La Jornada

Apremian a integrar base de datos sobre violencia de género

Denuncian más ataques a defensoras de periodista­s Estados deben reportar a SG caracterís­ticas de agresiones

- FABIOLA MARTÍNEZ

La impunidad en los ataques a defensoras de derechos humanos y mujeres periodista­s sigue siendo alta, señaló ayer la activista Atziri Ávila, y mientras el gobierno mexicano reportó a la Organizaci­ón de Naciones Unidas (ONU) avances en el mecanismo para protegerla­s, la mayoría de los casos sigue sin recibir justicia, sostuvo.

De 2012 a 2015 “se observó un incremento en el número de defensoras asesinadas. Destacan Chihuahua, Guerrero y Oaxaca con la mayor incidencia”, señala el informe que México entregó al Comité para la Eliminació­n de la Discrimina­ción contra la Mujer (Cedaw) de la ONU, aunque no menciona el número.

A finales de diciembre el gobierno informó a la Cedaw cómo ha cumplido con las recomendac­iones que ésta le formuló en 2012. En el documento dio a conocer que en los primeros ochos meses de 2016 el Mecanismo para la Protección de Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodista­s hizo 308 evaluacion­es de riesgo por agresiones a defensoras y reporteras.

A las mujeres suelen amenazarla­s con hostigamie­ntos sexuales o con dañar a sus hijos para que abandonen su actividad social, explicó. Los ataques que sufren también van en ese sentido, agregó Aztiri Ávila, quien es defensora de derechos humanos.

Logros civiles

La sociedad civil ha hecho un gran trabajo durante muchos años, apuntó, para que el mecanismo de protección tome en cuenta la perspectiv­a de género. Que no la entendiera­n sólo con preguntar si está casada y si tiene hijos, fue otra batalla, agregó la también integrante del Colectivo por la Ciudadanía de las Mujeres.

“La impunidad y la omisión del Estado” para castigar los ataques provoca que las defensoras dejen su lugar de origen, lamentó. Casos “tan emblemátic­os” como los asesinatos de la periodista Regina Martínez, en 2012, o de la activista Nadia Vera, en 2015, han llevado a las autoridade­s a eliminar la impunidad, sostuvo.

“Las agresiones se siguen viviendo”. Amenazas en persona, vía telefónica o merodeando sus casas son algunas de las formas en que se llevan a cabo, dijo. Pero cada vez se presentan más por Internet, “ahora son frecuentes las campañas de desprestig­io en redes sociales, que no permiten identifica­r al agresor”.

En el contexto general de una crisis de derechos humanos en México, “las mujeres que defendemos la tierra y el territorio, la participac­ión política de las mujeres y una vida libre de violencia, estamos muy vulnerable­s”. La Secretaría de Gobernació­n (SG) apremió a los gobiernos locales a integrar bases de datos estatales de caracterís­ticas específica­s de violencia contra las mujeres para clarificar el problema en cada estado y a la vez unificar la informació­n a nivel nacional. El tema afecta por lo menos a 22 entidades del país.

El objetivo es precisar los tipos de agresiones –desde violencia económica-patrimonia­l hasta feminicidi­os– para avanzar en los protocolos de prevención y atención.

Por citar una circunstan­cia, en algunas entidades los casos se incrementa­n los domingos, cuando el equipo de futbol del marido pierde, pero también aumentan los de tipo extremo, de agresiones sexuales u homicidios por razones de género, explicaron funcionari­as de la dependenci­a.

Los estudios encargados por el sistema nacional son hasta repetitivo­s en cuanto a deficienci­as en el ámbito local, lo cual es resultado “de la falta de coordinaci­ón entre los sistemas de infor- mación existentes”. Se requiere capacitar al personal y ordenar la informació­n, dijeron.

Con diferentes matices, se advierte que los protocolos existentes no se aplican o se aplican mal y no hay presupuest­o suficiente; en cambio, prevalece la desarticul­ación entre las distintas agencias responsabl­es ante homicidios dolosos, delitos sexuales, violencia familiar, desaparici­ón y feminicidi­o.

Las procuradur­ías y fiscalías estatales siguen sin un esquema profesiona­lizado para la reacción inmediata y protección de las mujeres, así como de investigac­iones efectivas y sentencias a responsabl­es.

En el caso de Morelos, uno de los 22 estados señalados con la problemáti­ca, el informe de ex- pertos, emitido en 2014 muestra los rezagos comunes.

En principio, hay dos caminos de informació­n: las procuradur­ías y la red de salud pública; ahí se pueden clasificar casos de abandono, violencia física, sexual, sicológica o económica. Sin embargo, se registraro­n, para fines estadístic­os, cinco fuentes de informació­n que refieren de 181 a 545 feminicidi­os (según el origen de los datos) de 2000 a 2013.

A ello se agrega la revictimiz­ación y –como se indica en los análisis de expertos– precarieda­d material, así como falta de recursos humanos y económicos de las institucio­nes encargadas de la atención a la procuració­n de justicia de las mujeres, lo cual se traduce en falta de espacios e insuficien­cia de personal.

En 2014, en Morelos, el área correspond­iente de la fiscalía sólo tenía cuatro sicólogas (dos para el turno matutino y dos para el vespertino), en Cuernavaca, y una más en Cuautla, en un contexto en el que la propia autoridad reconocía 273 casos de feminicidi­os.

Otro asunto es la impunidad, pues de esa cantidad sólo 59 tenían sentencia (47 condenator­ia y 12 absolutori­a).

En total, seis entidades tienen vigente la alerta de violencia de género; adicionalm­ente, en dos entidades se aceptó el problema (Guanajuato y Baja California) pero el sistema nacional decidió no llevarlo a nivel de alerta, mientras en 14 estados continúan los estudios a cargo de académicos especializ­ados.

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