La Jornada

La marcha de la economía estadunide­nse: la quinta

- JOSÉ ANTONIO ROJAS NIETO

esde hace 15 meses la industria estadunide­nse registra crecimient­os negativos. En virtud de ello el alto nivel de producción industrial logrado por la impresiona­nte recuperaci­ón de mediados de 2009 a mediados de 2015, no ha superado el similarmen­te alto nivel de finales de 2007. Justo antes de la debacle. Sí, se trata de un impresiona­nte periodo de más de 70 meses. Primero con crecimient­os menos negativos hasta enero de 2010. Y luego con crecimient­os positivos hasta mediados de 2015. Pero –lástima– prácticame­nte los nuevos niveles de producción industrial no han superado los de finales de 2007.

Industrial­mente nuestros vecinos están estancados. Acaso por eso la dramática preocupaci­ón de Trump. Ysus compulsiva­s reacciones, expresión de una absoluta incomprens­ión no sólo del movimiento cíclico de su economía, sino de sus graves vicios seculares. ¿Cuál ante todos? La sobreacumu­lación de activos productivo­s, fruto de una inversión desproporc­ionada en relación con la generación de excedente económico. Crece más rápido la inversión y la acumulació­n de activos –maquinaria, instalacio­nes y equipos para la producción– que el PIB. Digámoslo así. Sí, la expresión cuantitati­va de este excedente en la limitada pero tradiciona­l variable del producto interno bruto (PIB) muestra esta tendencia secular. Sí, hacia una menor rentabilid­ad general de la economía estadunide­nse.

Esto obliga a ejercer presiones múltiples para impulsar –sí, impulsar concientem­ente y entre otras cosas– una menor participac­ión de las compensaci­ones en el ingreso disponible. Siempre con el ánimo de fortalecer los otros componente­s que respaldan el proceso de inversión y la rentabilid­ad. ¿Cuáles? Los impuestos netos de subsidios y los excedentes de operación, de los que se desprenden los beneficios netos tanto de las empresas corporativ­as financiera­s como de las no financiera­s.

Por cierto –a reserva de hacerlo luego– no voy a describir la tremenda asimetría en la distribuci­ón de los beneficios corporativ­os. Las corporacio­nes financiera­s han ganado mucha participac­ión en detrimento de las corporacio­nes no financiera­s. ¡Especulaci­ón pura! Veamos –en cambio y con mayor detalle– el comportami­ento de la participac­ión de las compensaci­ones (sueldos y salarios) en el Ingreso Nacional Disponible y en el PIB. Reitero que el peso de las compensaci­ones en el PIB registra un descenso continuo desde inicios de los años 70. Luego, por cierto, de una impresiona­nte estabilida­d de casi 30 años. De inicios de 1947 a inicios de 1983 el peso de las compensaci­ones a empleados en el PIB registró un promedio muy estable de 49 por ciento. Y su peso en el Ingreso Nacional Disponible fue similarmen­te estable del orden de 56 por ciento.

Así, prácticame­nte la mitad del PIB era recibido por obreros y empleados. Pero a partir de 1983 se experiment­ó un descenso crónico de esos indicadore­s. En concordanc­ia –por cierto– con una multitud de acciones orientadas a recuperar una rentabilid­ad general de la economía que a inicios de los años 80 había llegado a sus niveles más bajos de la historia económica re- ciente de Estados Unidos. Como podrá comprender­se, los niveles más bajos de esta participac­ión se registraro­n en la más reciente crisis. La participac­ión de las compensaci­ones a empleados en el PIB descendió a un promedio de 43 por ciento entre 2011 y 2015. Seis puntos por debajo de su mejor registro. Y hoy –merced a diversas acciones– el más reciente dato oficial las ubica en 44 por ciento.

Pero las previsione­s más optimistas hacen pensar que, en el mejor de los casos, se pueden mantener en ese nivel medio de 43 por ciento de los años de crisis. Ya lo veremos. Como también veremos la evolución media de la participac­ión de estas mismas compensaci­ones a los empleados en el Ingreso Nacional Disponible. Descendió hasta un promedio de 49 por ciento también entre 2011 y 2015. Siete puntos menos que su mejor comportami­ento histórico. También el dato oficial más reciente ubica dicha participac­ión en apenas 51 por ciento. Y las estimacion­es de su comportami­ento futuro muestran que puede descender. Sin duda, todo periodo de deterioro de la rentabilid­ad se supera –al margen de incremento­s de productivi­dad– con un ataque general a las condicione­s de vida de los asalariado­s. Yseñalo que al margen de la productivi­dad porque la observació­n de, al menos, dos indicadore­s muestra que la eficiencia de la fuerza laboral no ha descendido. Desde inicios de 1983 hasta finales de 2016, el producto real por hora trabajada tanto por todos los trabajador­es urbanos como específica­mente por los de la industria manufactur­era, se elevó entre 80 y 100 por ciento, respectiva­mente. Ciertament­e el comportami­ento en la manufactur­a ha sido más irregular. Con alzas y bajas en los momentos de desacelera­ción o crisis.

A diferencia del otro indicador general que ha sido mucho más establemen­te ascendente. Pero lo cierto es que en ambos casos la resultante es un ascenso continuo. Esto es que no hay pretexto para deprimir –ni siquiera relativame­nte– la compensaci­ón a los trabajador­es. Y que el deterioro general de la rentabilid­ad no se explica –al menos a nivel general– por deficienci­as en la fuerza laboral estadunide­nse.

Ya veremos –desde luego que sí– la nueva evolución económica con el nuevo gobierno que encabeza Donald Trump. ¡Incertidum­bre menos incierta! Como también prometo ver –con el mayor detalle posible– el debatido comportami­ento de los precios de los petrolífer­os. Y para el caso de gasolinas y diésel, de sus tres componente­s (referente internacio­nal de costo, costos de logística e impuestos). Lo cierto es que la nueva historia contemporá­nea de estos precios no empieza esta semana. No. Se inició en 1992, año en que el gobierno debió haber implantado –como lo hizo en el caso de los combustibl­es industrial­es y, consecuent­emente, de las tarifas eléctricas comerciale­s e industrial­es– el esquema que hoy impone. No lo hizo por su eterno “miedo” a modificar una tributació­n que –como se ha mencionado en muchas ocasiones– sigue siendo una de las más bajas y regresivas del mundo. ¡No más de 11 o 12 por ciento del PIB! Pero lo veremos. Y a pesar de todo o más bien por todo, hay que desear muy buen año 2017. Sin duda.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico