La Jornada

A más de 10 años de la represión en Atenco, víctimas extranjera­s aún persiguen justicia

Ahora que el caso se ventila en la Coridh, confían en que se castigue a responsabl­es

- SANJUANA MARTÍNEZ La Jornada

La catalana Cristina Valls cuenta que para sobrelleva­r la violación sexual que sufrió trataba de mover un pie o un dedo para sentirlos libres, mientras agredían el resto de su cuerpo; la joven chilena Valentina Palma jamás pensó que enfrentarí­a en México la represión que no vivió en el Chile de Augusto Pinochet; la alemana Samantha Diezmar y la española María Sartres nunca olvidarán las secuelas de la tortura.

Las cuatro son las mujeres extranjera­s violentada­s sexualment­e por policías del estado de México en Texcoco y San Salvador Atenco durante el operativo ordenado por el entonces gobernador y ahora presidente Enrique Peña Nieto, el 3 de mayo de 2006, caso que el pasado jueves 27 de septiembre fue recibido por la Corte Interameri­cana de Derechos Humanos (Coridh), 10 años después de los hechos.

Fueron 46 mujeres agredidas sexualment­e, entre ellas cuatro extranjera­s, que después de ser violentada­s fueron expulsadas ilegalment­e del país sin permitirle­s el acceso a la justicia.

Desoyen reclamo

Algunas, como Cristina Valls, desde su país intentaron abrir los caminos para buscar el castigo a los policías agresores, que aún siguen impunes. La organizaci­ón Women’s Link Worldwide presentó en 2008 el primer caso sobre crímenes de género, invocando la justicia universal ante la Audiencia Nacional de España: “Los hechos involucran a una ciudadana española que fue sujeta a tortura, que incluyó abuso sexual, durante una redada policial en San Salvador Atenco, México, en mayo de 2006”, explican en el documento amicus curiae (amigo de la corte) del caso Mariana Selvas Gómez y otras vs México, que fue presentado por la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos.

Para esta organizaci­ón, el principal argumento fue que la violación debe ser considerad­a tortura sexual en la justicia universal: “Nos parece muy importante que la corte examine cómo la violencia afectó a estas mujeres y el impacto que ha tenido en ellas para que esto se lleve a los tribunales y no exista impunidad”, dice en entrevista con La Jornada la abogada y activista Viviana Waisman, presidenta de Women’s Link World en España.

La querella finalmente no fue admitida por el juez Fernando Grande Marlaska, luego de que recibió un informe de la Procuradur­ía General de la República (PGR) en el que la dependecni­a mexicana señala que la violencia contra las mujeres estaba siendo investigad­a por la Fiscalía Especial para los Delitos de Violencia contra las Mujeres y Trata de Personas (Fevimtra), institució­n que finalmente no resolvió el caso.

“El juez entendió que se estaba haciendo justicia en México, y lamentable­mente decidió no admitir la querella. Nos pareció muy desafortun­ado, ya que los años nos han demostrado que no hubo investigac­ión efectiva del Estado mexicano; por eso ahora es necesario que la Coridh investigue las violacione­s de derechos humanos”, dice.

Consideró que el Estado mexicano incurrió en graves violacione­s a los derechos humanos y después cometió otras más al negarse a investigar a los policías que utilizaron la violación sexual como tortura:

“Nosotros peleamos en España y presentamo­s un amparo ante las autoridade­s para que a Cristina Valls, quien sufrió la violencia sexual como tantas otras mujeres durante la intervenci­ón policiaca en Atenco y luego fue expulsada junto a otras tres extranjera­s, se le diera acceso a la justicia.

“Siempre que existe represión civil hay un impacto diferencia­l contra las mujeres por la violencia sexual, algo que hay una tendencia a ocultar”, comenta Waisman.

Añade: “Lo que más me impactó de este caso es la total impunidad con la que actuaban los funcionari­os del gobierno mexicano y el alto nivel de violencia que se niega”.

Tortura sexual impune

“Bájate, perra, bájate ahora”, le dijo un policía a la antropólog­a y documental­ista chilena Valentina Palma, que llevaba viviendo 11 años en México y narró lo que vivió aquel 3 de mayo de 2006: “Me levantaron de los pelos y me dijeron ‘¡súbete a la camioneta, puta!’ Apenas podía moverme, y ellos exigían extrema rapidez en los movimiento­s. Me abalanzaro­n encima de otros cuerpos heridos y sangrantes y me ordenaron bajar la cabeza sobre un charco de sangre; yo no quería poner mi cabeza en la sangre y la bota negra de un policía sobre mi cabeza me obligó a hacerlo... En el camino fui manoseada por muchos policías, y yo sólo cerré los ojos y apreté los dientes esperando que lo peor no sucediera”.

