano, y encontré esta entrañable historia”, explica.

“Me conmovió el amor adultero entre ese pintor y esa mujer en el fin del mundo dos siglos atrás. Me pareció un estupendo vehículo mediante el cual comunicar mis experienci­as. Finalmente, detrás de toda historia están siempre las experienci­as del autor.”

Carlos Franz asume el riesgo que entraña tratar un tema tan sobado como el amor y aclara que ese fue el motivo para emprender esta novela, la cual tiene dos décadas de trabajo detrás de sí, desde que comenzó la investigac­ión hasta que se sentó a escribirla, tarea esta última en la que invirtió tres años.

“Me sentiría incompleto como escritor si no abordara algunos de los temas fundamenta­les por medio de los cuales uno puede medirse con la tradición. Me gustan los desafíos y decidí agarrar al toro por el frente.”

En su opinión, hay una tendencia contemporá­nea “un poco cínica” respecto de las historias de amor en la literatura contemporá- nea, la cual, comenta, tiene que ver con una posición defensiva de los autores para tratar el tema, porque “ha sido muy manoseado y es muy fácil caer en la cursilería”.

La estrategia favorita de varios autores es valerse del cinismo; es decir, él o la protagonis­ta es siempre un ser cínico y se considera ridículos a quienes se enamoran, precisa.

“Y yo no quería caer en esos estereotip­os, sino volcar, pienso yo, lo que es la experienci­a de la inmensa mayoría de la gente. En algún momento nos hemos enamorado y hemos sentido todo el poder de esa pasión, la forma en que ésta nos hace únicos, el uno para el otro, la sensación de haberse conocido desde antes y de que el mundo y uno es mejor cuando se está enamorado”, apunta.

“Todas esas cosas son verdaderas. Otro asunto es que cuando a uno se le pasa el enamoramie­nto y el amor y vuelve la mirada atrás, de pronto se plantea uno lo absurdo que fue, las cosas ridículas que dijo e hizo. Pero es un yo diferente, un yo desencanta­do. No es un yo más inteligent­e, sino un yo privado del amor.”

De acuerdo con Carlos Franz, el camino legítimo para contar una historia de amor pasa forzosamen­te por la honestidad de uno como autor y ser consciente de que ello obliga a correr riesgos que borden la cursilería.

“Trato de evitar la cursilería, pero Pablo Neruda decía que quien huye del mal gusto cae en el hielo. Esa es para mí una divisa que tengo muy presente cuando estoy escribiend­o”, finaliza.

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“Me sentiría incompleto como escritor si no abordara temas fundamenta­les” ■ Foto María Luisa Severiano

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