Resistencia magisterial y cómo regresar al futuro
na máxima reza que si hacemos las cosas de la misma manera repitiéndolas una y otra vez, obtendremos siempre los mismos resultados. Aplicable a casi todas las actividades humanas esta sabia máxima tiende a olvidarse con frecuencia en materia política y tiene efectos perniciosos sobre todo en la conducción de los movimientos populares. Traigo a colación esta sentencia a propósito de la huelga magisterial iniciada el 15 de mayo pasado, no porque pueda aplicarse estrictamente como tal a la dirección de ese movimiento sino porque ronda sobre la perspectiva futura de su estructura organizacional y no solamente de él, sino de toda la maraña de movilizaciones regionales hoy a la puerta del futuro inmediato impulsadas por la crisis de Estado. En otras palabras resulta necesario evaluar con la mayor objetividad posible lo que pasó en este nuevo episodio de la lucha magisterial y sobre todo sus resultados. Una reflexión de esta naturaleza queda a cargo principalmente de la comunidad de educadores y actores del conflicto, pero no exenta a quienes desde fuera acompañamos al proceso. A fin de cuentas, en una acción del tamaño de la que los maestros pusieron en marcha inevitablemente el colectivo de protagonistas imagina un futuro con saldos equivalentes al esfuerzo emprendido y sostenido.
En este caso una evaluación por fuerza atrae al esquema de resultados positivos y de saldos negativos respecto de las expectativas del propio magisterio.
El principal abono a favor de los docentes consiste en que si bien no echaron abajo la reforma educativa, la hirieron de muerte al grado que Aurelio Nuño ha tenido que instrumentar un ritual con escenografía televisiva pagada para personalmente repetir día con día la mentira de que la reforma avanza. Otro logro fue la aglutinación de los auténticos conocedores de la pedagogía y la situación de la educación nacional alrededor de los maestros resistentes a la cuestionada reforma. Ningún investigador de prestigio suscribió las posturas del gobierno. Al contrario, fue muy alentador que los expertos más connotados en la materia entraran al debate público y enriquecieran las propuestas y planteamientos de los profesores en favor de una reforma democrática, popular y con bases verdaderamente científicas. Del lado del gobierno y los poderes fácticos quedaron Jorge Castañeda, Aguilar Camín, Silva Herzog, Leo Zuckermann, Reyes Heroles, Gilberto Guevara, entre otros, elaborando argumentos para convalidar las posiciones y actitudes de los personeros del sistema.
Pero quizá la enseñanza más importante fue la manera en que desde distintas regiones del país, con predominancia del sureste y el centro, los maestros administraron sus fuerzas y aún les sobró para estimular la participación de los mentores del norte. Durante más de 100 días unos 400 o 450 mil trabajadores de la educación en casi toda la República tuvieron algún grado de participación e intervinieron en los actos públicos de protesta. Especialmente significativos fueron los momentos en que saltaron los cercos policiacos para impedirles el paso a la Ciudad de México y la forma como ya dentro, después de varios intentos, lograron llegar al Zócalo mismo, punto vedado para ellos por acuerdo del gobierno de Miguel Ángel Mancera y el gobierno federal. Los educadores cargaron en sus espaldas la oposición al gobierno no solamente de ellos sino de la parte del pueblo enardecido. Su alianza con los padres de los normalistas de Ayotzinapa los vinculó con la demanda de seguridad pública vigente en la sociedad desde hace décadas y el ataque a Nochixtlán por parte de la policía federal y las policías estatales de Oaxaca levantó la indignación de la población mexicana. Pero sobre todo como trabajadores los profesores de prescolar, los de educación especial, los de primaria y secundaria cargaron sobre sus espaldas la resistencia a la reforma laboral, a la energética, y contra la posición de entregar los recursos de este país a las trasnacionales. Al oponerse a la reforma educativa espuria los maestros mostraron el rechazo a la enajenación de los intereses nacionales desde una perspectiva de clase, concepto que la literatura política contemporánea trata de borrar.
Por estas razones resulta por demás importante volver sobre lo que constituyó el movimiento como uno solo en su conjunto haciendo énfasis en los yerros, para ejercer la autocrítica sin contemplaciones de tal manera que los nuevos tiempos no alcancen a este movimiento haciendo las cosas de la misma manera, sino que se en-