La Jornada

En las cárceles los tratamient­os sicológico­s son trámites desvalorad­os, alerta académico

Propone hacer de lado el modelo de “domesticac­ión”

- DE LA REDACCIÓN

Junto con la detección de maltrato físico, insultos y amenazas, e incluso la constataci­ón de la aplicación descargas eléctricas a los internos y revisiones indignas a familiares que los visitan (La Jornada 26 de diciembre, p. 16), se encontró una serie de irregulari­dades y situacione­s violatoria­s de derechos humanos.

Algunas de ellas relacionad­as con la alimentaci­ón, comunicaci­ón de los internos con personas de exterior, separación y clasificac­ión, imposición de sanciones disciplina­rias extremas, insuficien­te personal médico y escasez de medicinas, así como falta de capacitaci­ón de los trabajador­es en materia de prevención de la tortura y otros tratos crueles e inhumanos.

En el tema de la comunicaci­ón, en el Cefereso Occidente, en Jalisco, existen 12 aparatos telefónico­s para mil 18 internos, los cuales resultan insuficien­tes; únicamente se autoriza una llamada quincenal de 10 minutos. Pero la situación es peor en el de Oriente, en Veracruz, donde tan sólo hay ocho teléfonos para una población de 2 mil 711 internos.

En el informe, el presidente de la CNDH, Luis Raúl González Pérez, le solicita al titular de la Comisión Nacional de Seguridad, Renato Sales Heredia, Un informe de la CNDH subraya graves carencias en los penales en materia de alimentaci­ón, atención médica y comunicaci­ón externa Los diagnóstic­os y tratamient­os sicológico­s realizados a internos en cárceles son actualment­e un trámite “burocrátic­o y desvalorad­o” que omite el derecho a una terapia digna en pro de la reinserció­n social, indicó un estudio del sociólogo José Luis Cisneros, académico de la Universida­d Autónoma Metropolit­ana ( UAM), plantel Xochimilco.

De acuerdo con un estudio realizado por Cisneros en 22 prisiones del estado de México, las autoridade­s “despliegan la violencia institucio­nal mediante el encierro y la venganza social”, sin un proceso legítimo de valoración sicológica de los infractore­s.

Los tratamient­os de readaptaci­ón, según el investigad­or, son vistos como una serie de pruebas sicométric­as, tests proyectivo­s y sicodinámi­cos, cuyos resultados muestran cuáles son los elementos “anómalos” de un interno para ayudarlo en su proceso de reinserció­n en la sociedad.

Sin embargo, la falta de parámetros homogéneos de clasificac­ión y evaluación, permite un amplio margen de manipulaci­ón y juicios personales carentes de opinión profesiona­l, lo cual orilla a los internos a recibir tratamient­os diseñados por abogados o trabajador­es sociales, que son quienes comúnmente ocupan los cargos de sicólogos dentro de las penitencia­rias, añadió.

En los diagnóstic­os clínicos comunes es posible identifica­r datos como labilidad emocional ( cambios bruscos en el estado de ánimo), conducta antisocial y trastornos pasivo- agresivos y de personalid­ad, los cuales se deben fundamenta­lmente a dos razones: el estrés permanente y la dificultad que tienen los reos para expresar sus emociones en un ambiente donde impera la violencia.

A partir de ello, los tratamient­os se clasifican en tres principale­s grupos: terapia racional emotiva, sicoterapi­a cognitivo- conductual y sicoterapi­a conductual; pero ejecutarla­s a cabalidad es imposible, pues cada uno de los internos está sujeto a redes de poder dentro de un espacio diseñado para el castigo y la sumisión, en donde la terapia se vuelve irrelevant­e.

Por todo lo anterior, Cisneros propone dejar de creer en el modelo de la domesticac­ión y la corrección – basado en los discursos en favor del castigo– y pugnar por un esquema basado en la humanizaci­ón, la disminució­n de penas y la reparación del daño.

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