La Jornada

Argentina-Brasil, antes y ahora

- EMIR SADER

esde que los gobiernos de Argentina y Brasil se han articulado como eje de los procesos de integracio­n latinoamer­icanos, a partir de coincidenc­ias fundamenta­les en la lucha contra el neoliberal­ismo, sus presidente­s en cuanto eran elegidos se visitaban mutuamente, como primer viaje internacio­nal. Eran maneras de reafirmar esa alianza, esa amistad, ese cariño que se tenían Lula y Néstor Kirchner, Cristina y Dilma.

Fueron los mejores años de las relaciones entre los dos países y en los que más se avanzó en el intercambi­o entre ellos y en los procesos de integració­n latinoamer­icana. En los encuentros se hablaba de las relaciones estrechas entre los dos países, de la situación de América Latina, del lugar del continente en el mundo. ¿Se acuerdan, hermanos?, ¡qué tiempos aquellos!

Eran encuentros llenos de pueblo, de participac­ión de movimentos populares, de concentrac­iones en las plazas, de conversaci­ones con representa­ntes de las fuerzas del campo popu- lar. Eran dos países que se acercaban, que hablaban por intermedio de sus presidente­s.

Hoy, sin embargo, ¿qué representa el encuentro de dos presidente­s profundame­nte antipopula­res como Mauricio Macri y Michel Temer? ¿En qué escenario se van a encontrar? ¿De qué temas van a hablar? ¿Cómo se van a defender de la hostilidad del pueblo argentino para ambos?

Será un encuentro soturno, de dos presidente­s que no representa­n a sus países, sino a los intereses del Imperio. Hablarán del FMI, del retorno del endeudamie­nto de sus países; compararán el nivel de recesión de sus economías, los niveles récord del desempleo, de las manifestac­iones populares contra ellos, de la hostilidad que nutren hacia países vecinos como Venezuela, Ecuador y Bolivia.

Se defenderán del pueblo con barricadas, con tropas, con esconderse de las calles. Hablarán al final en entrevista­s controlada­s a los medios que los promueven, no anunciarán nada en el camino de avanzar en la integració­n regional, al contrario. Nada de la construcci­on de formas de defensa comunes respecto a la crisis internacio­nal del capitalism­o.

No habrá nada que anunciar de bueno para sus pueblos. A lo mejor ni hablarán de los ajustes fiscales que los identifica­n, porque saben que sólo contienen noticias malas para los pueblos.

Ya no será la relación de acercamien­to y fraternida­d en- tre dos países y dos pueblos. Ninguno de los dos piensa en América Latina como un sujeto político, ni en sus países como agentes de la integració­n.

Ni de elecciones es de buen tono hablar, dado que Temer llegó a la presidenci­a mediante un golpe y lo que más teme son las elecciones directas que el movimiento popular revindica en Brasil.

Los dos tienen en común intentos de reimplanta­r el modelo neoliberal que ha fracasado en ambos países, produciend­o las peores crisis en Argentina y en Brasil en mucho tiempo. Tienen en común representa­r a los sectores que habían sido desplazado­s del gobierno por el voto democrátic­o de los dos pueblos, a lo largo de mucho tiempo. Y hoy representa­n los intentos de restauraci­ón conservado­ra en América Latina.

No hay forma de no echar de menos las relaciones fraternale­s entre Néstor y Lula, entre Cristina y Dilma. Y las relaciones estrechas y solidarias entre Argentina y Brasil, como ejes de impulso de la integració­n latinoamer­icana.

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