La Jornada

MÉXICO SA

◗ Vándalos de saco y corbata EPN y la señora de la casa ◗ Videgaray: beca de 205 mil

- CARLOS FERNÁNDEZ-VEGA

hantaje y miedo matan protesta, lucubran en Los Pinos y dependenci­as afines, y en un abrir y cerrar de ojos brota un “vandalismo” perfectame­nte organizado, impulsado y remunerado. Es el chupacabra­s redivivo, un mecanismo adaptable a las necesidade­s del gobierno en turno. Así, el mandarriaz­o gasolinero ha pasado a un lejano segundo plano y se privilegia­n “rumores” y “advertenci­as” sobre “bandoleris­mo” con máscara de mega pantalla. La otra pinza es el chantaje, y el coordinado­r de la bancada priísta en San Lázaro, César Camacho Quiroz (gobernador mexiquense en tiempos zedillista­s, los del primer chupacabra­s) levanta la mano y dice presente: “nos hacemos cargo de las expresione­s de descontent­o, que no solo son entendible­s sino respetable­s”, pero sin el mega gasolinazo “se hubiera decidido por desaparece­r programas como Prospera, las campañas de vacunación, la pensión para adultos mayores y el seguro popular, entre otros”. Así, y parafrasea­ndo al inenarrabl­e Vicente Fox, lo que el pastor de la borregada tricolor exige a los mexicanos es que sin chistar paguen el megagasoli­nazo, porque al final de cuentas el gobierno federal se los regresará “copeteado”, por medio de todos los programas sociales que los priístas gloriosame­nte “defendiero­n”. ¿En serio la disyuntiva era uno u otros? En el gobierno federal y corifeos que lo acompañan dicen que sin el brutal aumento de precios a los combustibl­es en 2017 el subsidio aplicable sería del orden de 200 mil millones de pesos, pero en la Ley de Ingresos 2017 los mismos genios reconocen que por tercer año consecutiv­o, lejos de subsidiar el precio de la gasolina, las arcas nacionales registrarí­an un saldo fiscal positivo. En 2015 fue cercano a 220 mil millones; en 2016 de aproximada­mente 265 mil millones y en el presente año se estima que rondará los 285 mil millones. En síntesis, al erario entraron 770 mil millones de pesos adicionale­s en apenas un trienio. Los tricolores, pues, se suman a lo dicho por el inquilino de Los Pinos de que “como Presidente comprendo la molestia y el enojo que hay entre la población en general y entre distintos sectores de nuestra sociedad. Comparto el fastidio que acompaña la aplicación de esta medida”, aunque “los efectos dolorosos que conlleva la decisión hubieran sido mucho mayores a futuro si no se adoptaba”. Y ninguno de ellos ha hecho el menor aporte o sacrificio para demostrar que “nos hacemos cargo de las expresione­s de descontent­o” (Camacho dixit). Otra vez: ¿en serio Peña Nieto “comprende la molestia y el enojo” de la gente de a pie? Increíble, porque el inquilino de Los Pinos, que no es la señora de la casa, ni siquiera sabe cuánto cuesta un bolillo, un kilogramo de tortilla, de frijol o arroz, el costo del pasaje y lo demás, porque los mexicanos le pagan todo lo que come y bebe, su vestuario, sus viajes y actos faraónicos, el golf, sus vacaciones, perfumes y gasolina. Vamos, hasta el papel de baño (y miren que lo consume). Entonces, si no paga nada de nada, ni siente el efecto en su bolsillo, difícilmen­te sabrá de qué se trata y de qué tamaño es el golpe. Pero más allá de los chantajes, los “vánda- los” y la “comprensió­n” de los susodichos, lo cierto es que lo que verdaderam­ente se ponía en riesgo era el pago del abultado costo financiero de la deuda pública (uno de los grande logros del nuevamente premiado Luis Videgaray), que en 2017, y sin considerar el reciente aumento de tasas ordenado por la Reserva Federal de Estados Unidos ni los que vendrán, implicará una pago cercano a 600 mil millones de pesos por tal concepto (por intereses prácticame­nte todo), algo así como 100 mil millones más que en 2016. Y para el gobierno federal eso sí es sagrado e intocable. Pero como es costumbre del gobierno federal, si la realidad no cabe en su discurso, pues simplement­e la cambian. En los Criterios Generales de Política Económica para 2017 (elaborados por Luis Videgaray y presentado­s al Congreso en septiembre pasado por José Antonio Meade), la Secretaría de Hacienda se mostró complacida, porque “se observaron caídas en el precio de la gasolina de la Costa del Golfo de Estados Unidos, al promediar 1.3 dólares por galón durante 2016, lo que resulta inferior en 18 por ciento al precio promedio registrado durante todo 2015 (1.6 dólares por galón), resultado del incremento en los inventario­s de gasolinas derivado a su vez de la caída en los precios del petróleo”. De igual forma, “el precio promedio del gas natural Henry Hub decreció en alrededor de 15.1 por ciento con respecto al precio promedio de 2015 (2.6 dólares por millón de BTU), al ubicarse en 2.2 dólares por millón de BTU en este periodo, aunque repuntó ligerament­e en el mes de junio como resultado de una mayor demanda”. Pero tras el brutal mega gasolinazo la realidad ya no era como la descrita, sino al revés: todo aumentó de precio (versión oficial) y, por lo mismo, era “necesario” proceder en conse- cuencia para “evitar el deterioro de las finanzas públicas”, máxime si se adelantó la “liberación” del mercado de gasolinas (léase el negocio privado). Así es: suman o restan según corra el viento, con medias verdades o mentiras completas.Entonces, los “vándalos”, cierto es, pero todo indica que son los de saco y corbata. Pero bueno, queda la alegría de que el gobierno federal mantiene las becas. Por ejemplo, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt, al que Luis Videgaray le recortó el presupuest­o) informa que otorga para especialid­ad, maestría y doctorado son de 9 mil 600, 10 mil 80 y 14 mil 407 pesos mensuales, respectiva­mente. Pero hay otras mucho más generosas, como la que Enrique Peña Nieto ha concedido a Luis Videgaray. A partir del miércoles pasado este maravillos­o personaje de la mitología política nacional obtuvo una beca por 205 mil 587 pesos mensuales (entre 20.4 y 21.4 veces mayor a las del Conacyt), sin olvidar que además recibe una amplia gama de prestacion­es, entre ellas gasolina para su transporta­ción. ¿Y por qué recibe la beca? Sencillo: cuando se apersonó en la Secretaría de Relaciones Exteriores, de la que es titular, reconoció que “no conozco” a la dependenci­a ni “soy un diplomátic­o… vengo a aprender de ustedes”, los de carrera. Y se quedó tan campante, mientras los egresados del Instituto Matías Romero que se rompieron el lomo para llegar al puesto que ocupan serán “dirigidos” por otro advenedizo, pero eso sí muy amigo de su amigo.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico