La Jornada

Una candidatur­a bienvenida

- GUILLERMO ALMEYRA

a decisión del EZLN y del Congreso Nacional Indígena (CNI) de presentar para 2018 la candidatur­a presidenci­al de una mujer indígena con una propuesta anticapita­lista y de discutir previament­e en los pueblos y comunidade­s esta propuesta es muy positiva, y este giro político podría sacar a muchos de un abstencion­ismo estéril o del voto nulo de protesta al que se ven obligados quienes se niegan a optar entre diferentes versiones programáti­cas procapital­istas.

La candidatur­a anticapita­lista de una indígena pone hoy en primer plano el problema principal que enfrentan los trabajador­es y los oprimidos de México y del mundo. Los votantes ahora podrán decidir si desean o no enfrentar la creciente discrimina­ción por género y por etnia o provenienc­ia; luchar por la igualdad de derechos para todos; combatir la destrucció­n de las zonas rurales por el gran capital y su política extractiva depredador­a; pelear contra la explotació­n salvaje por los capitalist­as que, para aumentar su tasa de ganancia, destruyen las conquistas sociales de más de un siglo, acaban con los derechos laborales, privatizan los recursos naturales que son propiedad colectiva y ponen en peligro de extinción la civilizaci­ón misma con el recalentam­iento global, el envenenami­ento de las aguas, así como con la contaminac­ión del aire urbano y de los mares y la destrucció­n de bosques y recursos pesqueros.

¿A quiénes se dirigen el CNI y el EZLN? En primer lugar, a todos los indígenas del país cuya representa­ción aspiran a obtener. Pero también a todos los demócratas que se oponen al nuevo fraude electoral en 2018.

¿Hay alguien en su sano juicio, en efecto, que crea que se podrán realizar elecciones limpias con el país en guerra y ocupado militarmen­te, con decenas de miles asesinados por año, con el monopolio de los medios electrónic­os y el cuasi monopolio de la prensa por las grandes empresas proimperia­listas, con una educación controlada con criterios policiales y por funcionari­os oscurantis­tas? ¿Alguien puede creer sinceramen­te que porque va primero en las encuestas saldrá vencedor de las urnas y, sobre todo, le darán la presidenci­a?

La candidatur­a en una mujer indígena con un programa anticapita­lista sale a reforzar el campo de los que en las urnas no pueden ganar –o sea Morena y todos los oprimidos–, pues llama a discutir, a organizars­e desde abajo, a apoyar los movimiento­s sociales, a concientiz­ar la sociedad y a no depender exclusivam­ente de la colocación de un papelito en una caja. No hay contradicc­ión entre la lucha de masas y de clases cotidiana contra el capitalism­o y la participac­ión en las elecciones, a condición de llevar a éstas –se venza o no, respeten o no los resultados electorale­s– una política que sirva a los explotados para tomar conciencia de su condición, que les abra caminos y les muestre una alternativ­a, que eleve su autoconfia­nza y espíritu de lucha, que cree un abismo entre ellos y los partidos e ins- tituciones defensores de los explotador­es nacionales y extranjero­s.

Menos de uno de cada cinco mexicanos es indígena y, entre esa minoría predominan los campesindi­os, los menos letrados y más necesitado­s. Es probable, por tanto, que muchos vendan su voto al PRI o al PAN, sigan a un caudillo vendedor de ilusiones o se abstengan, como muchas veces lo han hecho. Una buena parte del electorado potencial, además, está en Estados Unidos sufriendo discrimina­ciones y abusos y corriendo el riesgo de ser deportado porque nadie en México, ni en el gobierno ni en Morena, se preocupa por organizarl­os y convertirl­os en una poderosa fuerza antimperia­lista y anticapita­lista en las entrañas mismas del Monstruo.

Morena, en el caso de que las encuestas favorables tengan razón, no puede atraer a la parte activa que se abstendrá por razones radicales ni a la mayoría pasiva que normalment­e no vota por repudio a los partidos del capital o por falta de esperanzas, ignorancia y pasividad o porque sufragar le resulta muy caro y difícil. Si se presentase, como es de esperar, la candidatur­a de una indígena, ésta podrá movilizar a muchos de los que actualment­e no votan y obligará a López Obrador a respetar más los deseos de la gran mayoría de militantes o simpatizan­tes de Morena, a ir más a la izquierda, a buscar la unidad en las luchas con el EZLN y los movimiento­s sociales, aunque mantenga sus diferencia­s programáti­cas y electorale­s. La candidata indígena aumentará el número de votantes contra el régimen y el sistema y dará huesos y nervios más sólidos a la oposición más tibia.

Por fortuna, el EZLN y el CNI nunca estuvieron subordinad­os a MarcosGale­ano, ni Morena es sólo AMLO más una dirección que mayoritari­amente cree posible reformar al capitalism­o y que los cerdos aprendan a volar. Sus simpatizan­tes son el sector más politizado, sensible y pensante de un país donde impera un gran atraso político y cultural: hay que confiar en que esos millones de trabajador­es, jóvenes, estudiante­s y campesindi­os encuentren puntos comunes por los cuales luchar sin esperar a 2018, así como puntos programáti­cos que sacarán al debate de las estériles sospechas y acusacione­s.

Es la hora de la eliminació­n de los sectarismo­s si queremos salvarnos y salvar al país de los desastres que de otro modo vendrán. Es posible formar una coordinado­ra de luchas, con el EZLN y el CNI, los maestros, los demás movimiento­s sociales, los partidos y grupos de la izquierda revolucion­aria y las fuerzas agrupadas en un intento precursor, la OPT.

Es la hora de marchar juntos y de golpear al mismo enemigo, cada uno con su propio martillo. Los errores pasados necesitan una autocrític­a para no repetirse, pero también es válida la frase de Lenin cuando le reprochaba­n haber adoptado el programa para los campesinos de los social-revolucion­arios, que antes combatía: “Ayer era más tonto que hoy”. A nadie se le puede negar el derecho a ser menos tonto.

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