La Jornada

Se estima que en nueve años han sido asesinadas 660 mujeres transgéner­o

Hay registro de 330, pero la cifra negra podría ser igual

- BLANCA JUÁREZ

De 2007 hasta mediados de octubre de 2016 han sido asesinadas más de 330 mujeres transgéner­o en el país. Sin embargo, hay una cifra negra y se estima que “por cada caso que se conoce, hay uno más”.

El Centro de Apoyo a las Identidade­s Trans ha documentad­o que este año ha sido uno de los más cruentos para esa población. Con los recientes “crímenes de odio” contra Paola Ledezma, Alessa Flores e Itzel Durán, van 50.

“Y esos son de los que logramos saber”, insistió en entrevista Rocío Suárez, integrante de esa organizaci­ón. Los atentados en contra de esas jóvenes representa­n la situación que viven las mujeres trans en todo el país, señaló.

La agrupación internacio­nal Proyecto Transrespe­to versus Transfobia en el Mundo reportó más de 2 mil asesinatos de personas trans a escala global, de enero de 2008 a abril de 2016. En su estudio ubican a Brasil en primer lugar, con 845, y a México en segundo, con 247. En tercer sitio se encuentra Estados Unidos, con 141.

El centro de apoyo indica que Chihuahua es la entidad donde se han cometido más asesinatos. Le siguen Guerrero, estado de México, Veracruz, Jalisco y la Ciu- dad de México. Generalmen­te las víctimas tenían entre 20 y 30 años. Según la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos (CIDH), la esperanza de vida de las mujeres trans en América Latina es de 35 años.

“Los asesinatos son la parte más visible del estigma y la discrimina­ción que las mujeres trans sufren”, insistió Suárez. Es común que no cuenten con preparació­n académica, por lo que no pueden conseguir un buen trabajo; migran a las grandes ciu- dades en busca de mayor aceptación, así que son desarraiga­das; no tienen vivienda, por lo que rentan habitacion­es de hoteles o en pequeñas vecindades, añadió.

“Todo ello les deja como única opción el trabajo sexual”. En la mayoría de los casos que el centro documentó no se logró saber a qué se dedicaban. Sin embargo, en el grupo que sí se conoció gran parte eran trabajador­as sexuales.

Eso de nuevo las lleva a una situación de vulnerabil­idad, sos- tuvo la activista. La exposición al peligro y a la discrimina­ción aumenta, así como la impunidad “cuando las agreden o las matan. De muchas no se sabe su nombre al momento de su muerte. Tampoco hay alguien que reclame su cuerpo, menos alguien que exija esclarecer el crimen”, deploró.

“Si pedimos auxilio a una patrulla, por el simple hecho de ser trabajador­a sexual no te hacen caso. Si el agresor asegura que nosotras somos las culpables, les creen a ellos”, indicó Abigail Madriaga, activista por los derechos de las mujeres trans.

“Tienes que pelear contigo primero, para aceptarte. Luego con tu familia, con la sociedad, con las leyes y sufrir en el amor. Siempre sufrimos en eso”, lamentó la activista Kenya Cuevas.

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