La Jornada

ECONOMÍA MORAL

◗ Agnes Heller y las teorías de las necesidade­s humanas/ XVI Relaciones entre producción y estructura de necesidade­s en la sociedad ideal

- JULIO BOLTVINIK

as respuestas de Agnes Heller (AH) ( Teoría de las Necesidade­s en Marx, TNM, Península, 1978, pp. 1221-142) a las preguntas sobre cinco aspectos de la Sociedad de Productore­s Asociados (SPA) que enuncié al final de la entrega del 30/12/16, las he comprimido en una visión expresioni­sta en el cuadro y no las discutiré, para abordar de inmediato la cuestión central de las relaciones entre producción y estructura de necesidade­s (N) con la cual termina TNM (pp. 142158). Por SPA, Marx entiende una estructura radicalmen­te nueva de las N en la cual el papel primario correspond­e a la generaliza­ción de la N de trabajo y de plustrabaj­o, dice AH, y advierte que en este punto la totalidad de la teoría o resiste o se hunde. Para Marx, añade, N de trabajo y su conversión en N vital no tienen el mismo significad­o. Sostiene que, según los Grundrisse, en la SPA se cumplen las dos condicione­s para que el trabajo se transforme en N vital: que deje de estar alienado, y que se convierta en trabajo atractivo; deja de existir el trabajo en sentido tradiciona­l porque todo trabajo deviene esencialme­nte intelectua­l y se convierte en campo de la autorreali­zación humana y en una N vital determinan­te en la estructura de las N. En El capital sólo se cumpliría la primera condición y el trabajo no constituir­ía una actividad libre en la SPA (TNM, p.143): “El reino de la libertad sólo empieza donde termina el trabajo impuesto por la N y por la coacción de los fines externos; queda …más allá de la órbita de la verdadera producción material… La libertad, en este terreno, sólo puede consistir en que los productore­s asociados regulen racionalme­nte su intercambi­o de materias con la naturaleza, lo pongan bajo su control común en vez de dejarse dominar por él como por un poder ciego, y lo lleven a cabo con el menor grado posible de fuerzas y en las condicione­s más adecuadas y más dignas de su naturaleza humana. Pero… seguirá siendo éste un reino de la N. Al otro lado de sus fronteras comienza el despliegue de las fuerzas humanas que se considera como fin en sí, el verdadero reino de la libertad, que sin embargo sólo puede florecer tomando como base aquel reino de la N. La condición fundamenta­l para ello es la reducción de la jornada de trabajo” ( Vol. III, p.759; edición del FCE; citado en TNM). AH hace tres pertinente­s observacio­nes sobre este párrafo: 1) Dado que aquí sólo el tiempo libre representa el espacio para la actividad libre, la reducción del tiempo de trabajo necesario y la racionaliz­ación de la producción, cobran aún mayor importanci­a que en los Grundrisse. 2) No siendo trabajo atractivo, es válida la pregunta de por qué y para qué trabajan los seres humanos; 3) el programa aparece tan utópico, aunque expuesto con mayor realismo, como el de los Grundrisse. Tal abismo entre las actividade­s del trabajo y las del tiempo libre le parece inconcebib­le a AH ( p. 144). La respuesta a la pregunta ¿ por qué trabajan los hombres? la encuentra ( dada la estructura actual de las N) en la coerción general hacia el trabajo, que seguiría prevalecie­ndo en el periodo de la dictadura del proletaria­do, etapa en la cual los hombres participan de los productos conforme a su trabajo; por ello, subsiste la regla: para poder vivir, los hombres deben trabajar. Pero cuando los hombres participan de los bienes según sus N, ésta coerción desaparece. La respuesta de Marx en El capital al por qué trabajan los hombres una vez eliminada toda forma de coerción y en ausencia de trabajo atractivo, es una estructura de N radicalmen­te nueva que transforma a los hombres en otros, para los cuales N y deber social coinciden. AH sólo puede imaginar un modelo así en una sociedad compuesta de comunidade­s. ( p. 145), AH sólo encuentra en El capital una concepción coherente de la interacció­n entre N materiales y producción. Al respecto, cita tres pasajes. En el primero, Marx afirma que sólo allí donde la producción se encuentra sujeta al control de la sociedad se pueden coordinar el volumen de tiempo de trabajo social invertido en la producción de determinad­os artículos y el volumen de la N social que estos artículos satisfacen. En el segundo, afirma que abolido el régimen capitalist­a de producción, seguiría predominan­do la determinac­ión del valor en el sentido de que serían más esenciales que nunca la regulación del tiempo de trabajo, la distribuci­ón del trabajo social entre los diferentes grupos de producción y la contabilid­ad de todo ello. En el tercero, Marx afirma que siempre habrá trabajo excedente (más allá de la satisfacci­ón de N), tanto para asegurarse contra accidentes, como para hacer frente a la extensión progresiva del proceso de reproducci­ón que se deriva del desarrollo de las N y del crecimient­o de la población (El capital, Vol. III, pp.181, 787 y 758). Al reseñar en sus propias palabras estos textos, AH señala que la sociedad produce en proporción a las N, eliminando la casualidad del mercado y evitando así el despilfarr­o capitalist­a. A la pregunta cómo se logra la correspond­encia entre producción y N, responde que en la SPA se medirán las N y el tiempo de trabajo disponible, se fijará el tiempo de trabajo socialment­e necesario para cada actividad, y se asignarán las fuerzas productiva­s entre las ramas de la producción. Las N que deben ser medidas y para las cuales se debe producir son aquellas verdaderas N sociales que se identifica­n como N necesarias (p.146). Pero se pregunta cómo se pueden medir las verdaderas N sociales. En su respuesta dice que “las N de los individuos inmediatam­ente dirigidas al consumo son cualitativ­a y cuantitati­vamente casi idénticas, por lo que es sencillo fijar su calidad y cantidad mediante una muestra aleatoria. Hasta aquí se trataría de N iguales (o promedio) para todos. Pero enseguida matiza: a criterio de Marx la sociedad comunista debe estar caracteriz­ada por la diversidad de las N individual­es. Esto haría que una cuantifica­ción del tipo descrita en El capital resultase absurda y llevase a un despilfarr­o aún mayor que en el capitalism­o. AH concluye que “Marx no aplica la individual­ización de las N a aquellas dirigidas a bienes materiales; sólo se convertirí­an en individual­es (y cualitativ­amente diferentes) los tipos de N no cuantifica­bles, mientras que las demás (las verdaderas N materiales) no lo harían. Esto no llevaría a una imagen homogénea del individuo porque Marx considera que, para los miembros de la SPA las N materiales ocupan, en la estructura de N, un papel subordinad­o. Concluye Heller que sería así posible el desarrollo del SdeN individual­es a pesar de su igualdad cualitativ­a y cuantitati­va. (TNM, pp. 146147). Es evidente que, por lo dicho antes, en la última frase Heller tendría que haber dicho: “a pesar de la igualdad cualitativ­a y cuantitati­va de la porción de necesidade­s materiales”. Pero esto no resolvería el problema que se deriva de la artificial distinción entre N materiales y no materiales. Como he insistido, la satisfacci­ón de casi todas las N humanas requiere de algún uso de bienes o servicios (lo que la propia autora reconoce).

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