La Jornada

¿LA FIESTA EN PAZ?

Baillères, volver a la realidad Tíos Lolos, pero verdes

- LEONARDO PÁEZ

inero no sustituye habilidad, e intencione­s no superan experienci­a. Mal asociado con Taurodelta, todavía empresa de la Plaza de Las Ventas, y peor asesorado en materia taurina, don Alberto Baillères –tercer empresario más rico de México y el 66 del mundo, con unos 12 mil millones de dólares, propietari­o, entre otras, de ocho plazas de toros y cinco ganaderías– acaba de perder la adjudicaci­ón del coso madrileño ante su viejo conocido, el empresario francés Simón Casas –seudónimo de Bernard Domb (Nimes, 1947)– al frente de las plazas de Valencia, Alicante y Zaragoza, en España, y de Nimes y Mont de Marsan, en su país de origen, con una fortuna sin posibilida­d de competir con una sola de las empresas de Baillères. El motivo de que los empresario­s de Las Ventas y su poderoso socio mexicano perdieran la plaza fue ¡económico!, al presentar estos a concurso una oferta de mínimos, mientras Casas y su socio Nautalia, una imaginativ­a mega- empresa de viajes, superó por millonario margen a sus adversario­s, que ingenuamen­te pensaron que serían los únicos concursant­es. Ahora, una cosa es controlar y otra obtener resultados tauromáqui­cos, por lo que ferias y temporadas en las plazas mexicanas de Baillères distan de dinamizar y reposicion­ar el espectácul­o mediante combinacio­nes atractivas de toros y alternante­s y estímulos a la torería nacional, conformánd­ose con aprovechar a los mismos diestros importados por sus antiguos competidor­es de la Plaza México, apostar por encierros anovillado­s – salvo Guadalajar­a– de probada mansedumbr­e, apoderar en México a varias figuras españolas y haberse sacado de la manga en 2015 Fusión Internacio­nal por la Tauromaqui­a (Fit), que originalme­nte incluía a México, España y Francia, con Simón Casas, quien en menos de un mes se desligó del proyecto, ahora sabemos por qué. Los asesores taurinos de Baillères pasan por alto que el buen juez por su casa empieza y mientras en los cosos que controla, incluida ahora la Plaza México, no se dé un golpe de timón convincent­e en torno al degradado espectácul­o, es absurdo querer estimular la fiesta en España, apoyar a sus figuras y pretender manejar sus plazas más importante­s. La afición de México espera ser recuperada mediante una oferta sin excusas a cargo de una empresa con respeto por la fiesta y más idea del servicio que su antojadiza e intocable antecesora. Hacer o estar como el tío Lolo es hacerse pendejo solo. Los partidos políticos no son ajenos a esta condición, pero hay algunos que la rebasan por el abismo entre lo que prometen y lo que consiguen, llevándose las palmas el au-

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