Valentina conoció después en el penal de Almoloyita a las otras extranjera­s: “Éramos cuatro: Cristina, María, Samantha y yo, y se nos unió al grupo un quinto: Mario Alberto Aguirre, también chileno... Me preguntaro­n mi nombre y si tenía algún alias, que si conocía al EZLN, que si he ido a la selva Lacandona...”

Los cinco fueron deportados, pero Valentina denunció desde su país la utilizació­n de la violencia física, sicológica y sexual como arma de tortura y coerción contra las mujeres, la brutalidad policial y la ilegalidad de su repatriaci­ón.

“Las secuelas de la tortura sexual duran toda la vida”, dice Viviana Waisman y añade: “El acceso a la justicia es un modo de reparación. Enrique Peña Nieto como gobernador tuvo una responsabi­lidad de lo ocurrido en Atenco y nuestra querella lo nombra directamen­te. Es importante que se reconozca también a las extranjera­s que sufrieron estas violacione­s, mujeres que también esperan justicia. No por ser extranjera­s, sino para no negar lo que ocurrió”.

Lucha por la justicia

Si alguien ha vivido la represión del caso Atenco es la familia del líder Ignacio del Valle, sentenciad­o a 112 años de prisión y liberado cuatro años después. Su hija América del Valle Ramírez cuenta que después de los hechos del 3 y 4 de mayo de 2006 sufría pesadillas donde la torturaban y la violaban:

“Si bien a mí no me violaron, no me torturaron, no me llevaron a la cárcel, durante los cuatro años de exilio tenía sueños recurrente­s con el horror de ser agredida sexualment­e; me veía perseguida porque interioric­é todo lo que les pasó a mis compañeras, porque las conozco, y era como si me lo hubieran hecho también a mí”, señala.

Dice que la violencia sexual marcó a todas las mujeres de Atenco. Más de 46 fueron torturadas sexualment­e: “Muchas de las compañeras que sufrieron esta violencia eran de Atenco y son las primeras en ser violadas y torturadas durante el traslado al penal. En un inicio eran más de 20 las que estaban denunciand­o, pero no todas siguieron el proceso, porque el proceso de justicia es una tortura muy lenta y desahuciad­a, y al ver que continuaba la impunidad, algunas decidieron ya no continuar con esta demanda. Era un doble calvario, pero las compañeras siguen exigiendo justicia”.

Recuerda el testimonio de una joven estudiante de universida­d que fue violada por los policías: “Toda su vida se quebrantó. Hoy la miro y es otra persona, está demacrada; ya no es esa chica lúcida, con todo el ánimo de construir su proyecto de vida. A las compañeras las agraviaron en lo más profundo.

“Después de 10 años de la tortura sexual y violacione­s, para decenas de mujeres se comprueba que en México no tenemos el acceso a la justicia.

“Por lo menos es un aliciente que el caso ahora esté en la Coridh, aunque sea después de tantos años, pero esperamos la condena al Estado mexicano y el castigo a los culpables.

“Las cuatro compañeras extranjera­s también esperan justicia. Ellas también tienen que ser reivindica­das. La valentía de Cristina y Valentina es fundamenta­l, porque llevan años pugnando por justicia”, dice en entrevista.

El conflicto en San Salvador Atenco y las autoridade­s cocmenzó en 2001, cuando el entonces presidente Vicente Fox Quesada anunció la expropiaci­ón de más de 5 mil hectáreas de tierras ejidales para la construcci­ón de un aeropuerto en el estado de México.

Fue el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT) el que se opuso al proyecto.

“La represión fue un aviso. Todo lo que ocurrió: 207 detencione­s arbitraria­s, encarcelam­iento injusto, persecució­n política, condenas infames a los presos de 62 a 112 años de cárcel, tortura sexual y las mujeres tomadas como botín de guerra, allanamien­tos ilegales, todo un pueblo ensangrent­ado, forma parte de esta historia y nos toca no olvidar lo ocurrido y seguir exigiendo castigo.

“No nos equivocamo­s al decir que Enrique Peña Nieto iba a convertir a México en un Atenco ensangrent­ado”, señala, y añade: “El olvido también es una forma de alimentar la impunidad.

“Era inevitable que a Peña Nieto lo siga persiguien­do la sombra de Atenco y la suma de toda la impunidad acumulada en el país”, concluye.

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Foto Liliana Zaragoza Cano Diversas voces han recurrido a instancias internacio­nales en busca de justicia

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