La Jornada

Dos presagios nefastos

- JORGE EDUARDO NAVARRETE

o es, desde luego, la manera deseable de acercarse a un nuevo año, pero resulta inevitable en las circunstan­cias. Tras la confirmaci­ón del “triunfo” electoral de Trump, por una desventaja de 2.9 millones de sufragios, en los días recientes se han acumulado los presagios funestos para una era que se extenderá al menos por ocho años, según su protagonis­ta. Aludiré a dos en especial ominosos: en el plano global, la probable reanudació­n de la carrera armamentis­ta nuclear entre las potencias de una guerra fría que se considerab­a concluida y, en el regional del Cercano Oriente, el intento, fallido por ahora, de forzar el abandono de la solución de dos estados y, al margen de Naciones Unidas, validar que Israel dicte los tiempos, términos y condicione­s en que se desenvuelv­e y administra el conflicto.

Este segundo asunto se centró en un proyecto de resolución, presentado al Consejo de Seguridad por Egipto en nombre de los países de la Liga Árabe, que ratifica una posición de larga data de la comunidad internacio­nal: la construcci­ón o expansión de colonias o asentamien­tos judíos en los territorio­s ocupados es contraria al derecho internacio­nal; expresa la voluntad de afianzar un dominio territoria­l ilegal, producto del uso de la fuerza; impide el entendimie­nto entre las partes, y debe ser detenida y revertida. En cambio, los gobiernos israelíes, sobre todo el actual, han propiciado y propician la multiplica­ción, ampliación y reforzamie­nto de tales colonias. El proyecto de resolución egipcio no iba más allá del consenso descrito. Una versión anterior, en 2011, había sido vetada por Estados Unidos. Ahora, ante la contumacia israelí y la continuada expansión de los asentamien­tos, se preveía que Washington no acudiría al veto y el proyecto sería aprobado.

El País ha seguido con especial detalle los debates del Consejo de Seguridad este mes, en el que España lo preside. El uso del twitt para la comunicaci­ón diplomátic­a no es exclusivo de Trump. En este episodio, lo usó primero Netanyahu. Lo expidió a las 19:28 (local) del 21 de diciembre: “Estados Unidos debe vetar la resolución antiisrael­í en el Consejo de Seguridad el jueves”. A las 7:37 del día siguiente, Trump retuiteó: “La resolución sobre Israel que considera el Consejo… debe ser vetada…” Además, a unas horas de la votación, Trump llamó por teléfono al presidente egipcio para indicarle que debía retirar el proyecto. Al-Sisi obedeció de inmediato, con el argumento de “efectuar nuevas consultas” y la sesión del Consejo se aplazó sine die. Inconforme­s con la escandalos­a intromisió­n, otros miembros –Nueva Zelanda, Senegal, Malasia y Venezuela–, lo reintroduj­eron y fue votado el viernes 23. Estados Unidos se abstuvo y los otros 14 miembros del consejo votaron en favor. Quedó en evidencia el aislamient­o de Netanyahu y su padrino. Éste, como era de esperarse, acudió de nuevo al twitt: “En cuanto a Naciones Unidas, las cosas serán diferentes después del 20 de enero”, escribió Trump a las 2:14 pm del 23 de diciembre.

Es evidente que Trump y sus notorios asesores en cuestiones internacio­nales –en especial, el general Flynn– saben muy bien dónde aplicar presión para que resulte efectiva de inmediato. El régimen autoritari­o de al-Sisi depende de la ayuda militar y financiera de Estados Unidos y se afianzó en el poder –tras derrocar al gobierno de Mohamed Morsi, producto de la elección popular– con la complacenc­ia del gobierno de Obama. Más allá de sus consecuenc­ias, vale destacar este peculiar episodio como expresión de la ausencia de escrúpulos de la futura administra­ción Trump para actuar antes de haber asumido el poder. Se suma a la declaració­n de campaña de favorecer el traslado a Jerusalén de la embajada de Estados Unidos y al nombramien­to como embajador de un abogado cercano a las posiciones más radicales de la derecha israelí. Es difícil que Trump y Netanyahu comprendan el repudio político que significa el voto 14 en favor y una abstención en el Consejo de Seguridad… o que les importe.

En el plano global apareció estos días una expresión, prácticame­nte simultánea, de las grandes poten-

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