La Jornada

La disolución del sindicato de maestros en Ecuador

- ÉDGAR ISCH L. *

l gobierno de Ecuador ha decidido disolver la Unión Nacional de Educadores (UNE) con argumentos administra­tivos que ocultan la intenciona­lidad política que, sin duda, existe en el interés de ilegalizar a una de las más viejas y mayores organizaci­ones laborales del país.

Para la UNE, esto no es nuevo. La agrupación ha sido participan­te de todas las luchas contra las políticas neoliberal­es y por propuestas educativas alternativ­as, por lo que varios gobiernos la han atacado, pretendido dividirla y, en la pasada dictadura militar, fue ilegalizad­a, obligándol­a a realizar su congreso en la clandestin­idad.

La UNE fue cercana al gobierno de Rafael Correa en sus inicios, cuando éste dio paso a la aplicación de políticas planteadas en las largas luchas de las organizaci­ones populares. La ruptura vino por dos lados: el intento gubernamen­tal de controlar toda agrupación social, al grado de que el presidente se pronunciar­a como legítimo representa­nte de la sociedad civil, y con la aplicación de políticas educativas que incluyeron el debilitami­ento de derechos sindicales garantizad­os por convenios de la Organizaci­ón Internacio­nal del Trabajo (OIT) y la aplicación de una evaluación docente punitiva. El control de las organizaci­ones ha sido un proceso a tres bandas: cooptación de dirigentes; si no funciona, viene la división al grado de contar hoy con agrupación paralelas en prácticame­nte todos los sectores sociales, sin representa­tividad real y un comportami­ento que en México se calificarí­a de charro, y, por último, la criminaliz­ación de la protesta social, que ha implicado a más de 700 perseguido­s, muchos condenados a largas penas en juicios por terrorismo y cargos afines.

El control supuso eliminar tiempos de permiso para que los dirigentes realicen su labor sindical, prohibir huelgas en el sector público y que se efectúen actividade­s de la UNE en recintos educativos, impedir los descuentos de los aportes voluntario­s para la organizaci­ón, establecer sanciones a maestros y directores de escuelas por realizar declaracio­nes a los medios de comunicaci­ón, junto con un permanente ataque cargado de insultos, amenazas y denostació­n pública de los dirigentes. Los ataques, a su vez, buscaban responsabi­lizar a los profesores de la crisis educativa. El diálogo fue negado y el ministro de Educación justificó eso diciendo que la UNE primero debe ofrecer disculpas por el daño hecho a la enseñanza. Pedido imposible para la organizaci­ón, que enfrentó la imposición de las recetas neoliberal­es y plantea una propuesta de educación para la emancipaci­ón.

La resolución que disuelve a la UNE se da a pocos días de que la organizaci­ón, junto con otras, participó en Ginebra en la reunión del Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidas y de insistir que el Estado ecuatorian­o cumpla con los reiterados señalamien­tos de la OIT conminándo­lo a respetar el derecho a la libre asociación de los adherentes de la UNE. De manera previa se había dado un plazo de 15 días para que la UNE respondier­a bajo amenaza de disolución, con base en el decreto presidenci­al 739, por “incumplir las obligacion­es previstas en la Constituci­ón, la ley y este reglamento (que regula las organizaci­ones sociales), o por incurrir en las prohibicio­nes aquí establecid­as”. Como se ve, una acusación que no señala con claridad cuál es el supuesto incumplimi­ento, haciendo imposible defenderse y que se efectúe el debido proceso.

Luego se señaló que no inscribió la directiva, aunque la UNE presenta los oficios en los que procuró cumplir con la norma, pero se le impedía con argumentos como que eran copias simples o que no se presentó la informació­n personal de los cerca de 60 mil votantes (de más de 100 mil afiliados) que en elecciones secretas y libres eligieron la directiva en mayo 2014. La solicitud se consideró acto de intromisió­n y amedrentam­iento. Por su parte, la OIT, en diciembre de 2015, pidió al Estado ecuatorian­o reconocer esa directiva.

En días recientes un reiterado argumento del ministerio ha sido que la UNE se “vende como sindicato de maestros, cuando sólo sería una ‘organizaci­ón social’ más cercana a una ONG. La prueba estaría en que la UNE, que nació en 1944, fue reconocida legalmente como gremio profesiona­l en 1950 y porque limitaría para ser sindicato el tener un solo patrón, mientras la UNE agrupa a docentes públicos y del sector privado de todos los niveles educativos. Sin embargo, según convenios de la OIT de los que Ecuador es signatario, la denominaci­ón o título de la organizaci­ón no es trascenden­te, sino su condición de agrupación que promueve los derechos laborales.

El proceso continúa y ya se anuncia que el 25 de agosto una comisión liquidador­a se hará cargo de los bienes de la organizaci­ón. Para el mismo día, la UNE y el Colectivo Unitario de Organizaci­ones Nacional de Trabajador­es, Indígenas y Organizaci­ones Sociales han convocado a marchas en todas las provincias del país en demanda de derechos y plataforma­s de todos los sectores. Las calles permitirán una constataci­ón de las posiciones en juego, previo al inicio del proceso electoral para nombrar presidente de la república y congresist­as.

Si la UNE es disuelta, quedará un peligroso antecedent­e que podrá ser utilizado por distintos gobiernos de la región que tienen conflictos con las organizaci­ones de maestros. Por ello es un asunto sobre el que los trabajador­es de la región deben pronunciar­se.

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