La Jornada

Netanyahu: patadas de ahogado

- ÁNGEL GUERRA CABRERA

l 23 de diciembre, el Consejo de Seguridad de la ONU adoptó la resolución 2334, que condena como “flagrante violación de las leyes internacio­nales” los asentamien­tos judíos en los territorio­s ocupados de Palestina y reitera la exigencia a Israel de poner fin a todas las actividade­s de ese tipo. La resolución fue copatrocin­ada por Malasia, Nueva Zelanda, Senegal y Venezuela y obtuvo todos los votos (14) excepto por la inusual abstención de Estados Unidos, que durante décadas ha usado el veto para mantener impunes los abusos y crímenes de guerra de Israel contra el pueblo palestino.

El texto reafirma que el Consejo de Seguridad no aceptará ningún cambio a las fronteras acordadas en 1967, lo que incluye Jerusalén. En otras palabras, que para alcanzar una solución negociada el Estado hebreo debe retirarse de toda Cisjordani­a, Gaza y de Jerusalén oriental.

La razón más importante por la que no ha podido ser resuelto el conflicto palestino-israelí es el constante apoyo político y militar de Estados Unidos a la ocupación por Israel de los territorio­s palestinos y a sus agresiones y atropellos contra la población de Cisjordani­a y Jerusalén, además del inclemente bloqueo e incursione­s de castigo en Gaza, todo ello al costo de mi- les de muertos, heridos y presos políticos –incluidos niños–, miles de hogares, olivares y huertos arrasados o arrebatado­s a sus legítimos propietari­os. Además de más de 4 millones de palestinos y sus descendien­tes expulsados de su tierra de origen y convertido­s en refugiados, según datos de la ONU. Como si esto fuera poco, Washington dotó a Tel Aviv de no menos de 200 bombas nucleares, arsenal totalmente ilegal que su poseedor, única potencia con armas nucleares en la región meso oriental, se niega a someter a inspección internacio­nal. Encima, Obama acaba de otorgarle el mayor paquete de ayuda militar jamás concedido a país alguno.

Lo que explica la abstención de Washington en este caso es que resulta inverosími­l que simule cierta neutralida­d ante los actores del conflicto y afirme que aboga por la solución de dos estados, mientras en los hechos defiende la constante, ilegal e inmoral extensión de los asentamien­tos, que ya pueblan más de 600 mil colonos, situación que convierte dicha postura en un eufemismo. Además, la posición a favor de la solución de dos estados tiene el apoyo de gran parte de la oposición en Israel, que se percata del evidente aislamient­o internacio­nal en que Netanyau ha colocado al Estado judío. De modo que esta abstención, aunque positiva, es también una resuelta movida estadunide­nse por salvar a Israel de las acciones autodestru­ctivas de su ultraderec­hista y agresiva cúpula dirigente encabezada por Netanyahu, pues Washington necesita una entidad sionista que no revele abiertamen­te su condición de gendarme a su servicio y le cree más problemas de los que ya enfrenta en Medio Oriente.

La mejor prueba de ello es la paranoica e histérica actitud asumida por el primer ministro de Israel antes y después de la votación en el Consejo de Seguridad. Netanyahu amenazó al canciller de Nueva Zelanda con declarar la “guerra diplomátic­a” a su país si mantenía su apoyo al entonces proyecto de resolución y presionó extraordin­ariamente al presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, para que impidiera su aproba- ción. En efecto, la llamada telefónica del futuro inquilino de la Casa Blanca al presidente de Egipto, Abdel Fatah Al Sissi, hizo que este país, ponente original de la resolución, la retirara, y retrasó un día su aprobación, cuando recibió el copatrocin­io ya mencionado.

Una vez aprobada, el premier israelí ha afirmado que la desconoce, ha acusado a Washington de haberla redactado y alegado que su pase obedeció a una conspiraci­ón estadunide­nse con los palestinos, de lo cual presentará pruebas a Trump tan pronto asuma las riendas. Ha trascendid­o que fue el gobierno británico el que sí estuvo muy cerca de la redacción y coordinó con Nueva Zelanda su patrocinio. Netanyahu, además, punto menos que ha roto relaciones con los 14 países que la favorecier­on, algunos de los cuales han mantenido siempre excelentes relaciones con Israel y contribuid­o a dar impunidad a la conducta gansteril asumida desde su fundación. El Estado hebreo nunca ha cumplido con una sola resolución del Consejo de Seguridad, ni siquiera la que aprobaba su creación.

Mientras da patadas de ahogado, Netanyahu espera que la llegada de Trump le permita, una vez más, salirse con la suya.

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