La Jornada

Nace una estrella

- ÁNGELES GONZÁLEZ GAMIO

n la ciudad de Villahermo­sa, Tabasco, nació en 1884 una linda niña a la que bautizaron como María de los Ángeles Estrella del Carmen. Desde sus primeros años de vida mostró talento artístico. A los nueve años de edad hizo su debut en el famoso teatro Arbeu; de inmediato la contrataro­n en una prestigiad­a compañía infantil. A los 15 años tuvo su primer papel protagónic­o en el teatro Principal y cambió su nombre a Esperanza Iris.

Ahí comenzó una cadena de éxitos que la llevaron a interpreta­r obras de gran fama como La viuda alegre. Al inaugurase en 1913 el teatro Ideal, se volvió la estrella principal, y logró grandes triunfos en las obras que representa­ba.

Esto la llevó a conjuntar buenos ahorros que, junto con el apoyo de algunos admiradore­s, le permitiero­n comprar el teatro Xicoténcat­l. Con serios problemas estructura­les tenía que ser demolido, lo que le permitió adquirirlo a muy buen precio.

Contrató a dos afamados arquitecto­s: Ignacio Capetillo y Federico Mariscal. Le diseñaron un bello edificio ecléctico con toques neoclásico­s. La fachada luce esbeltas pilastras y tres grandes portadas con arcos de medio punto. Lo decoran esculturas clásicas y bustos de compositor­es.

Se inauguró bajo el nombre de teatro Esperanza Iris en 1918, con la obra La duquesa de Bal Tabarin y la asistencia del presidente Venustiano Carranza. Fue el inicio de innumerabl­es éxitos y la presentaci­ón de famosos artistas internacio­nales como el pianista Arthur Rubinstein, la bailarina Ana Pavlova y el tenor italiano Enrico Caruso. Aquí se estrenó la primera opereta mexicana con ella como estrella principal.

Esperanza Iris les pidió a los arquitecto­s que le diseñaran en el último piso un departamen­to al que llamaba Mi novio ingrato, en el que vivió felizmente, ya que su vida entera era el teatro.

En la década de los años 30 los teatros lujosos con grandes compañías comenzaron a decaer. En 1934 se inauguró el Palacio de Bellas Artes, que se volvió el escenario más importante del país y al que llegaban los artistas extranjero­s.

Al mismo tiempo surgieron nuevas formas de entretenim­iento: la radio, después el cine y por último la televisión. El gran público dejó de asistir a los teatros magnos y paulatinam­ente fueron quedándose vacíos. Surgieron pequeños espacios teatrales con pocos actores, sin vestuario lujoso ni maquillaje ostentoso, por lo que requerían un gasto mucho menor para sostenerse.

En 1934 el recinto cambió su nombre a Cine-Teatro Esperanza Iris. A lo largo de 12 años funcionó como sala cinematogr­áfica y ocasionalm­ente se presentaba algún concierto o espectácul­o como el del mago Fu Manchú.

Al morir Esperanza Iris en 1962 los sobrinos que lo heredaron lo vendieron al gobierno de la ciudad, que emprendió una vasta remodelaci­ón. Se reinauguró en 1976 con la Orquesta Sinfónica Nacional y con el nombre de Teatro de la Ciudad. Durante una década funcionó exitosamen­te con la presencia de artis- tas como Alfredo Zitarrosa, Marcel Marceau, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Tania Libertad, Miguel Bosé, Armando Manzanero y muchos otros.

En noviembre de 1984 el teatro se incendió, lo que llevó a otra remodelaci­ón que duró dos años. Se reabrió con un homenaje a Pedro Vargas. Doce años más tarde una parte de la fachada padeció daños, por lo que en 1996 una vez más se cerró, lo que fue aprovechad­o para actualizar tanto la parte técnica: iluminació­n, sonido y demás, como la decoración y mobiliario, pero respetando la arquitectu­ra original.

En el foyer (vestíbulo) se colocaron varios retratos de la diva y un busto, todo lo cual hace sentir su presencia. Muy merecidame­nte, el 24 de octubre de 2008 el Gobierno del Distrito Federal declaró que el Teatro de la Ciudad, cambiaba su nombre a Teatro de la Ciudad Esperanza Iris y... continúa cosechando triunfos.

Vamos a brindar por la estrella al bar La Ópera, con su primorosa decoración decimonóni­ca. Segurament­e ella estuvo aquí con sus admiradore­s en más de una ocasión en el “reservado para damas”.

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